miércoles, 2 de noviembre de 2011

A menudo los hijos...


"Nada puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan, y que un día nos digan adiós" (Serrat)


¡Qué difícil tarea la de ser padres...! Cuando se sopesa la idea de tener hijos cuesta imaginar la cantidad de consecuencias que acarrea el hecho de traer un nuevo ser al mundo. Únicamente uno alcanza a figurarse su olor a colonia infantil y a ropita lavada con detergente para prendas delicadas. También intuyes su piel suave, sus risas inocentes y los primeros balbuceos. "A menudo los hijos se nos parecen y, con ello, nos dan la primera satisfacción",  pero las inimaginables contrariedades llegan cuando detectamos que también cargan con algunos de nuestros defectos. Las congojas empiezan a aparecer cuando asimilamos que un hijo no es nuestra propiedad, ni está hecho a la medida de nuestros gustos e intereses.Tampoco existe un libro de instrucciones para hacer algo perfecto de ese ser único e irrepetible.

Con los primeros garabatos de sus trabajos en Preescolar comienza a mostrarse su personalidad. Y el ideal de esa  persona que nos gustaría esculpir comienza a limitarse cuando debemos hacerles entender que nada es fácil. Rápido llega el juego de las comparaciones, nuestros esfuerzos porque sepan, en tiempo record, de todo. Nos empeñamos en que sean los mejores deportistas, excelentes estudiantes e, incluso destacados músicos; sin descuidar que tengan buen carácter y correcta educación. Por supuesto, los más guapos.

Quien se empeñe en tener un hijo perfecto estará equivocándose de antemano. No el que se afane en que su hijo sea lo más feliz posible. Y darle las armas para que sea dichoso significa enseñarle a buscar la solución más práctica para sus problemas. Es fundamental darle argumentos para intentar aquello que lo haga sentirse bien como ser humano, sin ocultarle nunca que no todo en la vida es un camino de rosas. Tampoco es acertado entrar en comparaciones. ¿Saldríamos sanos y salvos nosotros en el juego de la equiparación?

Cuando tienes un hijo vuelves a ser niño en un mundo diferente al de tu infancia. Te reencarnas en una nueva adolescencia, más o menos inquieta,  con asuntos que con el tiempo se vuelven insignificantes. Y vislumbras nuevamente la proximidad de la juventud con ilusión y temor al mismo tiempo. También se vuelven tuyos sus primeros amores, sus pequeños fracasos, sus amigos y sus proyectos. Te sientes responsable de sus desaires y te enamoras de sus sueños. Hasta es posible que te vuelvas todo un maestro en el nuevo Bachillerato y te sepas de memoria alguna canción de Melendi  (Huele a aire de primavera. Tengo alegría en el corazón. Voy cantando por la carretera. De copiloto llevo el sol...Voy caminando por la vida, sin pausa, pero sin prisas...).

Aunque, en la mayoría de los casos, el sentimiento de fracaso como padres suele correr proporcional a los primeros síntomas de acné -un buen día te despiertas con la sensación de que tu hijo ya no te pertenece , de que no das crédito a sus repentinos cambios de humor, a sus silencios-, nunca debemos perder nuestra perspectiva de adultos.Nada es nuevo y para siempre. En el universo de cada ser humano todo se vuelve efímero y relativo. En el cómputo de los éxitos vitales no suele recordarse si han repetido algún curso o si no han superado las pruebas para un determinado equipo de fútbol. Tampoco, a largo plazo, tiene excesiva importancia si han ordenado su habitación o si han faltado algún día al colegio. Nuestra balanza nos juzgará por el peso de  los momentos felices, de amigos inolvidables, de abrazos y risas.

Porque también hemos sido niños y jóvenes -y porque a pesar del tiempo transcurrido no hemos cambiado tanto- sabemos que a esas edades la vida se nos presenta como algo infinito, pese a que rápico comienzan los desengaños y aparecen  contrariedades. En esta edad de piel aún sin curtir tuvimos tiempo a desvelar que no siempre podemos alcanzar la luna, a pesar de los empeños y, un poquito más adelante llega  la más profunda decepción: que nuestros padres -a quien adorábamos de niños- son unos simples mortales cargados de imperfecciones.

Miles de oportunidades,sin embargo, para ser mejor les esperan. Es el tiempo de tener sueños, de marcarse metas y de subir el listón. Yo no podría expresarlo mejor que Goytisolo: "...Te sentirás acorralado, te sentirás perdido o solo. Tal vez querrás no haber nacido...Tú no podrás volver atrás porque la vida te empuja como un aullido interminable...Yo sé muy bien que te dirán que la vida es un asunto desgraciado...Entonces acuérdate de lo que un día escribí pensando en ti como ahora pienso...La vida es bella, ya verás como a pesar de los pesares tendrás amigos, tendrás amor..." 


Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor

    PALABRAS PARA JULIA
Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor