miércoles, 21 de diciembre de 2016

Historia de un camión



Había una vez un camión que recorría los parajes del Alto Nalón, allá por la década de los 60. El transporte más emblemático de Caso hacía las veces de trineo en invierno, de AVE en verano, de descapotable en primavera, de avión en otoño,  y de burrito sabanero en Navidad. Así podría empezar uno de esos cuentos que a todos los niños solían mandarnos escribir en la escuela por "Advientu". También de aquella acostumbraba a ser el regalo estrella un libro bonito. En el caso de las chicas la temática iba de hadas,brujas y princesas, qué se le va a hacer, lo de las hijas de reyes, las inocentes doncellas, los magos, las hadas madrinas y demás hacía juego con una época de ideales menos reivindicativos de la igualdad y la libertad femeninas. Claro que eso era antes, porque ahora entre la mayoría de los niños de ambos sexos y de los jóvenes triunfa lo audiovisual y las "inocentes mujercitas" ya hace rato que nos enteramos de que "Cenicienta no pedía un príncipe, solo quería una noche libre y un vestido".  Muchos niños de entonces recordarán haber jugados con dos latas vacías de bonito, atadas con un alambre, "dos figos con pates", a modo de animales y unos palos que hacían las veces de viajero. "Hoy pido ser Toribín", era la frase más pronunciada cuando empezaba el juego por los caminos de las aldeas casinas. Son las tendencias actuales las consecuencias de la nueva era digital; una época además en la que muchas chicas conducen toda clase de vehículos y en la que ya no nos resulta imposible imaginar a una reina maga manejando un gran camión.  


Precisamente por estas cosas y otras más, también les es difícil imaginarse a nuestros herederos la historia de un híbrido de camión y autobús, "el mixtu de Toribio" que lo mismo servía para llevar mercancías, personas o animales desde el Alto Nalón hasta muchos kilómetros río abajo. Se llamaba Transportes Poli -en realidad hubo dos vehículos con ese nombre, pero con el mismo espíritu y dueño-  y su base estaba en el pueblo casín de Caleao. Seguramente todavía quede mucha gente que lo recuerde; especialmente comerciantes de Pola de Laviana, acostumbrados a escuchar la famosa frase de "mándamoslo por Toribín". Su conductor era Toribio Poli,  fallecido a finales de 2012, quien seguramente se llevaría con él cientos de anécdotas que hoy me encantaría conocer. De Caso a la parte baja del Valle, pasando por Sobrescobio y Laviana, este medio de transporte que hoy ya se antoja lejano comparado con las nuevas comunicaciones era la "autopista del mar" en la que se transportaban viajeros, vacas, mantecas, medicamentos, verdura, avellanas, cerdos, leche, libros, y toda clase de muebles y enseres. "Cuántas ilusiones lleva a la ciudad ese tren tan viejo que no puede andar", como dice la canción. La de Toribio Poli era una  familia de pequeños empresarios, siempre dispuestos a facilitarle la vida a sus paisanos, que dio mucha vida al municipio. Su hermano Santiago tenía también un taxi en el mismo pueblo, cuyas andanzas darían para otra historia.

Pero la Navidad era la época en la que más brillaban los neumáticos de aquel camión. Transportó durante las décadas de Cuéntame los regalos de Reyes de muchos niños y niñas de Caso y Sobrescobio, y en alguna ocasión el propio conductor hizo el papel de uno de Sus Majestades de Oriente. Eran unos juguetes que nada tenían que ver con los actuales -lápices de colores, cuentos, muñecas y muñecos pocos sofisticados, juegos de platos y de tacitas, cocinas de cartón piedra, alguna -pocas- bicicletas, peonzas, trenes de hojalata, maletines escolares, pizarras y pizarrinos. Algún televisor ya adentrados los setenta, ropa para los días de fiesta, zapatillas, madreñas y tal vez algún que otro par de zapatos de charol. Cómo no, algún pequeño se pediría un autocar-camión como el de su vecino Toribio para llevar un día a sus paisanos y paisanos a aquellos lugares de lenguas y costumbres diferentes, de los que le hablaba su abuelo en las noches de inviernos nevados.


A buen seguro que Transportes Poli habrá llevado a muchos vecinos y vecinas de esas montañas alejadas del mar a conocer ese horizonte infinito, tan distinto de la silueta de sus montañas. Tal vez en él hayan comenzado historias de amor que llevarían a la existencia de las vidas que ahora viajan a países lejanos en el mismo tiempo y con la misma sensación de distancia que sus antepasados bajaban a las capitales cercanas. Me consta, asimismo, que de esos viajes a lugares con más medios para estudiar, han salido grandes profesionales con los que nos topamos o nos hemos topado, que no en vano reza el dicho: "el casín más tontu abogau". Y casi con toda certeza que habrá transportado el célebre casín algún pellizco del premio de la Lotería que mañana puede traer  la suerte a alguno de vosotros aunque, como acostumbro a decir, seguramente ya la tenéis.

Aprovecho para desearos a tod@s una Feliz Navidad porque, a  pesar del abismo entre las comunicaciones de antes y las de ahora, la ilusión sigue teniendo la misma esencia, y esta época en que inauguramos el solsticio de invierno no deja de ser un pretexto más para renovarla.





martes, 6 de diciembre de 2016

Feminismo de andar por casa


"Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social" (Artículo 14, de la Constitución española de 1978).

Vaya por delante, antes de ir al grano de este artículo, que me considero una fervientemente defensora del reconocimiento de los derechos femeninos, que antes que cualquier postura política o ideológica tomo parte por los derechos de mis congéneres y que como frases de cabecera tengo las de algunas heroínas de las las luchas femeninas. Dicho esto hoy voy a contaros mi versión personal e intrasferible como madre de dos hijos varones y cómplice, por rebote, de todo un universos de chicos en un amplio abanico de edades, entre los que figuran los amigos de mis chicos y los papás de los mismos, incluyendo al de los míos. Con estas fuentes me considero en posición de datos suficientes como para hacer de abogada del diablo y transmitir las reflexiones que observo y me llegan desde el semillero de hombrecitos que pululan por mis casa, por mi mesa, por el patio del colegio, por las zonas de juego comunes y hasta por mis redes sociales. Son hijos, en su mayoría, de hombres y mujeres educados bajo la bandera de la igualdad-libertad-fraternidad, que la ondean a diario y que son conscientes de la necesidad de insistir en esa idea de respeto entre ambas orillas.

La idea de escribir desde la visión  en tiempo directo de los niños de ahora  me ronda por la cabeza desde que mi heredero más pequeño me espetó un día de estos, a la vuelta del cole, y después de una de las charlas en valores que ahora les dan con frecuencia,  que al parecer en esa ocasión versó sobre la igualdad de sexos. -"Mamá ¿tú que opinas del hembrismo?",  me dice mi casi preadolescente. "Querrás decir feminismo", le respondí. -"No, me refiero a la parte opuesta al machismo, esa venganza de las chicas hacia los varones que durante siglos las quisieron dominar,  (fenómeno de discriminación y subvaloración de los hombres por parte de las mujeres,dice su definición exacta) . Ahora tenemos que andar con pies de plomo", me dijo con unos ojos como platos. Aunque a él no lo pilla de sorpresa, acostumbrado como está a mis discursos feministas y a un ambiente familiar en el que me muchas veces me subo al podio de la mesa del salón a echarles mitines sobre las valía femeninas en cualquier campo,empezando por el de las tareas domésticas. Pero despierta en mí una especie de ternura comprobar, en esa edad en que las chicas despuntan primero en casi todas las facetas, cómo recogen ellos el testigo de unos tiempos en los que el enemigo no es el sexo opuesto, pero que se sienten algo despistados entre el juego de las hormonas y el de las ideas, en unos años en los que ellos apenas todavía juegan al fútbol y a los video-juegos y ellas les dan ya cien vueltas en miles de historias. Vamos, "que las niñas pueden con todo mientras que los chicos es más fácil que la adolescencia les haga perderse en una maraña de sensaciones y situaciones nuevas, al mismo tiempo que parecen algo perdidos en el baile de los conceptos", como me comentaba hace unos años uno de los profesores de mi hijo mayor.

Me suelen provocar benovolencia esas posturas entre la indefensión y la defensiva de los jóvenes varones que se criaron en un ambiente de igualdad en los hogares y ahora les toca discernir entre el respeto a unas leyes justas que protegen a la mujer, necesarias para compensar a quien tuvo durante mucho tiempo en la parte desfavorable de la balanza y una actualidad fundamentalmente social y laboral que es dura para ambos sexos. Por eso, el entrenamiento para el respeto y la igualdad en la casa y en el colegio les servirá de ensayo para entender la vida, que no es fácil para nadie."Poneros al día en todas las tareas, que ahora ya no hay parcelas femeninas", suelo decirles a mis oyentes que, dicho sea de paso,no sé si me escucharán mucho..

Por otro lado, aunque, concretamente en el Principado de Asturias,unas 750 mujeres están bajo protección policial y 40 hayan sido asesinadas por violencia machista en lo que va de años en nuestro país, algo se ha ido moviendo a través de esos siglos de los que me habla mi hijo. Al menos, se visualiza el problema, se promulgan leyes protectoras y se toman posturas de apoyo que, a vista de los hechos, son insuficientes. Por lo demás, sigo explicando a quien quiera escuchar, incluyendo a mi pequeño que reclama también derechos e igualdad para él y sus compañeros varones (eso de ponernos vídeos en los que no se puede tratar mal a una chica está mal enfocado, debería ser que no se puede tratar mal a nadie,hablaban una vez entre ellos), que la ley del péndulo es la más efectiva para llegar al equilibrio,como ocurre en cualquier tipo de exclusión. A quienes les cuesta entender la teoría de la discriminación positiva que visualicen ese ejemplo gráfico que un día escuché en boca de una mujer que llegó a uno de los cargos más altos en el ejército: "Hace un tiempo el péndulo estaba excesivamente de parte de los varones, ahora es posible que se fuerce el péndulo hacia el otro extremo, pero es lo más necesario para que en el futuro esté en el medio; donde encontrará el verdadero equilibrio"

Os dejo, mis chicos vienen del kiosko y acaban de "remover" mi ancestral gen de la maternidad con un puñado de regaliz rojo... Tregua temporal del discurso. Una suerte tener a tu alrededor a hombres que, por encima de todo te respetan; no todas las mujeres pueden decirlo, ni tienen a su alcance leyes que las protejan. Por eso no debemos bajar la guardia por pequeño que nos parezca nuestro universo de poderes.

miércoles, 30 de noviembre de 2016

Ojos que arropan


"¿Quién investiga en tus ojos?" (Mujeres de ojos grandes, Ángeles Mastretta).


Por ese cúmulo de casualidades que suele ser la vida, en este mes morado (que también es el de la luna más grande y los días más cortos), me he topado con historias vivas de mujeres de ojos que hablan y arropan. Al mismo tiempo que -tal vez el inconsciente me llevó a él- encontré un libro que ya tenía en la lista de "a dónde van las cosas que se pierden". Se titula "Mujeres de ojos grandes", y cuenta historias de féminas que tienen en común la felicidad circunscrita a las paredes de su casa. Pero más allá de su dedicación a la cocina, a su marido o a los niños, siguen latiendo en ellas sus singulares personalidades.

Curiosamente, también por estas mismas fechas (preludio de unas navidades que, aún volviéndose más tristes según aumentan las ausencias conservan esa burbuja de ilusión), nos llegan las frases grandilocuentes y poco reflexivas de determinados varones, que siguen encaminadas a decirle a las mujeres cual el su papel. Como si nada se hubiese movido y las chicas necesitasen seguir siendo tuteladas de algún modo. No han entendido nada quienes piensan que hay un perfil de mujer perfecta establecido ni quienes se olvidan que mujeres hay tantas como individualidades, independientemente de a qué dediquen su vida; unas veces elegida esa opción libremente y otras por circunstancias de las más variopintas. No necesitamos que nadie nos defina continuamente, unos desde la atalaya de las ideas menos progresistas y otros desde plataformas que pretenden ser más conservadoras. El papel de la mujer no necesita que nos lo expliquen como si fuésemos alumnas, por mucho que reconozcan que algunas son aplicadas. Todos son conscientes de sus palabras porque saben lo que va a aparecer en el titular, por mucho que después hablen de información sesgada: que si "son unas amargadas", que si "hay que feminizar la política, que si "las mujeres deben volver a donde nunca debían de haber salido". Qué antiguo todo esto.

Decía que me he encontrado con mujeres especiales este mes de Noviembre que recién terminó. Y una de ellas fue la escritora Ángeles Caso, mujer de ojos grandes y mirada que habla. Para los que comparten la idea de que la cara es el espejo del alma y convienen en que una mirada dice más que un ensayado discurso, les diré que los ojos de Ángeles son de esos en los que Mastretta también hubiera podido pensar para su novela.  Hay ojos especialmente evocadores, ojos que arropan, que transmiten sentimientos intensos, independientemente de su forma y color. Si a eso acompañan un tono de voz aterciopelado y unas declaraciones de mujer que pisa fuerte, sin dejar la sencillez a un lado, entonces merece la pena salir de tu casa un atardecer frío para ver en directo a la autora de "Contra el viento",  y para oírla contar cosas como que en sus novelas deja trozos de su alma, mientras que lo lectores buscan esa parte de si mismos que encuentran en las historias que les conmueven. La asturiana también nos confesó que su amor por la literatura le viene de los antiguos cuentos que su padre le contaba cuando era niñas; fábulas que la emocionaban tanto que la hicieron desear transmitir ese sentimiento a través de las cosas que ella escribía. me suena. También nos explicó Ángeles Caso en la Fundación 16 de 24, con  una conferencia bajo el título "Convirtiendo sueños en realidades", que no existe una literatura femenina, solo historias que hace suyas cada lector si llegan a lo más profundo de su ser. Asimismo la también autora de El peso de las sombras",  aseguraba que tampoco hacen falta los grandes escenarios de un serio despacho para hilar las palabras con la misma precisión que cualquier otra mujer hace encaje de bolillos, amasa el hojaldre, enseña la raíz cuadrada a sus alumnos o limpia la lámpara del salón, sin que ninguna de estas cosas sea excluyente. De ahí que la historiadora vigilara muchas veces sus garbanzos mientras escribía las línea que tal vez fueran Premio Planeta, al tiempo que su hija la interrumpía en lo mejor de la inspiración para preguntarle por un problema de sus tareas escolares. Caso, que firmaba su última obra "Ellas mismas", llegó a cada uno de los asistentes al acto con la empatía de quien ya está un poco de vuelta de florituras y frivolidades, con un sencillo blusón verde oliva, un pantalón negro y un reloj de pulsera como todo adorno, y un semblante en calma como toda ostentación.

Por estas cosas que nos cuentan mujeres relevantes, y porque la grandeza de una mirada no está en el tamaño de los ojos, ni tan siquiera en su forma o su color, hay personas que la transmiten de manera especial. Son ese tipo de seres humanos que no necesitan tirar del resentimiento, de la vanidad ni del desafío cuando te hablan. Y ya que hoy va de mujeres, muchas de las que conozco transmiten esa cálida valentía a través de sus actos, que acompañan de palabras oportunas. Suelen usar solamente las necesarias, las imprescindibles para no herir, las suficientes para hacernos crecer. Son hembras que, aún cuando algunas puedan jugar al despiste de parecer débiles al ataque, no sorprenden con la valentía de aguantar siempre el envite y utilizarlo a su favor. Son de esa clase de hembras que confesarían, sin ser cierto, amar a otra mujer, se volverían de otra raza, pasarían por mendigas o se declararían prostitutas con tal de defender de un maltrato o una mala crítica a sus congéneres.

 "Las mujeres tienen el privilegio de elogiarse sin escandalizar", leo en el libro de Mastretta. Algo es algo.








miércoles, 23 de noviembre de 2016

De empatía también se muere

"Esperar que la vida te trate bien por ser buena persona es como esperar que un tigre no te ataque por ser vegetariano" Bruce Lee
De una tiempo a esta parte estamos oyendo hablar más que nunca de la inteligencia emocional, de las neuronas espejo, del rapport, del PNL, del mapa que no es el territorio, etc... Reconozco que me fijo especialmente en ese campo de la inteligencia práctica tras el reencuentro con mi antigua amiga Mónica Pérez de las Heras (toda una especialista en comunicación), para cuestionarme determinadas actitudes propias y extrañas. En efecto, hay una serie de herramientas directamente ligadas a la empatía -esa capacidad para ponerse en la piel de otra persona-, dirigidas a hacer más fáciles y útiles las relaciones sociales e intentar captar mejor los sentimientos ajenos.  La puesta en práctica del conocimiento del lenguaje no verbal escanea más eficazmente las emociones que todo un máster en otras sesudas disciplinas.

A pesar de todo lo anterior,  uno siempre tiende a su esencia, y hay detalles que se nos olvidan a la hora de nuestros éxitos y fracasos ante la sociedad. Así que, en más ocasiones de las que quisiéramos, tendemos a nuestra mismidad como la cabra tira al monte, por mucho que sepamos de kinestésicos, visuales y auditivos... Es por eso que los que somos de mucho explicarnos seguimos dejándonos llevar por el impulso y nos encontramos contándole nuestra vida o justificándonos ante el empleado del ambulatorio, a la cajera del supermercado  o al panadero. Después llega el efecto retardo y te preguntas: -"¿para qué demonios -podéis cambiar demonios por lo que estáis pensando- le di tantas explicaciones, acaso necesito que me absuelvan siempre?". Por otra parte, hay un dicho popular que reza aquello de "si eres de miel te comen las abejas", amén de ese otro que también sabréis: "de bueno a tonto hay un paso". Por tal motivo el exceso de empatía -tomada la definición en la parte de bondad que conlleva- puede también ser negativo.No debemos confundir ser empático con ser excesivamente amable o cercano.Y en ese punto es donde más resbalan quienes se esfuerzan en exceso en agradar a los demás. Está muy bien lo de ponerse en el lugar del otro sin juzgar, intentar comprender sus emociones, saber leer en su mirada, en sus gestos, en el tono de su voz, en su postura corporal; hasta nos servirá egoístamente para nuestro bienestar en la comunidad. Pero igual de bien estará saber en qué momento debemos no dejarnos llevar por los zapatos del prójimo. Decir hasta aquí llegué, saber contestar con un no sin sentirnos culpables o incluso atreverse a expresar una opinión totalmente contraria a la de nuestro interlocutor también forma parte de nuestra salud mental; incluso de la física..

No podemos caer bien a todo el mundo. Y no por ello debemos sentirnos desgraciados, lo que no significa gestionar con inteligencia las emociones ajenas. A un cincuenta por ciento de nuestros prójimos -los más empáticos algo menos, pero no mucho-  no les vamos a caer bien, pongámonos como nos pongamos. Con un ejemplo basta: si una persona que destaca en algún campo, tal que una estrella de la canción, un nobel de literatura o un deportista de élite, tienen tantos detractores como admiradores, qué podemos esperar los simples mortales. Tampoco debíeramos pretender que nadie nos juzgue, aunque nos esforcemos en hacer las cosas lo mejor posible. Para bien o para mal, todos nos estamos juzgando todo el tiempo.

Por todo lo anterior, en lo que sí debemos esforzarnos es en gustarnos a nosotros mismos. Cuando el Pepito Grillo interior nos dice que algo está bien, lo está. Asimismo, valoremos ese cincuenta por ciento con el que sí conectamos y nos valora. Para el resto basta con usar la educación, y si acaso la distancia. También convendría usar en beneficio propio determinadas críticas, que el enemigo da buenas pistas y servirán para mejorar. Enfín que "les pulgues piquen a quien tien tiempu pa rascales", que dicen en mi tierra. Por supuesto que algunas pulgas no merecen ni nuestro tiempo ni nuestra atención. Sin olvidar que determinados juicios son a la parte, no a nuestro todo, por lo que no hay que dramatizar. Total, nos juzgarán igualmente y  tenerlo muy en cuenta no nos aportará más que malas energías, a la par que agotará las mejores de nuestras fuerzas, que podríamos emplear en causas más rentables. Luego, está ese miedo a que nos ocurra ese momento fatal en el que metemos la pata y acabamos una relación preciada por un momento de excesiva confianza, sinceridad o simplemente por ser auténticos. Si por un motivo pequeño se destroza una amistad tampoco era tan fuerte; así que exclavitudes sentimentales las justas y necesarias.

Paro los reincidentes que buscan todo el tiempo la aprobación ajena, y que pecan de empatía, toda la comprensión. El término medio es difícil de conseguir, pero Mónica dice que no imposible. Por lo demás, entre los tontos de puro buenos y los malos sin remedio, me quedo con los primeros . A fin de cuentas, la bondad es una muestra de inteligencia y "el único signo de superioridad", a juicio de Beethoven

Sed buenos pero, a poder ser, no moráis en el exceso.

Imagen: @Rascacheiro


miércoles, 16 de noviembre de 2016

¡Qué viaje tan feliz!

"... La travesía nunca termina sino que es recordada una y otra vez a partir de vitrinas con recuerdos..." (Pat Corroy)
Empiezo a escribir este artículo sobre el viaje a Madrid con mis vecinos de Sobrescobio (y otros pocos de Caso, Laviana y Oviedo) con la misma sensación de cuando, en los años de colegio, nos mandaban hacer una redacción de la excursión de fin de curso o las vacaciones de verano (algunos esto último lo teníamos como un copia y pega porque los que vivíamos en la aldea viajábamos más bien poco). Nada que ver con la forma de vivir de ahora en la que el viaje ya es patrimonio de una mayoría, y lo de visitar otros lugares una normalidad. Sin embargo, algunas de las personas nunca habían estado en la Villa de los chulapos, y tal vez fueron las que disfrutaron doblemente de la excursión.  Sentí como algo propio la cara de ilusión de una mujer -la misma que la de una niña- cuando vio a lo lejos la ciudad o el momento en el que divisó el Palacio Real, con sus jardines inmensos, sus espacios abiertos y llenos de luz, y su historia en la que se superponen siglos de hazañas de numerosas dinastías reales.        


En la vitrina del recuerdo del viaje a la capital, para ver también las tripas de la televisión, aparece en primer lugar un oscuro amanecer de sábado en el que cogimos el bus rumbo a #QTTT. Uno nunca sabe,cuando inicia una travesía más o menos larga, el devenir de la aventura, pero os aseguro que nos dejó un buen sabor de boca. Al menos eso fue lo que se detectó en el ambiente y las opiniones que me hicieron llegar.

"Al grano, ¿qué nos cuentas de los famosos de la tele?", seguramente estaréis pensando los seguidores de algunos de los artistas, personajes y personajillos de la pequeña pantalla. El tiempo se acorta cuando presencias un programa en directo. Nada es lo que parece desde el plasma de nuestro salón, algunas cosas están excesivamente idealizadas y, en cambio, otras muchas nos sorprenden para bien. Por otro lado, lo de ver a personas que nos resultan familiares después de tantos años entrando en nuestras vidas por los distintos medios de comunicación, es un arma de doble filo. "¡Qué fina y qué guapa está Teresa Campos!". "Cómo me gustó Beatriz Cortázar; es aún más elegante que como se ve en la tele". "¡Menudo tío el Calleja, no nos extraña nada que Teresa lo mire con cara de gustarle para yerno!". "Guapa hembra y qué bien canta la Tamara".  "Siempre es agradable escuchar los boleros de Los Panchos,  será por aquello de que si tú me dices ven...". "Mariñas, con su jersey lleno de bola y su eterno foulard, en su línea"."El torito tal cual". "La sobrina de la Pantoja es mona, pero no entendemos cual es su trabajo para tanto caché"."Cómo engaña el plató,  en directo es poco más que el salón de una casa", son algunos trocitos de comentarios de los visitantes, que hicieron un Sálvame paralelo a Qué Tiempo Tan Feliz. "Pero... Podrían ser algo menos distantes con el público, al fin y al cabo es quien les da de comer, y tampoco son dioses  ni descubrieron ninguna vacuna -y aunque así hubiese sido- como para no dirigir, aunque sea, un educado saludo". . "Mereció la pena asistir, ahora podemos ver la tele desde otro punto de vista, y se nos hizo corto y entretenido, sobretodo porque esperábamos el plato fuerte de Melendi para el final".  No nos decepcionó el asturiano con su porte de chicarrón del norte, su sonrisa franca y su nuevo estilo personal y musical.

                                                                                 " Melendi añadió el ingrediente principal"



Precisamente por esas cosas de la sencillez y la cercanía humana, mi comentario personal va para Edmundo Arrocet, más conocido como Bigote y actual compañero sentimental de Teresa Campos. Nos sorprendieron tres cosas de él: "Su elegancia, su simpatía y su humildad". Tal que así  que fue, junto con Melendi, el único que nos habló y nos miró. Enfín, que no se pide que nos inviten a comer a su casa, y se entiende que no pueden hacer excesivas concesiones a la confianza, pero un pequeños gesto, una mirada cómplice... El pilotito rojo y el telepronter se ve que eleva mucho de la realidad, aunque el trabajo verdadero lo hagan quienes están tras las cámaras: realizadores, redactores, etc..., que por cierto sí que fueron más cercanos. Como podéis imaginar, los comentarios en el viaje de regreso dieron para mucho.                                                        



Coyanes y coyanas por la Calle Mayor







Nos despedimos del plató, el mismo del controvertido Sálvame, con el buen sabor de la voz y la actitud de Melendi. Los encargados de seguridad nos acompañaron por el largo pasillo hasta la salida de Mediaset con la mejor de sus sonrisas, algo tendría que ver que uno de ellos fuese de origen asuriano. "Volveréis", nos dijeron. Tal vez, porque el tiempo se nos pasó volando y pasamos un buen rato. Ya sabéis eso de "si te hizo feliz, no fue un error".      

                   "Yo la recordé con coletas y calcetines blancos, saliendo de su colegio. Hora punta en el Metro..."

Algunas de las jovencitas de taitantos se perdieron un rato en la noche madrileña, y a la mañana siguiente Gran Vía nos esperaba con un sol radiante y una temperatura de primavera.Quien veía la ciudad por primera vez -pocas- disfrutó doblemente. Nos quedamos en el corazón de la misma. Ya sabéis, las distancias son grandes en esos lugares y la media de edad no estaba ya para maratones. Yo recordé viejos tiempos, lejanos ya, cuando vi por primera vez la calle de la Princesa, la Puerta de Alcalá, el Madrid de los Austria, Sol, el Mercado de San Miguel, la Plaza Mayor...Cuánto ha llovido desde entonces y, sin embargo, parece que no ha pasado el tiempo desde que bajara de Cea Bermúdez, pasando por Moncloa, en dirección a la Facultad, con ilusiones y decepciones, a partes iguales, aún sin cumplir  Las más animadas se acercaron al rastro con Jacinto, un vecino de Sobrescobio que vive en Madrid  y alargaron el paseo un poco más. Desde aquí le agradecemos su colaboración. También las gracias para mis dos amigas -Ana y Ana Rosa- que acompañaron al subgrupo del Plan B.

Ya a la vuela, Castilla con sus típicas puestas de sol, nos acompañó hasta nuestras montañas. Muchos de los lectores pensaréis que la noticia de este viaje no es para alargarla tanto. Pero yo os recuerdo aquello de que "viajamos con la intención de volver a nuestras vidas con algo nuevo, da igual la longitud de la distancia, el viaje siempre es un soplo de aire fresco que nos reconcilia con lo que dejamos atrás".Por otro lado,  si nos sentimos en algún momento perdidos en el "turullo" de la gran ciudad, donde sus habitantes caminan más seguros y expertos por la vorágine del tráfico y de la multitud, seguramente ellos envidiarán la paz de unos pueblos en los que se escucha el agua del río, el búho en la noche, los jilgueros por las mañanas y el único sonido de la lluvia repicando en los cristales cuando llueve. Imposible también lo tienen en la gran urbe el poder de elegir la gratificante soledad de esas sendas verdes de nuestra tierra como era.

Hasta el próximo. Ha sido un placer compartir con mis paisanos y paisanas un fin de semana por los "madriles".







martes, 8 de noviembre de 2016

El perfume del maltrato

No vayáis a pensar que siempre tuvo esas ojeras marcadas, ni su piel fue tan cenicienta en otro tiempo. Tampoco supongáis que sus andares cansados no fueron un día los pasos de una joven llena de vida, con el cabello brillante y claro, cuyas greñas se le escapan ahora a través de una fina coleta canosa. Ni mucho menos tatuaba en sus párpados sombras de la gama más oscura, que dan aires de muerte a su mirada. Las manos, esas manos callosas y ásperas, de uñas asimétricas, fueron un día finas y elegantes como las de la mejor pianista. Hubo primaveras en las que sus ojos brillaban y su mirada transmitía una paz para nada parecida a la desconfianza que ahora refleja. Pero todo eso fue un día, antes de que conociera a un hombre que cambió para siempre su presencia, su apariencia y hasta su esencia.

