martes, 6 de agosto de 2024

Veranos de los 80

En los veranos de 1980 las costumbres arraigadas en nuestros pueblos cobraban vida en cada esquina, y nos recuerdan la sencillez de una época en la que el tiempo parecía fluir con menos ruido. El aroma a hierba seca nos parecía más intenso a los que hoy peinamos canas, y hasta tenemos ahora la sensación de que el sol calentaba diferente.

La juventud de entonces encontraba su diversión en las verbenas de los pueblos, que iluminaban las primeras andanzas en libertad y los precoces amores ; algunos de ellos convertidos en eternos.

Pero no todo era fiesta y baile; también estaba la naturaleza generosa que rodeaba cada rincón de las aldeas. Ir a la hierba, recoger la cosecha de fréjoles, “andar a ablanes”… eran tareas obligadas, que formaban parte del pack de los días más largos en la tierra que nos vio crecer.

Los ríos, abundantes  por nuestros valles, llamaban a sumergirse en sus aguas frescas. En ellos aprendimos a salir a flote sin cursos oficiales

En medio de la vorágine de la vida moderna, recordar aquellos veranos es como volver a un tiempo suspendido, en el que las canciones de las verbenas marcaban el ritmo de la noche. Sonaba aquello de “La de los ojos negros me tiene loco…”, alguien se dirigía a ti con un “¿Bailes?” y el corazón adolescente latía al unísono.

No, no es que el sol no alumbre igual ni que la música no siga moviendo los corazones, ni tan siquiera que nuestros ríos no sigan invitando a sumergirse en sus aguas. Es simplemente que las ausencias que van minando nuestras vidas impiden que nuestros veranos sean los mismos:

Será por todo ello que Benedetti escribió que “Otro sol no es tu sol, aunque te alumbre" o tal vez que cualquier tiempo pasado nos parece mejor porque, al fin y al cabo, intentamos filtrar los recuerdos amables, como un antídoto para la nostalgia.

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