martes, 17 de septiembre de 2013

La ilusión de la araña

"Nuestras ilusiones no tienen límites; probamos mil veces la amargura del cáliz y, sin embargo, volvemos a arrimar nuestros labios a su borde" (Vizconde de Chateaubriand)

La ilusión de la araña no es la misma que la de la mosca, leía. Sobre ilusiones, al igual que en lo referente al resto de las sensaciones intangibles, no hay leyes escritas. Su percepción es tan relativa como ficticia. Son esas cosas que sostienen el alma, como también opinaba Víctor Hugo. 

Casualidades de los pensamientos, mientras recopilaba datos sobre las ilusiones, escuché a Vargas Llosa afirmar en entrevista radiofónica, refiriéndose a su entusiasmo por escribir nuevas historias a pesar de su llegada a la meta del Nobel, que "no hay cosa más triste que uno se muera cuando está vivo", lo que se traduciría a que el día que no tengamos ilusiones nuestra vida ya no tendrá sentido. El refugio que supone esta fascinación es una tabla de salvación para cualquier ser humano. A pesar de que alguien dejó escrito que "la ilusión no es ni más ni menos que una aberración de la esperanza", la proliferación de la misma es directamente proporcional al grado de felicidad de una persona.

 Allá cada cual después con su lista de fascinaciones, que pueden oscilar entre nuevo corte de pelo, otro alicatado para el baño, el coche soñado, un trabajo acabado, el viaje siempre pospuesto, un perdón, la igualdad social, esa salida de algún laberinto, cazar una mosca... Serían éstos algunos de los pequeños microuniversos de ilusiones dentro del amplio abanico de vivencias de los seres que viven, incluidas las contrapuestas...

 Husmeando en este tema me encontré con que el español es el único idioma en el que se admite la acepción positiva de este término, ya que para la ciencia de la Sociología Universal la ilusión es una fantasía sin fundamento. No es esa esperanza a la que me refiero hoy. Me quedo con el giro castellano del vocablo, que nos ofrece el matiz de las ganas de vivir por algo, por lo que sea. Porque los sueños son como las estrellas: variados, lejanos y fascinantes, en su mayoría, con el ingrediente de ese algo imposible que le da el toque mágico de lo inalcanzable. Siempre quedará para mañana esa nueva ilusión del amanecer.

Dicen los "ilusos" que hay al menos una estrella reservada para cada ser humano, aunque "alguien me ha robado la mía" ,pensarán los escépticos. Ahí estaría la esencia de la quimera: cuando uno de esos astros se apaga, siempre queda otro para sustituirle. Un plan B que dirían los menos poéticos. 

 Y es que hasta las mentes más frías necesitan de una fantasía que alimente sus mañanas, pueble de alicientes sus sobremesas y les de motivos para soñar a la hora del ocaso. Sin obviar que igual de cierto es que cuando enferma el alma lo primero de lo que se vacía es de las ilusiones. No hay receta para comprarlas. Son innatas a las circunstancias. 

Añadir asimismo que lo que ayer creíamos la panacea de nuestra felicidad puede tornarse hoy en hastío, rutina o desencanto. El acierto estará en saber renovar, a pesar de las adversidades y del sinsentido de muchos días de nuestra existencia; algo así como el gran Machado tradujo en un sueño:  "Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión! que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas, blanca cera y dulce miel".

   Ahora, hagan balance de sus entelequias, primas hermanas de la esperanza, que tenerlas las tienen...

Fotografía: Flor de Lila,  representativa de la ilusión...