Hacía meses que venían observándose mutuamente, tal que así que ella sabía de memoria cuantas veces había dejado crecer la barba más de los tres días habituales y él conocía a distancia el olor de su perfume, a medio camino entre la rosa y la violeta. La tarde que los astros decidieron que diesen un fatídico paso hacia adelante fue un lluvioso Abril. El autobús no esperó a que la encargada de la perfumería de unos grandes almacenes diese tres pasos más rápido y el halcón aprovechó la ocasión que le brindó su presa. Se ofreció a llevarla hasta la casa de sus padres,a las afueras de la ciudad, con quienes vivía a sus treinta y cinco.  ¡Habiá soñado tantas noches con ese momento!. Al día siguiente,estaba solícito esperándola en su Audi a 3 DI  , cortesía de la compañía eléctrica en la que trabajaba con astucia, talento y dedicación. Recién cumplidos los cuarenta era un soltero de oro que no había desperdiciado el tiempo con la vida en general y con las mujeres en particular. Pero, a poco que uno fuese observador, tenía un raro gesto en la sonrisa que lo hacía sospechoso. Valeria recuerda que comenzó a temerle el mismo día de su primera cita oficial cuando, al despedirse, Carlos le ordenó autoriario: -"Llámame a las cinco,ni un minuto antes ni un minuto después". La experta en aromas que hasta entonces no había permitido a nadie que le diese órdenes injustas sintió un frío presentimiento en aquella imposición. Estuvo a punto de no llamarle, pero... tenía una mirada que la atraía de puro fría y ... ¡era tan guapo!. Siguieron con su cuento de novios más o menos normales. Nada particular en una historia de amor que comenzaba, salvo que en la segunda semana de encuentros Valeria ya no pudo ponerse la minifalda que le habían regalado sus amigas por su cumpleaños porque Carlos les insinuó que las mujeres que enseñaban las piernas por encima de las rodillas tenían algo de putas. No osó en las siguientes salidas ponerse la escotada camiseta de esa marca con reminiscencias imperfectas.  Su preferida porque tenía el mismo verde de sus ojos. Ya había tenido tiempo de comprender, en los discursos de las largas llamadas, con matices de detective, que no le gustaba que tuviese amigos, que riese a carcajadas, que bailase siempre que tenía ocasión, que fuese al cine, que cantara a viva voz -nunca pudo volver a tararear en su presencia las canciones de Amaia Montero que se sabía de memoria.Cuestión de suerte era su favorita: "Ahora que este adiós es tan valiente, ahora que se apagó la luz,  sabe Dios que es cuestión de suerte..."- ,que se perfumase en exceso, que hiciese uso de las redes sociales, ni que dejase insinuar la lunar de su escote.. Se fueron a vivir juntos al adosado que tenía Carlos al otro extremo del  barrrio más humilde de Valeria; un lugar de coches caros en los garajes, y poca comunicación entre los vecinos. No había calidad en aquel salón de cuadros caros y ausencia de flores donde por primera vez depositó sus maletas. Fue el mismo lugar en el que recibió el primer golpe en la mejilla, cuatro días después de haber colgado sus cosas en el lujoso vestidor. Había llegado del trabajo quince minutos más tarde porque fue a tomar un café con sus compañeros y en el momento que reía un gracia de de Manuel, sentado a su lado en la cafetería habitual, Carlos la vio al pasar desde el coche que tenía aparcado.La vigilaba todos los días desde antes de conocerle sin que ella se hubiese dado cuenta, aunque de vez en cuando notaba como un viento extraño que rozaba su nuca,  un presentimiento que jamás se había atrevido a confesar a nadie por si la tachaban de loca. Claro que los amigos con los que ella solía compartir jamás la juzgaban. De eso se dio cuenta quizás demasiado tarde. La obligó a dejar sus trabajo, y le controló hasta el más pequeño de sus pasos. Fue prisionera en una jaula de oro y vivió el infierno de la humillación física y sicológica. En su cara, una cicatriz en el labio superior cuenta la historia de la la última paliza, la que la llevó a marcharse definitivamente una mañana, tres años después de comenzar la pesadilla. Nunca olvidará que era lunes, porque -a diferencia de una mayoría- era el día que más le gustaba de la semana por aquello de los comienzos. El resto de la historia os lo podéis imaginar. La violencia es una espiral in crescendo y el machismo una enfermedad de difícil cura. En el centro médico cosieron su herida, pero no los estragos de su alma. Al menos, sigue viva, pero con la muerte de quien ha perdido la confianza, el interés y hasta las ganas de levantarse por las mañanas.No niega, aún cuando el horror borró casi todo lo bello, que vivieron amaneceres inolvidables y le hizo promesas tan de niño arrepentido que le impedían huir. Incluso alguna vez le pareció bueno.

Me contó su trozo de vida hace apenas dos semanas, cuando casualmente caminábamos en paralelo; ella en busca de un lugar donde asesoran a las mujeres en su situación, por el que me preguntó, y yo en busca de mi historia. Los trescientos metros que caminamos juntas me hicieron mirar más adentro a una de tantas mujeres que pasan desapercibidas por nuestro lado, y que esconden tristezas que jamás confesarán y tragedias infinitas en su cuerpo y en su alma.

La observé mientra se alejaba hacia la dirección que le había indicado. Cojeaba levemente, y llevaba roto el dobladillo trasero de su falda. Pero confié en encontrarla de nuevo vendiendo perfumes con olor a jazmín en uno de tantos centros comerciales de la ciudad. Quizás me animó a ese pensamiento la voz aterciopelada de Amaia, que salía de la radio de mi cocina apenas la encendí cuando llegué a casa: "Y ahora respira , mira hacia arriba, queda camino por andar, borra tus huellas, toma las riendas, solo es cuestión de caminar....". 

Asimismo acaricié pensativa el lazo morado tejido con encaje de bolillos que coloqué hace tiempo, sujeto mediante un clip, a la libreta de notas que siempre tengo en mi cocina. Es para  no olvidarme de las tareas en las que ahora también ando metida...

martes, 25 de octubre de 2016

La reina que llegó de un telediario

"Demasiado sexi", nos contaron algunos medios de comunicación acerca del vestido lencero negro que la reina de España lució en la noche del Concierto, una de las ceremonias clave de los Premios Princesa de Asturias. Veo que no nos hemos movido ni un ápice de los ancestros de la crítica sobre el vestuario femenino. Pero su década de los cuarenta, como ocurre en la mayoría de las mujeres, parece estar librando a Doña Letizia de esos complejos que les impiden ser libres. Olé por ella, independientemente de las simpatías o antipatías que pueda despertar. La reina que llegó de un telediario enseña segura sus brazos flacos pero musculados y luce sin tapujos su cuerpo delgado. Ajena al cotilleo, del que no me he escapado, se ha soltado la melena y sonríe al público. Excesivamene delgada para las opiniones de sus súbditos -el término medio es muy difícil de conseguir-, y próxima la fecha que nos recuerda la sorprendente noticia de quién sería la Prometida del Príncipe -en Haloween pasan cosas misteriosas-, tomen ejemplo de evolución las inseguras... Yo, que pertenezco a este grupo, hoy me levanté con la necesidad de reivindicar el escote descocado de Letizia, no porque sea mi Reina, de momento, sino porque es mujer.

Nació en Oviedo cuando la censura aún hacía estragos en los medios de comunicación y en el pop español triunfaba "Dama dama" -qué coincidencias-, de la malograda Cecilia. Hoy es la reina que llegó a nuestras vidas inmediatamente después de acabar la segunda edición de un informativo nacional un frío Noviembre. y cuyo futuro pasa por teorías inciertas. Sea como fuese, paradojas de la vida, con más de  una década de aprendizaje entre la casta suprema, aquella presentadora que nos hablaba de premios con títulos principescos, tan criticada por muchos, de ideas progresistas, divorciada, hija de un periodista y una enfermera, con ascendientes de clase obrera, es ahora, dicen, la que podría salvar la monarquía. Hay quien sigue preguntándose si fue por amor o por ambición el cambiar aquel chubasquero de reportera en el Caso Prestige por una Corona,a veces muy pesada. Nos preguntamos tantas cosas que jamás entenderemos respecto a las decisiones de los demás, ya sean reyes o nuestros vecinos de al lado... 

 La veda de las críticas se ha levantado y salpican y mucho a la antigua reportera. Las palabras más demoledoras sobre la reina Letizia salieron de la pluma de su propia familia, en el libro "Adiós, princesa", que su primo David Rocasolano le "regaló" a la ex periodista, donde contradictoriamente de lo que más se la acusa es con lo que más puedan simpatizar quienes presumen de ideas libres.Tampoco faltan otras "malas lenguas" que cuchichean sobre su pasado de  profesional fría y ambiciosa, las mismas que continúan diciendo, unas cuantas primaveras después  de su boda con Felipe de Borbón, que se ha vuelto distante; son quienes asimismo afirman que comienza a ahogarla esa vida de cristal, ambicionando ahora los instantes de felicidad con sus amigas en una terracita cualquiera sin que nadie controle cada uno de sus sorbos. Cuentan además por esos mentiremos que gusta de comprar ropa en esas tiendas para féminas de barrio.


