lunes, 7 de noviembre de 2011

Ese pequeño cuarto oscuro: el miedo



"A  nada en la vida se le debe temer, sólo se le debe comprender". Marie Curie

Como definición, el miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento, habitualmente desagradable, ante algo que nos asusta o creemos que nos puede hacer daño. Es una percepción primaria que procede de la aversión natural al riesgo. Existe un miedo real que se corresponde con la dimensión de la amenaza, y el miedo neurótico, que nada tiene que ver con la realidad del peligro.A medida que crecemos se van transformando nuestros temores y aparecen nuevas sombras; algunos de los espectros infantiles nos acompañan durante toda nuestra vida.

Mis miedos con mayúsculas, compartidos con casi todos los seres humanos adultos, están relacionados con la enfermedad, el sufrimiento y la muerte   de aquellos a quien queremos.. Luego están los miedos irracionales. Éstos son los más difíciles de controlar y nos atraen en la misma medida que nos infundan respeto.

 Hasta los más escépticos han tenido sus encuentros particulares con ese tipo de pánicos tan abstractos como paralizantes. Hay algo que nos seduce del miedo inexplicable. De ahí el éxito de esa fiesta anglosajona importada desde que el inglés se ha convertido en idioma obligatorio en las escuelas. Pero no son algo novedoso las celebraciones "terroríficas" de la víspera de Todos los Santos, prohibidas en un periodo de nuestra historia. Sanhaim (final del verano) era la festividad de origen celta más importante del periodo pagano que dominó Europa hasta su conversión al cristianismo. En la noche del 31 de octubre al 1 de noviembre se celebraba el final de la temporada de cosechas en esa cultura  y era considerada como el «Año Nuevo Celta», que comenzaba con la estación oscura. Ha sido practicada desde hace más de tres mil años por los pueblos célticos que han poblado toda Europa. En la actualidad Samhain continúa celebrándose por los seguidores de movimientos paganos como el druismo. Halowen, no obstante, se ha convertido ahora en la representación más palpable de la atracción por lo siniestro. 

Noviembre se presenta propicio para el relato de historias paranormales y aventuras de pánicos mentales. Pero cualquier fin de semana del año parece  adecuado -especialmente en épocas de adolescencia y juventud- para reuniones de invocaciones ultraterrenales y encuentros con espíritus más o menos temidos.A poco que nos adentremos en la conversación, casi todos tenemos algún episodio de vivencias extrañas que ponen la adrenalina a pleno funcionamiento.Son muchos los casos en los que se cuenta como, en plena invocación espiritual, se ha apagado de forma inexplicable la luz, se ha caído algún objeto bien asegurado sobre una repisa o ha sonado el picaporte sin que nadie visible estuviese tras la puerta.

De las experiencias de sobresalto vividas más de cerca podría contar la que experimenté hace unos cuantos años (¡buh! muchos ya), cuando acompañé a mi amiga Ana a hacerle una entrevista a la escritora  Dolores Medio. Fue un atardecer de invierno en el céntrico piso que la novelista asturiana tenía en Madrid. A pesar de la claridad y lo poco lúgubre del entorno -grandes ventanales, maderas auténticas  y libros como decoración básica de cualquier rincón de aquella casa- había un especial ambiente etéreo. Recuerdo que, antes de comenzar la entrevista, Dolores nos invitó a café bien calentito con pastas surtidas y nos trató como una cariñosa Tía-abuela - con lo que, dicho sea de paso, nuestra profesionalidad quedó un tanto desdibujada-.. La charla comenzó a tener aires trascendentales cuando la antigua y revolucionaria maestra nos confesó sus experiencias paranormales. Los espíritus del más allá campaban por su residencia como uno más de la familia. "Todas las noches escucho en la cabecera de mi cama toc-toc-toc" nos aseguraba la entrevistada, que trataba de tu a tú aquellas experiencias sublimes. Al tiempo de transcribir la conversación, inmortalizada en una grabadora, la autora de "Diálogos desde Madrid" me llamó, ya entrada la noche, para decirme que tenía que dejar el trabajo para el día siguiente porque "estoy empezando a oír toc-toc muy cerca de mi escritorio",  Me costó conciliar el sueño durante los días posteriores. Dudaba en mi vigilia si estaban, o no, sonando golpecitos extraños en los cristales de mi ventana.

Aún conscientes de que aguantaremos las ganas de levantarnos a algún menester importante durante la noche, nos enganchamos al trama de una película de terror ó no perdemos ni una cita con programas que te adentran en la nave del misterio. Convencidos de que todo son fantasías irreales no podemos, sin embargo, dejar de mirar de reojo a la profunda oscuridad del espejo que tenemos en frente o echar un disimulado vistazo hacia la puerta entreabierta de nuestra habitación, cuando no encender con rapidez la luz de las escaleras antes de que la imaginación nos juegue una mala pasada. Una mayoría de personas pensamos que brujas, vampiros, duendes, entes del más allá, demonios, y fenómenos extraños en general son algo irreal pero, metidos en ambiente, dudamos si "haberlos haylos..."

Fue en una obra de teatro emitida por televisión donde se explicaba de manera muy gráfica el poder de la sugestión. Reflejaba  las consecuencias de las amenazas, a todas luces imposibles, de un marido a su mujer en el lecho de muerte. Le decía algo parecido a "si se te ocurre acostarte con otro cuando yo no esté, vendré a hacerte cosquillas en los pies". Nunca más pudo aquella señora disfrutar de ese barato placer terrenal. 

Casi siempre basta con plantarle cara a nuestros temores para que estos se desvanezcan. Durante la posguerra, una mujer recorría todos los días a media noche un solitario camino que separaba su humilde casa cdel lugar al que iba a trabajar. En una de esas caminatas observó algo blanquecino que saltaba la tapia del cementerio situado a su izquierda. "Si me adentro a ver qué es lo que se mueve, es posible que me muera de miedo, si no lo hago no me atreveré jamás a pasar por aquí", pensó la señora a quien aún esperaban sus hijos despiertos para comer algo de lo que había recaudado con el intercambio de mano de obra por alimentos. Cuando cruzó la puerta de hierro macizo del campo santo descubrió a una famila de gitanos ambulantes que estaban "tomando prestada" la hierba que crecía fresca en el lugar para dársela a sus animales. El objeto blanco no era más que una sábana para envolver el pasto.

Pero los verdaderos y más insuperables demonios suelen ser los que están dentro de nosotros mismos. En palabras de Jevel Kilcher  "las cosas a las que usted les tiene miedo son invencibles, no por su naturaleza, sino por la forma en que usted las ve". Y, entre" truco o trato", un truco: podrás descubrir a qué tiene miedo tu enemigo observando los métodos que usa para asustarte.

Fotos: Alfonsoroa y Teresa Royán Pereira