"Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene..." (José Martí)
Sin embargo...¿Quién ha dicho que quisiéramos ser perfectas?. Sólo mujeres con unos hijos que son para siempre nuestra responsabilidad y a quienes amamos por encima de todas las cosas. Para todo lo demás, hembras cotidianas, con los multiples oficios que nos va enseñando la vida a fuerza de venturas y desventuras. Algunas están especializadas en tareas por las que son remuneradas y otras muchas se quedan en la anécdota de la empresa que supone su existir.
"Altas, bajas, guapas y feas, buenas y malas, y algún que otro días sólo cansadas", que dice la canción. Pero fisonomías, personalidades y estados de ánimo aparte, la profesión de madre se nos da en los genes por añadidura. Posiblemente no desempeñemos siempre de manera correcta el papel exigido; sin embargo en lo esencial, el amor desinteresado y los mejores de los deseos, las mamás no tienen cotejo. Es una condición sin ensayos previos la de querer a tu descendencia, aún cuando no todo es de color de rosa, ni tan siquiera celeste algunas veces.
Una señora me contó un día que sólo había envidiado una vez a alguien, cuando hacía unas semanas que se había ido su madre: a todos aquellos que aún la conservaban.
Incluso para quienes no conciben fechas concretas para la demostración de afectos, os recuerdo que ninguna mujer está exenta de la necesidad de que la quieran un poquito más... Y, de recibir un regalo material, que no sea menaje para el hogar, ni siquiera una faja, sino ese "objeto" de deseo al que una mayoría solemos renunciar casi siempre...