Por tierras coyanas también anduvo Letizia de Borbón hace casi siete años para la entrega del Premio de Pueblo Ejemplar a la Comunidad de Sobrescobio. Fue la distancia más corta que tuve con su persona. Los que sólo la conocemos de observarla a unos metros o a través de pantallas y  papel rosa no podemos arriesgarnos a juzgarla tan alegremente. Pero si en algo despierta mi simpatía es ese comentario que circula entre el gremio de que únicamente ha invitado a su boda a una de las personas de más bajo rango en la antigua empresa periodística en la que había hecho sus prácticas. Doble lectura tiene esa decisión, pero quienes gustamos de las relaciones no de conveniencia, la aplaudimos. También cuenta la leyenda que, tras conocerse su enlace con el Principe -no sabemos si asimismo a ella se le habrá vuelto un poco rana a estas alturas del cuento- alguien coló bajo la puerta de su habitación en un hotel asturiano una nota que lllevaba por título: "No nos falles".

Rumores acuales susurran  que los fervientes monárquicos, los mismos que en su día no vieron del todo bien ese enlace entre sangres de distinto color,  se parapetan ahora tras los hechos y modales de alta cuna de la nieta de una locutora.  Dicen de ella que es lista; y eso no se compra por mucha sangre azul que se tenga. Una pena que hasta la despreciaban por plebeya los de su mismo status. Y una lástima también que la cirugía, no sólo la plástica, la vaya transformando en una hembra de escaparate. Nos gustaba más aquella que "osó" decirle a su prometido: "déjame que termine". Pero, como mujer espabilada que parece, supongo que si las exigencias de la historia desbancaran de su jaula de oro a aquella joven que hizo su último trabajo de informadora con un temple envidiable -sabiendo la que le avecinaba minutos después- lo entenderá. Supongo

Fotografía: Libertad Digital

martes, 11 de octubre de 2016

En el Día de la Niña, las que un día lo fuimos

"Le contaré a mis hijas que hubo un tiempo en el que nadie preguntaba a una niña que quería ser de mayor porque todo el mundo conocía la respuesta. Pero entonces las mujeres se levantaron y cambiaron la respuesta" (El secreto de Obama, Mónica Pérez de las Heras). 

Blanca me comentaba hace unos días, en una tertulia que compartimos sobre Igualdad, que su abuelo paterno la educó desde bien pequeña para que fuese una mujer libre. Le decía el viejo progresista: "cásate solo si quieres, ten hijos solo si te apetece, viaja, ama, lee, estudia, vete al cine, haz deporte, escucha música, vístete como quieras, sé solo tuya". Y vaya si siguió sus consejos. Me explicaba a propósito del tema que, a los veintipocos, acostumbraba a encerrarse en su habitación a leer y escuchar música. Cuando salía a la calle lo hacía vestida de gótica, exageradamente extravagante. "Todos me miraban", pero me daba igual. Me sentía bien siendo diferente y desafiando cánones establecidos, muchos de los cuáles a mí se me antojaban hipócritas. A sus cincuenta y pocos es ahora una mujer con un trabajo fijo en la administración pública, metida en la vida política de su municipio y comprometida con los temas sociales. Tiene carácter y las ideas claras, y dudo que se deje atrapar nunca por un rodillo machista, ni que deje a un lado esa rebeldía inculcada por el hombre que le marcó a fuego lo de la igualdad y los derechos femeninos.

Me acordé de las palabras de Blanca porque hoy es el Día de la Niña .Ya no sé si llegaron primero la celebración de tantos días en honor a algo o a alguien (de las montañas, de la sonrisa, del alzheimer, de los abuelos,de los animales, de la mujer rural, contra la xenofobia, de los refugiados...) o las redes sociales como medio para visualizar asuntos que exigen de atención; sea como fuese  todo lo que se haga no está demás. Tal vez mucho solo quede en logotipos, en bonitas palabras, en impactantes imágenes o en meros trozos de historia, pero menos es nada, y algún poso siempre queda;  ya sea removiendo conciencias o induciendo a hechos.

Muchos opinarán que las niñas de hoy en día pocas cosas tienen que reivindicar. Seguramente aquí, en nuestro país, la mayoría de ellas no, afortunadamente. Pero hay muchos lugares donde los derechos de las chicas están a años luz  de sus coetáneos masculinos. Violaciones, castraciones, esclavitud, negación de la enseñanza, machismo en el hogar, malos tratos paternos, y un sinfín de vejaciones que limitan la libertad y el desarrollo como personas de estas pequeñas mujeres que llegarán a adultas con un gran sentimiento de impotencia e inferioridad, y lo que es peor creyéndose ellas mismas que son de segunda, cuando no de tercera o cuarta. Por otra parte, mientras en cualquier lugar del mundo, y por la misma razón, alguien piense que él es un Don Juan y ella un putón verbenero, habrá un motivo para rebelarse, por poner un ejemplo.

También pensé en las niñas que un día fuimos las de mi generación, la misma que la de Blanca. Cuando nosotras nacimos era un tiempo en que las luchas feministas comenzaban a calar, pero en el que todavía no podían votar las mujeres españolas o acudir solas al Banco a resolver cualquier tema económico; mucho menos ir a tomar una copa con amigas o hablar más de tres minutos con un hombre que no fuese un familiar directo sin ser objeto de críticas; leyes orales o escritas que comenzaban a aprenderse en la escuela, donde estábamos separados por razón de sexo.Precisamente el año que nosotras nacimos,nació en España el Movimiento Democrático de mujeres, asimismo que nuestras madres se atrevían con las primeras minifaldas. Faltaba, por otro lado, un año para que nuestra mayoría de edad legal -25 para ellas, 21para ellos- se equiparase con la de los chicos. Por aquellos finales de los 60, aún estaba bien visto que un hombre ejerciera arbitrariamente la autoridad sobre su novia, hermana, esposa o subordinada; una autoridad que tenía carta blanca para cualquier tipo de maltrato. Lo que se disculpaba en el macho era una mancha imborrable en la mujer, y si ésta destacaba en algún arte o ciencia o sabía más que él debía de disimularlo. No en todos los casos; algunos hombres, como el abuelo de Blanca y otros cuantos, algunos de los cuáles traté muy de cerca, infundaron inquietudes y no temores en las niñas que tenían a su alrededor. Entre eso y el coraje de otras féminas que no cedieron al desaliento hoy podemos ser más libres y más iguales por esta geografía, aunque todavía hay mucho machismo encubierto y, en ocasiones, poca solidaridad entre las mujeres.

Mi hijo pequeño llegó el otro día de la escuela quejoso de que las chicas, con eso de que pasaron siglos padeciendo desigualdades, ahora se pasaron al otro extremo. Me da ternura como reivindican ahora ellos su parcela de poder, porque dicen que las niñas abusan de sus derechos y quieren relegarles a un segundo plano. Yo le hablo de la ley del péndulo y esas cosas, y quiero convencerle de que nadie es más que nadie, solo iguales, salvo en la anatomía.  Sin embargo, a pesar de que las cosas han cambiado mucho,cuando las mujeres hablamos del tema, convenimos en que determinados roles tienen un gen ancestral que explica ese poso de  superioridad varonil, por mucho que se encubra de Igualdad.

Por eso, cuando ayer abrí en mi correo un mensaje para que firmase apoyando que la Real Academia añadiese al diccionario la palabra sorodidad, que viene a ser lo mismo que la fraternidad en versión femenina; vamos la hermandad entre las mujeres, pensé que lo que en un principio parezca querer rizar el rizo del feminisno tal vez tenga su punto de equilibrio. Tantos años inclinando la balanza hacia el lado de los varones necesita de visualizaciones más o menos prácticas. ¿Os imagináis ahora no poder decir la jueza, la médica, la abogada, la ingeniera, la empresaria...?. Pues, en su día, fue motivo de desdenes, y vaya si costó normalizarlo.

¡Feliz Día de la niña!, da gusto verlos siendo amigos y amigas al salir de las aulas desde el parvulario, y tratándose como compañeros, al tiempo que van entendiendo por qué es necesario seguir reivindicando. Y qué bueno que las chicas ya no quieran ser princesas. Incluso alguna de sus sudaderas lleve grabado: "Cenicienta no quería un Príncipe, quería una noche libre y unos zapatos...".

Fotografía 1: Con mis primas, por la Ruta del Alba, en un verano de nuestra niñez.

martes, 4 de octubre de 2016

Voy comprate unes madreñes...

"¿Le podemos hacer una foto con esos zapatos de madera?", preguntan ahora con frecuencia los turistas a las personas que aún llevan "madreñes" por las aldeas asturianas. Sus incondicionales caminan con ellas con la misma destreza que los visitantes calzan sus botas de senderismo. Desde que las calles de los pueblos han sido mejoradas con adoquines más cómodos y limpios, a la vez que hay infinidad de sustitutos para ese calzado de madera, alzado con talón y dos tacos delanteros,  les madreñes -esta palabra es como les fabes, pierde su autenticidad si no se escribe en su lengua autóctona-, comienzan a ser un elemento típico en extinción, cuando no un objeto de deseo, por el que ya han cometido algún delito. Si no que se lo digan a unos cuantos de mis vecinos que han viso desaparecer sospechosamente sus zapatos de faena, intuyendo que alguien los ha cambiado de sitio para el museo de las antigüedades caseras.

A mí me encantan les madreñes. Apenas comienzan los días de frío, incluso algunos grises de verano, tengo claro qué calzar en cuanto salgo de la puerta para afuera los fines de semana. Ahora vuelve a dignificarse su figura y se han multiplicado los modelos y colores. Pero, independientemente de su estética, las propiedades de este complemento tan asturiano no tienen parangón: aíslan del frío, de la lluvia, mantienen limpio el calzado que va dentro, son fáciles de quitar y poner, y realzan la figura; gracias a unos abundantes centímetros que nos separan del suelo cuando las calzamos. De ahí la canción que aún me parece que estoy oyendo entonar a mi padre: "Voy comprate unes madreñes, de tacón y que llevanten, que yes pequeña y nu alcances a los brazos de tu amante...".

