domingo, 25 de octubre de 2015

Había una vez unos premios con nombre de princesa

Cuando el sonido con que las gaitas asturianas que amenizaron el pasado viernes el desfile de los Premios Princesa ya quedó fundido con las  hojas secas del Paseo de los Álamos, la polémica surgida alrededor de la ceremonia de entrega de galardones también comienza a diluirse esta tarde de domingo.No voy a entrar en si los fastos son excesivos o quién debería financiarlos; solo me limitaré a citar la gran frase de Machado: "¿Tú verdad?. No, la la verdad. Y ven conmigo a buscarla... ".

Os cuento, sin embargo, que desde las vallas instaladas por los puntos estratégicos de la capital de Asturias, cada una de los millares de personas presentes anteayer en el espectáculo de la pasarela de los Premios con nombre de princesa sacaba su propia lectura a juzgar por las actitudes, las caras y los comentarios. Cada quien se fijó en su famoso favorito, el buen maquillaje de galardonados e invitados, los coches caros y los trajes de buen corte -qué decir de los moños perfectos y los tacones interminables de las invitadas- o en otros detalles físicos y estéticos, porque para eso estaban allí, aguantando el tipo durante horas. Alguien susurraba a mis espaldas que algunos y  algunas parecían  haber sido vestidas por el enemigo: :faldas demasiado cortas, melenas excesivas, pantalones mal medidos.... en contraste con la elegancia de otros y otras desfilantes. Enfín, esas cosas que solemos comentar por aquello del cotilla que todos llevamos dentro. Incluso hubo alguno que  invocó al jamoncito de crianza que, a buen seguro, les estaría reservado a los elegidos; tal vez un poco resentido por no haber sido invitado a la cena a la que acudirían con posterioridad a la entrega de trofeos. Porque no era momento para ponerse a hablar de las excelencias de los premiados, aunque fuera lo esencial.

Asimismo, me hago eco de la incoherencia que suele darse en actos de esta naturaleza. Personas declaradas antimonárqiucas han de estrechar la mano real por aquello del protocolo, la educación y la cortesía, y viceversa. Contradicciones de las que tampoco estamos exentos los del otro lado de la barrera, con lo que me viene al pensamiento aquello que dice mi amiga  María:"¡qué aburrida sería la vida si no cometiéramos algún desatino!" Por otro lado, he de confesaros que ese tiempo en que que estuvimos contemplando la muestra de autoridades políticas, científicos, periodistas, y demás personalidades viajé al pasado histórico cuando el pueblo llano esperaba la llegada de sus reyes a caballo a golpe de vítores y frases de admiración, aún cuando no tenían que llevar para comer a sus hijos y los harapos se les caían a trozos. No es el caso, pero la asociación de ideas hace malas pasadas.

En la cálida tarde del viernes -los hay que tienen suerte hasta con el tiempo- también sonaban lejanos los pitos de los manifestantes, que en la Plaza de La Escandalera reivindicaban la República y hacían notar su bandera a esas horas del ocaso. Pero, afortunadamente, la paz fue el camino para los pros y los contras. Tal vez porque la música amansa las fieras, cuando todo casi había terminado,  el otoño continuaba meciendo las arboledas del Parque San Francisco a ritmo de ancestrales melodías, y el gran público se iba retirando - es posible que después de haber brindado con sus amigos de carne y hueso con una copita de mistela- mientras comentaban si Letizia estaba guapa aunque muy delgada, el Rey mejor sin barba, Juan Ramón Lucas  más canoso, Rosa María Calaf  rejuvenecida, Urdaci muy cambiado, Sandra Ibarra una auténtica modelo, Pedro Duque como siempre, etc... Los que madrugaron para coger mejores puestos, vieron más de cerca a los entrantes al Campoamor, y a buen seguro que les habrá llegado mejor el  halo mítico de Ford Coppola, la humanidad del Padre Ángel, la  natural compostura de la reina madre, y demás.

Pero yo quisiera quedarme hoy  para mi blog con un detalle que no me ha pasado desapercibido: el de la calidez humana. La nota de humildad fue puesta por algunos de los que  que desfilaron por la arteria de Oviedo. Fueron aquellos que  se detuvieron a hacer un gesto de cariño a tantos músicos de la tradición como los arroparon en su camino; fundamentalmente a los niños y niñas, ajenos a lo que seduce de la apariencia pero emocionados porque personas importantes caminaban en paralelo a sus gaitas, tambores y estandartes. El Presidente y Fundador de Mensajeros de la Paz fue uno de ellos. "Ni monárquicos ni republicanos, solo gaiteros", como pudo leerse en algún medio de comunicación. Bienvenidos a los días más cortos reyes y reinas de vuestras casas...