miércoles, 23 de noviembre de 2016

De empatía también se muere

"Esperar que la vida te trate bien por ser buena persona es como esperar que un tigre no te ataque por ser vegetariano" Bruce Lee
De una tiempo a esta parte estamos oyendo hablar más que nunca de la inteligencia emocional, de las neuronas espejo, del rapport, del PNL, del mapa que no es el territorio, etc... Reconozco que me fijo especialmente en ese campo de la inteligencia práctica tras el reencuentro con mi antigua amiga Mónica Pérez de las Heras (toda una especialista en comunicación), para cuestionarme determinadas actitudes propias y extrañas. En efecto, hay una serie de herramientas directamente ligadas a la empatía -esa capacidad para ponerse en la piel de otra persona-, dirigidas a hacer más fáciles y útiles las relaciones sociales e intentar captar mejor los sentimientos ajenos.  La puesta en práctica del conocimiento del lenguaje no verbal escanea más eficazmente las emociones que todo un máster en otras sesudas disciplinas.

A pesar de todo lo anterior,  uno siempre tiende a su esencia, y hay detalles que se nos olvidan a la hora de nuestros éxitos y fracasos ante la sociedad. Así que, en más ocasiones de las que quisiéramos, tendemos a nuestra mismidad como la cabra tira al monte, por mucho que sepamos de kinestésicos, visuales y auditivos... Es por eso que los que somos de mucho explicarnos seguimos dejándonos llevar por el impulso y nos encontramos contándole nuestra vida o justificándonos ante el empleado del ambulatorio, a la cajera del supermercado  o al panadero. Después llega el efecto retardo y te preguntas: -"¿para qué demonios -podéis cambiar demonios por lo que estáis pensando- le di tantas explicaciones, acaso necesito que me absuelvan siempre?". Por otra parte, hay un dicho popular que reza aquello de "si eres de miel te comen las abejas", amén de ese otro que también sabréis: "de bueno a tonto hay un paso". Por tal motivo el exceso de empatía -tomada la definición en la parte de bondad que conlleva- puede también ser negativo.No debemos confundir ser empático con ser excesivamente amable o cercano.Y en ese punto es donde más resbalan quienes se esfuerzan en exceso en agradar a los demás. Está muy bien lo de ponerse en el lugar del otro sin juzgar, intentar comprender sus emociones, saber leer en su mirada, en sus gestos, en el tono de su voz, en su postura corporal; hasta nos servirá egoístamente para nuestro bienestar en la comunidad. Pero igual de bien estará saber en qué momento debemos no dejarnos llevar por los zapatos del prójimo. Decir hasta aquí llegué, saber contestar con un no sin sentirnos culpables o incluso atreverse a expresar una opinión totalmente contraria a la de nuestro interlocutor también forma parte de nuestra salud mental; incluso de la física..

No podemos caer bien a todo el mundo. Y no por ello debemos sentirnos desgraciados, lo que no significa gestionar con inteligencia las emociones ajenas. A un cincuenta por ciento de nuestros prójimos -los más empáticos algo menos, pero no mucho-  no les vamos a caer bien, pongámonos como nos pongamos. Con un ejemplo basta: si una persona que destaca en algún campo, tal que una estrella de la canción, un nobel de literatura o un deportista de élite, tienen tantos detractores como admiradores, qué podemos esperar los simples mortales. Tampoco debíeramos pretender que nadie nos juzgue, aunque nos esforcemos en hacer las cosas lo mejor posible. Para bien o para mal, todos nos estamos juzgando todo el tiempo.

Por todo lo anterior, en lo que sí debemos esforzarnos es en gustarnos a nosotros mismos. Cuando el Pepito Grillo interior nos dice que algo está bien, lo está. Asimismo, valoremos ese cincuenta por ciento con el que sí conectamos y nos valora. Para el resto basta con usar la educación, y si acaso la distancia. También convendría usar en beneficio propio determinadas críticas, que el enemigo da buenas pistas y servirán para mejorar. Enfín que "les pulgues piquen a quien tien tiempu pa rascales", que dicen en mi tierra. Por supuesto que algunas pulgas no merecen ni nuestro tiempo ni nuestra atención. Sin olvidar que determinados juicios son a la parte, no a nuestro todo, por lo que no hay que dramatizar. Total, nos juzgarán igualmente y  tenerlo muy en cuenta no nos aportará más que malas energías, a la par que agotará las mejores de nuestras fuerzas, que podríamos emplear en causas más rentables. Luego, está ese miedo a que nos ocurra ese momento fatal en el que metemos la pata y acabamos una relación preciada por un momento de excesiva confianza, sinceridad o simplemente por ser auténticos. Si por un motivo pequeño se destroza una amistad tampoco era tan fuerte; así que exclavitudes sentimentales las justas y necesarias.

Paro los reincidentes que buscan todo el tiempo la aprobación ajena, y que pecan de empatía, toda la comprensión. El término medio es difícil de conseguir, pero Mónica dice que no imposible. Por lo demás, entre los tontos de puro buenos y los malos sin remedio, me quedo con los primeros . A fin de cuentas, la bondad es una muestra de inteligencia y "el único signo de superioridad", a juicio de Beethoven

Sed buenos pero, a poder ser, no moráis en el exceso.

Imagen: @Rascacheiro