Por otro lado, también este calzado forma parte de la otra vida que tan de moda está darle a los objetos, y lo mismo te las puedes encontrar a modo de portafotos, de maceteros,de portalápices,de recipiente para flores perfumadas o de soporte para bolígrafos, dependiendo de su tamaño Asimismo,  si una bloguera de la moda, pongo por caso a Paula Echevarría, las usara por la ciudad, sería el complemento revelación del otoño-invierno, junto con el rosa cuarzo de sus camisetas, o el  de su falda del color del vino Marsala.

Luego está esa relación de afecto que  los niños de aldea tenemos con les madreñes. Entre los privilegios de nuestro pasado anotamos el de haber ido a aprender las primeras letras con los pies bien calentitos y en zapatillas. Imaginaos la estampa del portal de un pequeño edificio de escuela, con unos veinte pares de madreñes, del número 25 al 38. Más atrás quedan las historias de los artesanos que iban por las casas a hacer madreñes para toda la familia. Se instalaban en las humildes viviendas unos días para hacer el trabajo y a cambio recibían, si no un pequeño salario, productos típicos de la tierra que pisaban. De esos tiempos nacieron amistades verdaderas que pasaron de generación en generación, incluso hay historias de amores en madreñes, por aquello de que se llevaban al baile las las reservadas para el Día de Fiesta además de para ir a la iglesia:  Hace pocos años, un representante del clero algo tiquismikis ha amonestado a unas feligresas porque "no se puede venir a misa con el calzado que llevan a los cerdos", cosa que nunca fue así por lo que os conté de unas madreñas para cada ocasión.

"¿Vamos a hacer trastaes", nos decíamos los nenos y les nenes de cuando en cuando, y una de nuestras travesuras infantiles era esconder una madreña a algunos vecinos y cecinas, que tenían en sus aceras y portales. "Que pucu se nota que tan con los cures y les monjes, mante", les decían como reproche a nuestros padres.

.Ahora el oficio de madreñero artesanal está en extinción y son contados estos profesionales en nuestra región; por eso la importancia de valorar su singular trabajo, de auténtica ingeniería para  quien no sabe dar forma a un trozo de madera. Qué lejana queda la realidad de otra famosa tonada asturiana: "Baxaba Barrial de Casu, con un sacu de madreñes, grandes y pequeñes, y a peseta el par. La Madera de abedul..." Y cómo ha llovido de la Peseta a los 35 Euros que suelen costar en la actualidad los zuecos astures. No hay constancia de cuándo aparecieron los primeros zuecos de madera, aunque se piensa que la idea primitiva fue una plancha de madera atada al pie con una cuerda. Antes que las que ahora todas conocemos -la madreña de zapatilla- se usaban las de escarpín, más robusta y de boca cerrada.Y antes de las gomas de sus tacones estaban los "claos", cuyo ruido en las noches de aldea sigue despertando nostalgias en la memoria de los más veteranos.

 Por todo lo anterior,  decir madreñes es decir trabajos de otras épocas, es hablar de manos hábiles, pieles curtidas, gestos toscos, corazones tiernos y pisadas cálidas. Decir madreñes es decir aroma  a caminos con olor a tierra mojada, a trabajos en el campo y a historias superpuestas en nuestro tiempo de plásticos y momentos efímeros. Decir madreñes es decir una tradición con el alma de los pasos, que cantaría Serrat.



martes, 27 de septiembre de 2016

Hojas muertas


Una persona con la que hablo a menudo me cuenta que tenía la costumbre de adentrarse  con su pareja en el bosque para escuchar cómo hablaban los árboles. Era cuando pasaban temporadas inolvidables en su cabaña en el corazón del monte del Parque de Redes. Buscaban, ya entrada la noche, lugares inhóspitos en el epicentro de la naturaleza, que por allí era espléndida, y se quedaban paralizados oyendo a los gigantes de hojas murmurar.

Me explica este anochecer parlanchín, mientras con la mirada busca si ya ha salido su estrella , que se dejaban envolver por la fortaleza de los robles, la elegancia de las hayas, la contundencia de los castaños, la seguridad de los fresnos o la astucia de sus hermanos más pequeños. Tenían entonces la sensación de fundirse en aquel realismo mágico y ser parte de raíces eternas  y  hojas libres, unidas sin embargo por ramas seguras. Es ahora uno de esos recuerdos que la ayudan a vivir en otoños menos amables.

 No recuerdo muy bien si llovía, pero estoy segura de que empezaban a volar sin rumbo fijo las hojas secas por la acera que más frecuento durante la semana. Aquella tarde de otoño medio cálida medio fría, medio triste medio alegre; sí, como la de hoy, como las de casi  siempre, pensaba en la importancia de las cosas más pequeñas -a medida que van pasando Septiembres valoras más lo insignficante- , y comencé a escribir este blog.

Es increíble lo ingenuas que te pueden parecer tus convicciones, tus escritos o tus acciones, pasado un tiempo.  Pero sigo pensando que  con que una centena de personas -por ese número de lectores comenzó mi blog-,  se paren unos minutos a leer esas palabras que les vas hilando, es para sentirse satisfecho. Es más, con que solamente unos ojos se pongan en la piel de tus pensamientos ya debe hacerte sentir bien. Hay que ejercer la humildad aunque se tenga treding topic todos los días, que diría San Agustín de haber vivido en el siglo de las ondas digitales. Ahora que mi blog contabiliza muchas más, el viaje a ninguna parte que es lo que se escribe en forma de articulitos,  parece un camino sin retorno. A veces, me planteo parar, pero la ocurrencia dura poco. Es tan guapo poder usar y comunicarte con las palabras para expresar unos sentimientos que rara vez se dejan o se saben mostrar en su pureza con el trato cara a cara.

Por otro lado, toda una aventura la de llegar a verdaderos desconocidos que, por unos minutos, entran en tus vivencias, en tus fantasías, en tus consejos o en tus opiniones; según cuadre el día o el momento. Y qué decir cuando te encuentras por la calle a un vecino del que ni te consta que tenga Internet, y del que apenas sabías nada por esas cosas de la vida que te lleva por derroteros lejanos, y te comenta que sabe por elblogdebertasuhe que ya has cumplido los cincuenta ... También he de confesar que esas situaciones son las que me llevan al vértigo de la responsabilidad de las malas  intenciones, las erróneas suposiciones y las malicias, que haberlas haylas...

Todo tan igual y tan diferente en nuestras vidas también de estaciones. ¿Sabrá el otoño que ya no le miran algunos ojos, que ya no le sienten algunas manos? ¿Conocerá la antesala del invierno que vamos perdiendo tantas cosas en su camino?.¿Sabrá de nuestros amigos, de nuestros planes,  de nuestros olvidos, de nuestros agravios y de nuestras decepciones? ¿Le llegará la noticia de que van creciendo nuestros hijos? ¿Presentirá  la estación de los ocres nuestros odios y nuestros afectos más allá de las apariencias? Claro que quién los conoce realmente... Precisamente algunas personas escribimos para dejarlos colarse por entre las palabras en forma de metáforas, de comparaciones, de hipérboles, de metonimias de símiles, de personificaciones...

Pero siempre vuelve un  otoño similar al  que me animó a escribirle en aquellos primeros pasos como bloguera. Es la seronda de la fauna autóctona, que sigue acudiendo leal a su cita con la naturaleza para hacer eterna la sangre de su sangre, el de las cigarras que ya van menguando su canto cuando la luna es más distante, el de las luciérnagas que  apagan primero sus luces, el de las aves que no son de paso preparando refugios seguros... Seguimos asombrándonos, como si nada hubiese pasado,  con el reclamo del búho y otras especies de vidas nocturnas, cuyo eco el viento arrastra hasta el mismísimo asfalto, y seguimos esperando que nos cuenten un cuento y otro cuento para no morir de realidad.

A lo lejos,  en los bosques que nos rodean, se escucha  insistente el murmullo de los árboles, con el quejido ancestral de  cómo van perdiendo sus hojas y su suspiro esperanzador de que regresarán, aún más fuertes,  la próxima primavera. Los árboles hablan. Yo también los he oído. Buen otoño.


miércoles, 21 de septiembre de 2016

Pacem

"El hombre  feliz  es aquel que, siendo rey o mendigo, encuentra la paz en su hogar" Johann W. Goethe

Con las palabras ocurre como con las relaciones personales: a veces pierden su esencia de tanto malgastarlas. También con la Paz, en latín Pacem, para variar el sonido. Por cierto,que Pax pacis fue una de las primeras palabras que nos enseñaron a declinar cuando la lengua de Julio César era aprendizaje obligatorio; por lo demás un guiño este título a mi querida amiga Beni,  profesora de esa lengua madre. Amor, Amistad , junto con Paz es posible que sean algunas de los términos más utilizados en prosa, poesía, teatro, frases célebres, canciones... o cualquier otro medio con que se pretenda transmitir un mensaje. Debido al frecuente recurrir al vocablo que hasta tiene denominación de Nobel,  tengo en el archivo de mi memoria -que ya no es la que era, dicho sea de paso- multitud de expresiones conocidas  para usarlas, cómo  no, en el Día Mundial de la Paz. Son esas frases que se van inmortalizando acerca del estado personal o colectivo que tan fácilmente se profana con pensamientos palabras, obras u omisiones. De entre las que recuerdo ahora me quedaría, además de con la del inicio, de Goethe, con una muy práctica que asegura que, la mayoría de las veces, compensa más tener paz  que tener razón. Será por aquello de que  la batalla mejor ganada es la que no se empieza.

