jueves, 29 de diciembre de 2011

¿Lo que no mata engorda...?



"Y debutamos exitosas en la vida cuando comprendemos el verdadero valor de ser maduras, y porque madurez siempre es sinónimo de belleza... ¿Quién dijo que la vida empieza a los veinte años?. Sepan jóvenes que la vida empieza a los cuarenta". Isabel Lonfat


Adoro las patatas fritas: de bolsa, congeladas, directamente sacadas de la huerta, las que vienen en bolsas de malla de cinco kilos, y hasta las de esa gran cadena comercial presentadas en cajitas de cartón. He buscado dietas en las que la patata fuese obligatoria, pero aún estoy en ello... A mayor acopio de uno de los alimentos más consumidos en el mundo, más grande es mi sentido de la culpabilidad. Después de que me zampo un buen plato de esos tubérculos pienso invariablemente "de perdidos al río", y tras ellos viene un calórico postre de chocolate. No satisfecha con eso, aún buzeo por la nevera, "continúa apeteciéndoseme algo, pero no sé qué" para completar mi gula en alguna tarde de apatía. Después del footing por la despensa -la idea de una buena caminata se me antoja imposible después del atracón- pienso en la talla 38 de los vaqueros que iba a comprarme y la sensación de cuarentona celulítica aumenta proporcional al deseo de estar como una modelo. Otro día sin cenar, que de algo valdrá el castigo.

Siempre es el mismo itinerario. Creo que sin la obsesión por la delgadez que llevamos arrastrando desde que alguien decidió que las mujeres guapas, ante todo, debía estar como palos, nos lleva a vengarnos con excesos que perjudican nuestra salud física y mental. 

Recuerdo que Susana, en la que fue la última primavera de su vida, nos pidió que comiéramos por ella un buen bocadillo de jamón, un plato de fabada ó unas deliciosas casadielles. Su extraña enfermedad le impedía tragar con normalidad y nos alentaba para que nos olvidásemos de la delgadez excesiva y disfrutaramos de la vida. Cuando hablamos de este recurrente tema siempre cito las palabras de la dueña de aquellos preciosos ojos azules, que daba prácticas lecciones de amor por la vida y la belleza. Desde aquí un recuerdo para ella.

Opino que la gordura excesiva no es sana ni estética. Por ello, el manual de cualquier dieta debería educarnos en que la alimentación más inteligente está basada en el  equilibrio: comer de todo, pero en menos cantidad, con un mayor acopio de frutas y verduras, pero con seis -o diez-patatinas fritas. Y si undía cometemos un exceso, qué también es sano caer de cuando en cuando en la tentación, loc ompensaremos en la comida siguiente con menos calorías de las normales. Si no nos perturba la idea de que "nunca más" podremos comer con satisfacción,será más llevadero nuestro mantenimiento. Comparo esta teoría con la que les gustaría aplicarse  a muchos  fumadores. Si un amante del tabaco fuera capaz de encender un cigarrito muy esporádicamente, tal vez su ansiedad por el tabaco disminuiría en gran medida.

La Campos (María Teresa) comentaba una vez que sólo tenía envidia a un tipo de personas: "las que comen y no engordan". No deja de ser una especie de suerte comer a discreción y no aumentar ni una talla, pero ese caso no abunda. Es más, la mayoría de la gente que se encuentra en esa "envidiable" situación tiene verdaderos problemas para coger medio kilo. Aunque la gordura excesiva no es estética ni saludable, la virtud está en aceptar nuestro cuerpo tal como ha sido diseñado genéticamente y, a partir de ahí, poner algo de nuestra parte para mejorarlo, siempre conscientes de que no todas nacimos para emular a kim Basinger, del mismo modo que hay altas, bajas, rubias,morenas y pelirrojas, a la vez que ojos grandes y pequeños, azules, negros, verdes, castaños,y hasta violetas.

Podría ser cierto que "las mujeres inteligentes mejoran con los años", aunque la cita viene de alguien que también cuenta con la ayuda de la ciencia. Para dar argumentos a la expresión está la circunstancia de que con el paso del tiempo una empieza a convivir más en paz con sus defectos, que le han ido dando armas de disimulo y pistas para resaltar sus cualidades. Hay muchas más posibilidades que una dieta -sin olvidar lo de la alimentación juiciosa- para que una mujer resulte atractiva,a pesar de unos miserables kilitos de más que, dicho sea de paso, en la mayoría de las ocasiones sólo los apreciamos nosotras y quien pretende juzgarnos duramente. Hacer acopio de los buenos aprendijajes y de las intensas vivencias que la existencia nos va "regalando" para posisibizarlo en nuestro comportamiento maduro también tiene mucho que ver con el uso astuto de nuestras posibilidades estéticas.

Formo parte del grupo de féminas que, deseando no engordar, les puede la poca fuerza de voluntad. Existe otra fracción de mujeres para quienes la dieta estricta ya forma parte de su respirar. Ni la más alegre celebración las convence para que prueben una deliciosa paella, un vaso de buen vino o la más apetitosa tarta de queso. Su decisión de tener un cuerpo de eterna adolescente , a costa de la acriptud de su carácter o de su continuo pesimismo existencial, no creo que les haga más felices, impregnando a los que conviven a su alrededor de un sentimiento de sentirse "cerditos" comiendo y aguantando su reproches acerca del peso ideal. Habrá también quien esté satisfecho con su dieta espartana y su cuerpo talla XXS, aunque haya síntomas inequívocos que delaten nuestra edad. Todo es respetable. Pero sigo pensando que la dieta verdadera se lleva en armonía con un modo de ser y entender la vida. 

No me olvido de citar el ejercicio físico, base fundamental para sentirnos ágiles y activas. No es necesario deprimirse diariamente en un gimnasio mirando de reojo a esas congéneres de barriga plana, culos perfectos y estilizados muslos -¿estarán así porque van al gimnasio o van al gimnasio porque están así?- basta con rentabilizar las actividades del movimiento cotidiano - entre ellas, las que os imagináis, también saludable para la piel,aunque éste será otro tema- y el disfrute de un buen paseo por tiendas, sendas verdes, relajantes playas o  el jardín de nuestras casas. 

Os dejo por hoy. Un pollo que asa en el horno -al que a buen seguro añadiré unas patatas fritas- y la ropa por tender esperan que cumpla con algunas de  mis otras obligaciones...

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