lunes, 7 de abril de 2014

Operación bikini

¿Tenía que haberse puesto faja la guionista Lena Dunham?, se preguntaban hace unos días en la redes sociales, y se repreguntaban muchos y muy "serios" medios de comunicación. La también actriz estadounidense lucía un vestido verde de lunares de una conocida y asequible firma de ropa, para la gala Arts American Stongbook. Aunque muchas personas alabaron su cuerpo real, hubo numerosos comentarios que se decantaban por recomendarle una faja, porque su barriga no era lisa como una tabla. A pocos les importaba que la cineasta estuviera pasando por una mala racha, tras su separación matrimonial y haber sufrido la extracción del útero a principios de año. Atreverse con el vestido de Zara, que ella había elegido libremente era el mayor de los problemas y la más central de las noticias para quienes la imperfección está en no seguir a rajatabla los cánones de la moda.

Los bombardeos de primavera-verano, en plena vorágine -ya en otoño una va más tapadita y pasan desapercibidos ciertos exceso alimentarios-, tienen parte de culpa de que María llene de adhesivos el frontal de su frigorífico a principios de todas las estaciones cálidas, desde que la celulitis llegó a su vida. En ellos escribe con signos de exclamación disuasorias frases en llamativos colores: ¡si abres esta puerta no entrarás en tus vaqueros T38!.  ¡La camiseta que conpraste en la tienda barata para gustos caros marcará los michelines que difuminan esa cintura que un día fue de avispa!. ¡Cuidado con el vestido de punto rosa palo que la temporada pasada ya tenías que meter con calzas para que no reventasen sus costuras! o directamente escribe las cinco letras:¿Gorda!. Adelina usa un método que no siempre funciona: compra un pantalón pitillo, mitad algodón mitad elástico, una talla menos que el que habitualmente ya le queda apretado, y jura por lo más sagrado que podrá ponérselo a poco que guarde la dieta.

El caso es que pocas personas, fundamentalmente mujeres, nos salvamos de las exigencias que con la promesa de la estación mágica nos seducen desde esas tiendas que marcan fechas  y convencen más que el tradicional calendario. Nos vamos al súper y llenamos la cesta de verduritas, yogures desnatados, ayudas microbióticas, alimentos ricos en fibras, bebidas diuréticas y demás. Pero después de tres días, comenzamos a reducir los posis de la nevera en la misma medida que se cae el entusiasmo por embutirnos las talla 36 de esos comercios para jóvenes en el que te encuentras mujeres en edad de ser abuelas al cincuenta por ciento.

Sólo las más tenaces consiguen reducir la silueta en paralelo al aroma a bronceador que se va aproximando. Algunas descendientes de Eva se pasan la vida con la dieta de la manzana, independientemente de la temporada: tres meses se la saltan, cuatro vuelven a ella y cinco hacen mantenimiento. El caso es que sólo ellas y quien las tiente muy de cerca aprecia sus oscilaciones en kilocalorías. Otras vamos aguantando las inclemencias de esas edades en las que todo se cae y se infla con algunas privaciones. Como el que no quiere la cosa un día no cenas, otro saboreas un yogur, al siguente una sopa, el cuarto te devoras todas las patatas de la fuente y el quinto te aguantas con unas verduritas al vapor. pero pocas son a las que les importa un bledo coger una talla más o que el espejo les devuelva la cara de luna llena.

Si bien es cierto que ciertos momentos -suelen ser lluviosos y de pocas compensaciones personales- buscamos esa excusa perfecta que nos libere del calvario que supone el sentimiento de pasarte de calorías. Es cuando te dices a ti misma cosas como: "total, para dos días que vivimos", "si no voy a ser más feliz con cinco kilos menos", "lo importante es ser guapa por dentro, "tanto sacrificio para llegar igualmente a vieja",  "después de los cuarenta o ajamonas o amojamas", "habrá que ir eligiendo entre culo o cara", "a mi pareja no le gustan los palos de las escobas", "a ver si voy a perder la salud", "el cuerpo de vez en cuando necesita azúcar, etc...

Al final, cuando ni la dieta vegetariana, ni todas las inventadas hasta ahora consiguen calmar tu ansiedad - cuanto más piensas en privarte mayores son tus deseos de chocolate- casi siempre nos quedamos con los trucos que vamos adquiriendo con los años, que algo habían de traernos de bueno. Por supuesto sin olvidar esas fajas mágicas que aprietan por un lado y se vengan por otro; si es que no te dan un fiebrón, como le ocurrió a una querida conocida, que a la semana de parir quiso ir monísima a una boda y se embutió en esa lencería moldeadora que le dejó el vientre más plano que antes del mes cero de su embarazo, pero le costó una visita al médico.

Como todo, hay que tomarse en su justa medida el asunto de la delgadez. A veces, con comer inteligentemente y evitar una vida sedentaria es suficiente para sentirse bien en nuestras propias pieles. También se dice que el sexo libera calorías además de otras energías malignas. Pero pocas frivolidades cuando comer se convierte en un infierno y deriva en enfermedades mentales peligrosas y difíciles de atajar. Se empieza a coquetear con la comida sin grasa, sin azúcar, sin nada y se acaba viendo las barbas a la anorexia o la bulimia. Todos conocemoss o habemos vivido de cerca en algún momento estos episodios, y sabemos que los espejos tardan en devolver la imagen sin distorsionar de la persona que sufre la enfermedad, después de un largo sufrimiento que implica a todo el clan familiar; eso en el mejor de los casos.

Hablando de equilibrios físicos y mentales me viene la imagen de la periodista Gloria Serra; con un físico de mujer resolutiva, sin complejos y con una silueta que, sin acercarse a una talla de modelo, transmite belleza, inteligencia y sensualidad. Por cierto, fue madre de mellizos a sus cuarenta y nueve años.  Lo que confirma que la vida comienza siempre que uno tenga ilusiones.

Feliz cena a tod@s, casi que os presiento con la lechuguita a través de estas ondas. No sufráis en exceso, que se aproximan fechas de espichas por nuestra Asturias y la felicidad de un pincho de tortilla, un trozo de empanada, un concejal de bacalao y un culín de sidra es incomparable. De postre vosotros diréis. El bikini puede esperar.

Imagen tomada de Cosmopolitan.com