Luego, los que nos educamos en infancias de misas de Domingo y Fiestas de Guardar, no olvidamos la despedida del cura en cada oficio: : "Podéis ir en paz".  O, en mitad de la ceremonia, aquella mecánica letanía de "mi paz os dejo,  mi paz os doy", repitiendo por millonésima  vez lo que dicen que dijo Jesucristo. Sin olvidar lo de "podéis daos fraternalmente la paz", con lo que si te tocaba alguien no grato al lado siempre aparecía la mutua duda de si tender o no la mano del vecino o vecina. Se suponía que en ese recinto sagrado se debían de aparcar odios y demás pecados. De hecho, es posible que muchos tuvieran esa intención, pero una vez traspasado el umbral, a la salida, no había quien controlase las vísceras y uno volvía a sus buenas o malas costumbres de amor y odio.

Blas de Otero pedía la paz y la palabra en su conocido poema, y Benedetti hablaba de paz recordando a Salvador Allende: "Para matar al hombre de la paz, para golpear su frente limpia de pesadillas, tuvieron que convertirse en pesadilla. Para vencer al hombre de la paz,  tuvieron que congregar todos los odios, y  además los aviones y los tanques...". Un  ídolo de nuestros quince años quería hacernos creer que amaba a alguien con la paz de las montañas, y los hippies de la década en la que muchos de nosotros nacimos tenían la paz y el amor como su grito de guerra. Pero una de las mayores evocaciones de la palabra que hoy se celebra es la que transmite un niño durmiendo, que  también cantaba Mocedades.

Como todas las bellas palabras, les sonarán totalmente superfluas y huecas a quienes padecen las consecuencias de unas guerras, unos fanatismos y unas injusticias en las que no caben poemas. De poco sirve dibujar la paloma de la paz mientras que la miseria se ceba con millones de seres humanos, a los que nos asomamos de reojo, y como si deseándoles la paz fuese suficiente para disfrutar de nuestros privilegios con menos sentido de la preocupación, cumpliendo así con nuestra insignificante parcela de solidaridad. Enfín, el Día de la Paz, como todos esos días que se celebran con mayúsculas no es el alimento que la parte más desafortunada del mundo necesita pero, mientras la invocamos el efecto mariposa de los pensamientos siempre tendrá alguna buena consecuencia. Y, también a modo de consuelo, siempre podremos pensar en el título de la película protagonizada por Coronado: "No habrá paz para los malvados", aunque no sé yo.

Luego, está uno de los halagos más bonitos que se pueden decir de otra persona: "transmite paz". Conozco a unas cuantas con esa gran cualidad. También están a los que ponemos un puente de plata cuando se van, deseándoles que lleven tanta paz como dejan. Pero este no es el caso...


Fotografía hecha por Carolina Gutiérrez García, desde la paz de las montañas de Faidiellu.(Parque de Redes),a comienzos de la pasada primavera.

martes, 20 de septiembre de 2016

Cohousing

Entre el hacerse mayor con los viejos conocidos y el co-housing -envejecer con los amigos-, han pasado ya siglos. En la hilera de casas de un barrio de mi pueblo -dos de sus viviendas son las que os muestro en la foto-, el más antiguo por el número de casas viejas que hay juntas, ahora más despoblado, vivían Ramona y Pelayo, María y Celedonio, Generosina y Llorencín, Gilda de Roces, los hermanos Melendi, Kiko y Virginia, Nieves y Josefa, Concha y Constante; no todos en el mismo tiempo , pero sí en una época cercana;  algunos con su prole, y otros eternos "solterones", con el encanto de los mordaces gruñones, algo más puñeteros que el resto, por aquello de que es fácil criticar sin piedad lo que no se ha vivido.  Como nada está inventado, era un ensayo de las modernas modalidades de envejecimiento con independencia y dignidad. Los más jóvenes ayudaban a los mayores y, a su vez, los segundos servían de cuidadores de niños y otros ancianos en peores condiciones; incluso de  periodistas de temas varios, que por entonces lo de los medios de información actuales no existía. Compartían asimismo comidas, carencias, risas y duelos a partes iguales.
Miedo me da, porque los que tenemos ya esa edad -rara porque ni nos sentimos mayores ni somos jóvenes- ya empezamos con conversaciones de lo que nos gustaría hacer dentro de unos años, siempre con la incertidumbre lógica de los acontecimientos y del devenir que no suele ser como uno se lo imagina. "A mí no me gusta la soledad", dice María, que asegura que vendería su alma al diablo con tal de no verse en esa tesitura. Juan, por el contrario, dice que aguantará en su nido, solo o acompañado, mientras el cuerpo aguante. A unos cuantos y cuantas más nos encanta la idea de una especie de comuna en la que cada cual aporte sus valías para ayudar a sus compañeros. "¡Menuda orgía octogenaria!", dice con picardía Inés, para quien esa utopía es difícil de cumplir porque para entonces ya no estaremos para organizar y ahora que sería el tiempo no hemos empezado. Esteban piensa que acabará como un ermitaño porque reconoce que, a pesar de que valora más los quereres auténticos,cada día siente más necesidad de estar solo. Vamos, que se aguanta cada vez menos a si mismo, como para pensar en un futuro de cercanías vecinales y comunitarias. Nada que no sepamos de esa necesidad de aislamiento transitorio que nos va invadiendo al tiempo que cumplimos otoños. "Con que haya Wifi donde caiga me conformo", les aseguró yo tan en broma como en serio...

miércoles, 7 de septiembre de 2016

Ningún tiempo es perdido



  • Ningún tiempo es perdido siempre que uno tenga la sensación de no malgastarlo. Así que hasta del sopor de una tarde de Agosto, a comienzos de Septiembre, se pueden sacar buenos momentos, que es de lo que se trata. 

  • En el lento transcurrir de los minutos de estas sobremesas de los últimos días de verano, leo. Nada que exija excesiva concentración. Algo fresco, colorido, ligero y superficial como las páginas de una revista del corazón. Si acaso también se ojea un libro breve o algún suplemento dominical, con el que aumenta tu impresión de calor debido a esos reportajes atemporales, en los que te encuentras las fotografía de un público excesivamente abrigado para los cuarenta y pico grados actuales. Mentiría si os contase que no tengo al lado el móvil, ya un apéndice más de la naturaleza de muchos de nosotros. De lejos, escucho a unos niños decir que van a jugar a islamistas; nada de qué escandalizarse dado su relación con la actualidad y nuestra memoria del juego de indios y vaqueros de aquella otra nuestra  niñez. Este inciso me lleva a tararear bajito una estrofa de aquella canción: "Quién les dirá cuando crezcan que los hombres no son niños. Que no lo son, que no lo son".

  •  Intento desconectar de los agravios de un mundo imperfecto, alejado de la poesía, desde mi sencillo paraíso -un pequeño prado, cuatro rosas y la sombra de unas montañas eternas- leyendo que Banderas sacará en breve su propio libro de poemas; le pasaría alguno de los versos breves  de B. R. si fuera posible que le llegasen. Y observo que el tiempo pasa también para los guapos, ricos y famosos . Detallitos de la edad a un lado, cómo lucen de bien la mayoría de los habituales del papel cuché  en bañador, bikini o facekini (lo del clip vaginal queda para publicaciones más especializadas). Me entero asimismo, por estas revista que pasan de vecina a vecina -hay que amortizar la tinta de color- de que la relación con Melanie del protagonista de Matador es un ejemplo para los matrimonios rotos.Cómo, si no, le escribiría vía digital la madre de su hija: "Feliz cumpleaños a mi macizo exmarido". Por cierto,  la actual pareja del malagueño lleva el nombre de mi gata, un punto más en común con el versátil e implicado actor. Enfin, que Antonio Banderas, también metido a diseñador y próximo a los sesenta, continúa sin decepcionar y parece feliz con un polo de su colección al que no ha hecho más que quitarle el cuello para convertirlo en diferente. Cosas de la excelencia de la sencillez y de quien no le gusta perder el tiempo. Como nota menos desenfadada, me comenta una amiga que ha leído una entrevista en la que el novio de Nicole se barrunta un triste futuro para los jóvenes de nuestro país. Esperemos que esta vez  la astucia de "el zorro" solo sea un presentimiento pasajero. Por otra parte, con esa sencillez propia de los grandes, que no van de divos ni de más que nadie, Antonio asegura que pasará la última etapa de su vida donde están sus raíces... ¿Dónde si no?

lunes, 13 de junio de 2016

Manolín el de Matilde


"La discapacidad no está reñida en absoluto con la felicidad"

Vivió la mayor parte de su vida en el pueblo casín de Tanes, y pasó a la historia del municipio como uno de sus personajes más populares. Una especial vis cómica, un sentido extremado del orden, un amor incondicional por el Ejército y la Guardia Civill -no en vano su padre era hijo del Cuerpo- y una divertida faceta de cantautor (“Ay madre, madre, tiróme la jarra, tiróme la leche, tiromelo tou…”), hicieron de Manuel González Pérez una leyenda entre quienes le conocieron y supieron de sus hazañas.

Desde niño comenzó a sentar las bases de esas historias que ahora pasan de padres a hijos cuando se recuerdan capítulos de personajes únicas de la aldea.. Sus características físicas y síquicas algo diferentes al común de sus contemporáneos nunca fueron un impedimento para dar muestras de gran astucia. Especialmente conocida era su manera de escaquearse de las tareas que sus abuelos, con quienes vivía, le tenían dispuestas. La abuela Matilde picaba desde la cocina al suelo de la habitación del nieto que tanto le gustaba dormir. Manolo abría un ojo, buscaba a tientas sus zapatillas y las arrastraba un poco por la madera para que todos pensasen que estaba levantándose. Al cabo de un buen rato, subía su abuela alarmada por la tardanza y encontraba al chiquillo como un tronco con el calzado dispuesto para repetir la faena por si lo reclamaban nuevamente.

