miércoles, 11 de diciembre de 2013

Queridos todos y todas...

Queridos todos y todas: Además de en el imperio comercial de Isidoro Álvarez, ya es Navidad en las redes sociales. Comienza la cuenta atrás para el debe y el haber de nuestros propósitos cumplidos e incumplidos, el repertorio de los consabidos dichos y refranes (año nuevo vida nueva,  que haya salud, Nochebuena de amor...) y la casi obligada sensación de paz y felicidad, sin olvidar esos repentinos deseos de hacer un mundo mejor a los que normalmente sólo les importa su ombligo. Amén de los "entrañables" villancicos, que de tanto usarlos causan más de una depresión a los emplead@s de pequeños.  supermercados y grandes centros comerciales. Fechas que van marcando nuestro itinerario vital y nos condicionan en mayor o menor medida a unas costumbres milenarias. Parece que fue ayer cuando colgábamos nuestras felicitaciones y buenos deseos navideños por las Redes -recibir ahora una postal por el correo ordinario es casi de Guinnes- y han pasado 365 días.


Ni en los mundos virtuales se abstraen de esa necesidad de hacer balance. Podemos ver nuestra vida  en  la "Nube" con un resumen -muy atractivo, para qué negarlo- que recoge aquellos momentos más o menos inolvidables que hemos plasmado para que amigos y allegados pudieran ver desde el otro lado de sus pantallas. Y nos sorprendemos con la cantidad de historias que hemos hilado estos doce meses. Como no puede ser de otro modo, predominan las alegrías: reencuentros, niños, frases bonitas, canciones entrañables, seductoras flores, envidiables paisajes, viajes de ensueño, nevadas de cuento, algún éxito laboral, tentadores comidas y hasta el descubrimiento de nuevas personas a las que apenas rozábamos antaño. Vamos, esos momentos de vino y de rosas que nos gusta compartir y que predominan sobre las noticias negativas, entre las que se encuentran matices de la cruda actualidad y hasta sentimientos tales como esa modalidad de celos twiteros  -así les llama un amigo- que aparecieron al tiempo que empezaron a entretejerse estos mundos de ondas electromagnéticas. Junto con otras pinceladas más tristes que se escurren por nuestros muros, pero que intuimos de resbalón. Lo que viene a ser  aquello de que  lo hay que traer llorado de casa, que decían nuestras abuelas.

Ocultos quedan asimismo esos variopintos sinsabores que guardamos para lo más hondo de nuestros sentimientos, y que tal vez ni los mejores amigos de fuera o dentro de las Redes conozcan. Son esos secretos y desventuras del alma que encerramos bajo siete candados tras nuestras puertas abiertas. Pequeñas frustraciones o grandes fracasos, que al no ser contados se van minimizando. Ya conocéis aquello de "el que quiera saber, que se compre un libro". A Dios gracias que Don Facebook no puede leer pensamientos, ni accede a aquello que no queremos relatar. Aunque a través de una frase, una canción, una noticia o una palabra nos reflejamos más de lo que nosotros pensamos. Porque, como bien decía Rodrigo Cortés hace unos días por la radio: "Todas las caras de nuestro poliedro acaban expuestas".

Para seguir la tradición, un brindis entre todos. Allá cada cual con el contenido de la copa que desee alzar. Y, de elegir una canción navideña, aquí os dejo la preferida de Susana,  la otra Madre In-Perfecta y mi compañera de aventuras del año que termina...