Seguramente los antiguos trabajadores de El Carbonero (ahora Alcotán) recordarán el día que dejó a uno de sus cobradores –una figura ya desaparecida la empresa- “a pata”. Regresaba Manolo a Tanes, desde Tudela Veguín, donde pasaba alguna temporada con sus padres,  después de que su madre le pidiera, como siempre, al cobrador –que conocía sobradamente al chico- que estuviese atento para que se bajara en su destino. Manolo, buen observador y mejor imitador de voces, se dedicó parte del trayecto a escuchar el diálogo entre conductor y cobrador, quedándole claro que el vehículo arrancaba a la voz de "¡Vamonosss!". En el pueblo lavianés de Muñera el cobrador se bajó a dejar unos paquetes como solía hacer en todas las paradas. Manolo exclamó: "¡Vamonosss!" con una imitación de voz y entonación perfectas y el conductor arrancó el autobús dejando a su compañero brazos en alto en la parada. Un vecino tuvo que arrancar su coche para que el trabajador alcanzase a su compañero en el próximo alto del autobús.

La iglesia y toda su parafernalia eran otra de las curiosidades del célebre casín. Se pasó años mostrando su deseo por conocer al Obispo, por lo que no sorprendió a nadie que el día que este alto cargo del clero visitó el pueblo, el párroco del lugar –que sentía una gran simpatía por Manolín- lo llamase para presentarle al prelado. -Mira, Manolín esti ye el Obispo”, le explicó el cura. Con toda la naturalidad, el muchacho miró de arriba abajo a aquel señor tan raro y exclamó: “¡Ay paxarón!, sorprendido por la vestimenta y los adornos que llevaba aquel hombre tan raro; seguramente decepcionado porque no era aquella la imagen que él se había creado del máximo sacerdote.

También sembró cátedra en la cocina. Cuando tenía unos ocho años, y habiendo oído  comentar que  las mujeres recién paridas  debían tomar caldo de gallina, decidió ir a casa de su vecina, que acababa de tener un niño y se encontraba en la cama con el recién nacido. Soledad comenzó a oír unos ruidos extraños (tras tras, tras tras…).. Bajó las escaleras y se encontró con una gallina viva, metida en una cazuela sobre la cocina de carbón encendida. El ave luchaba con todas sus fuerzas por salir de aquella prisión. Los golpes que se escuchaban era la tapa de la olla que subía y bajaba cada vez que daba un salto la gallina que Manolo había cogido en el gallinero de su otra madre.

La etapa final de su vida, y obligado por las circunstancias a abandonar el pueblo donde tantas caleyas recorrió, Manolo la pasó en casa de su único hermano. Una de sus últimas “trastadas” la  realizó un día que la mujer de Carlos le llevó a visitar a una amiga. Gran amante también de la pulcritud, el protagonista de esta historia acostumbraba a peinarse –siempre traía un peine en el bolso de atrás de su pantalón vaquero- y asearse en algunas de las casas que frecuentaba. –“Nena voy al bañu”, le dijo a su cuñada Blanca. Como tardaba en aparecer, entraron al aseo y se encontraron a Manolín cantando bajo la ducha una de sus originales composiciones. que a veces arrancaba por rancheras, otras por tonada asturiana y en la mayoría de ocasiones con ritmo propio.

Sus innumerables aventuras darían para escribir un libro de muchas páginas. Esto es solo un pequeño esbozo de algunas anécdotas que quedaron apuntadas en el cuéntame casín para rememorar a una de esas personas que siempre conseguía sacar una sonrisa a sus paisanos y paisanas, incluso muchos adoptaron como propia su evasiva de casarse siempre "pa mayo", y ahí siguen con la disculpa... Como a todos nosotros, a Manuel lo que más le importaba era lo mismo que  en realidad le interesa al común de los mortales:que nos quieran más. Por eso repetía con frecuencia la  archifamosa de entre sus frases:  "¿quiéresme prenda?" (para los que desconocen el idioma del concejo de Caso,  prenda es sinónimo de mi  vida, cielo, cariño, etc...).

 Hoy, a  modo de despedida,  otra expresión que acostumbraba a decir el célebre personaje del municipio más alto del Valle del Nalón:  “Ta  luego nena, mañana marcho p´al Ferral” (Cuartel militar leonés).


En la imagen, Manolín con una de sus poses preferidas. 
 


domingo, 12 de junio de 2016

El Príncipe infiltrado


Todos los fines de semana, en el trayecto de Oviedo a Redes y viceversa, recorremos un buen trecho de carretera construida sobre las galerías mineras de la Cuenca del Nalón. "Aquí, en el Pozu San Mamés picó carbón  tu abuelo. Allí, en el Sotón, trabajaba su hermano de barrenista. En la mina de Llaímu, perdió la vida  el mayor de todos ellos, cuando tenía 18 años.  Es muy duro, sobretodo en el pasado, el  trabajo de los mineros; un ejemplo de lucha  y compañerismo laboral"  les repito, hasta aburrir, a mis hijos, que ya poco saben de la indiosincrasia minera. Otras veces,  les cuento un cuento de un Príncipe que fue minero...

Sucedió en el siglo pasado en la mina asturiana  de El Sotón, cuando en nuestro país imperaba la Dictadura franquista y en la Cuenca minera asturiana el sindicalismo reclamaba la nacionalización de la minas y la excarcelación de los detenidos políticos. El  Primero de Mayo de ese 1962 también las crónicas hablan de "un hecho admirable ocurrido en el Parque de Sama: los socialistas permitieron participar a los comunistas en uno de sus mítines".Qué cosas...  Por supuesto que  las redes sociales no podían dejar constancia de ninguno de esos instantes porque eran un universo aún por descubrir. De haber existido, la foto con el Príncipe minero hubiese sido viral.

Cuentan las crónicas de la época que Carlos Hugo de Borbón-Parma y Bourbon-Busset quiso vivir en carne propia la vida minera,  y comenzó a trabajar en el Pozo Sotón, con una identidad falsa. Se hizo llamar Javier, y alrededor de un mes fue un minero más. Dormía en la colonia residencial de la Plaza del Sotón, que con anterioridad había sido barracón y residencia penitenciaria -en la que a los trabajadores se les conmutaban penas por trabajo-, y formó parte de una plantilla de hombres que trabajaban en  condiciones laborales duras, y que picaban carbón y derechos con el mismo coraje.

Fue el último día de la estancia del tío-abuelo de Felipe VI,  cuando al salir de la jaula la prensa había invadido los exteriores de la mina, y el Candidato al trono de España tuvo que descubrirse, aunque algunos de sus compañeros ya sabían de su verdadero origen. Son los mismos que cuentan de él que era un joven sencillo,educado y simpático.  Enmendado el engaño,  esa última jornada en la Brigada de Camineros,  invitó a sus compañeros a comer al restaurante del pueblo casín de Coballes, negocio de referencia de la época, y ahora cubierto por las aguas del Pantano. Consta que pidieron fabada como plato principal y que el primo de Don Juan Carlos dio muestras de buen apetito -el trabajo duro suele abrirlo- y que repitió de ese primer entrante.

Pero qué sería de una buena  historia sin amoríos. Tampoco faltaron en ésta. El  "Sálvame" de aquellos años sesenta nos contaría que "Javier" tuvo amores con una chigrera de El Entrego. Nada que extrañar, porque el Príncipe tenía aires aristocráticos, aún con sus ojos pintados de carbón, y ese porte seductor en el que suele colaborar haber nacido en buena cuna, por mucho que nos neguemos al valor de la apariencia. Tampoco me cuesta imaginarme que la chica que visitaba en el bar entreguino lo hiciese dudar entre las princesas y las plebeyas, que ya sabemos que las segundas tiran mucho en nuestras monarquías. Y a buen seguro que le cantaría algo de la canción de moda ese año, "Amuleto de Cuatro hojas", con su porte de caballero inglés: "No quiero un trébol de cuatro hojas... tu amor vale todo el oro del mundo", emulando al gran Elvis Presley.

No le costó al Borbón congeniar con los representantes en estado puro de la lucha obrera -políticos, sindicalistas y trabajadores-, porque los Borbón-Parma eran el verso suelto entre la realeza europea. De hecho, el general Franco se deshizo en cuanto le fue posible de la saga, enviándoles al exilio sin piedad. Además, un cierto viraje al rojo teñía su sangre, de naturaleza azul. Como prueba, en las palabras que dejó escritas el Secretario General del Partido Comunista. Santiago Carrillo, reconocía que había establecido una estrecha relación con esta rama de los borbones, defensores a ultranza del carlismo, durante su estancia en París.

Carlos continuó con su aristócratica vida, primero de estudiante en prestigiosas Universidades y después como empresario de élite. Se casó con la Princesa Irene de los Países Bajos, con la que tuvo cuatro hijos y varios nietos -de los que algunos seguimos teniendo noticia por la prensa rosa, amarilla y demás colores-, y de la que posteriormente se divorció.

Aunque el auténtico cuento de hadas hubiese sido la vuelta de Carlos Hugo años después  al tajo negro, y que un anochecer de primavera se hubiese aparecido con una rosa roja para su princesa plebeya. Por supuesto que eso no sucedió, pero  en la visita guiada al Pozo Sotón,  nunca falta la mención a la estancia del Príncipe Obrero es esta mina asturiana. Así que observad bien a quienes os encontréis en vuestro itinerario cotidiano, que las apariencias engañan. Por otro lado, el rapport -un anglicismo muy utilizado en las clases de inteligencia emocional- ya véis que fue practicado cuando tampoco se era consciente de su utilidad. Ponerse en el lugar de los demás ayuda a entenderles y hacerse querer, aunque luego cada cual vuelva a su refugio; unos a los barracones y otros a los palacios...


Foto 1: Un primer plano del Príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma

Foto 2: Residencia de trabajadores en la plaza minera donde se hospedó el Dirigente carlista.

Foto 3. La imagen más emblemática del Pozo Sotón, por donde se bajaba en la jaula al interior de la mina.