lunes, 30 de enero de 2012

Nunca faltará un roto para un descosido...


"Lo que seduce nunca suele estar donde se piensa"  (Gustavo Cerati)

Cuando uno de tantos amaneceres abrí mi correo electrónico, me encontré con la invitación a una nueva página para entablar amistades -peligrosas, descubriría en beve- e inevitablemente me sedujo la curiosidad de abrirla.

Cinco minutos registrada en ese espacio virtual fue tiempo suficiente para convencerme de tres cosas: que quien no tiene pareja es porque no quiere, que hay mucho engaño circulando por la red, y que hay más personas de las que imaginamos necesitadas de afecto; además de otros sentimientos menos espirituales. Me percaté asimismo de que si alguien está pasando una mala racha sentimental es muy peligroso que se refugie en estos foros etéreos en los que no es oro todo lo que reluce. En ellos,  las intenciones suelen ser más prosaicas de lo que se da a entender.

Al momento de comenzar a navegar por esa nueva comunidad ya tenía ciento dos solicitudes de "amistad", en este caso del género masculino. Trescientos segundos fue margen bastante para que un número considerable de potenciales pretendientes tuvieran acceso a todos mis datos personales, aún cuando yo no había dado ninguna autorización. Inevitablemente, hay un primer momento en que se te eleva la autoestima y te apodera de vanidad. ". Si siendo normalita y de edad madura sirvo para tanto reclamo, ¿qué no conseguirá alguien más joven y de medidas modélicas?, también llegué a pensar en ese corto espacio de tiempo.

Los había para todos los gustos y de una amplia gama de edades. La mayoría ubicados en radios geográficos no superiores a cincuenta kilómetros de mi domicilio. Personas que, en principio, no invitaban al rechazo ni a la desconfianza, excepto uno que colgó como foto de perfil al actor Clint Easwod. Tampoco recibí ninguna misiva obscena o fuera de tono. A todo lo más, me llegó un mensaje en el que se me reprochaba mi falta de educación por no responder a las demandas: "Ya estás un poco crecidita para no tener la amabilidad de contestar", o algo parecido fue toda la ofensa que pude extraer de esta página de ligoteo sumergido. No doy la dirección del foro para no hacer publicidad, ni ser la culpable de posibles tentaciones, que "imaginación suelta en un instante anda mil leguas".

Me borré de inmediato. En mis circunstancia personales no tenía cabida ese enlace, salvo par reirse un poco y palpar lo fácil que puede resultar seducir a cualquier edad, aunque sea a través de la pantalla de un ordenador y con las cuatro pinceladas de tu vida reflejadas en un pequeño álbum  virtual. La experiencia me llevó a indagar  algo más sobre esos mundos. Son incontables las webs existentes dedicadas a dar lecciones de coqueteo, si no a propiciar encuentros tácitos. Descubrí que bajo las direcciones de demandas de amistad hay muchas historias de frustración y muchas horas de soledad no buscada. También pude intuir vidas paralelas e intenciones insanas que pueden atrapar sin remedio a quien no pase por su mejor momento existencial.


Tampoco hay que ser rotundo en el rechazo a estos nuevos modos de encuentros afectivos en Internet. Hay constancia de relaciones estables que se fraguaron a través de los caracteres de una computadora. El progreso hace posible la aparición de nuevos métodos de conocimiento a todos los niveles. No obstante, hay una franja de edad peligrosa en la que, bajo el falso reflejo de una adolescencia tardía, muchos seres humanos ven pasar el último sol por delante de su puerta y pueden cometer locuras. En esa estapa hay quienes pretenden emular los Puentes de Madison. La película  que cuenta la historia de la vida monótona de una tranquila ama de casa que vive en una granja a las afueras de Madison con su familia. La llegada al lugar de un fotógrafo de National Geographic, durante unos días en los que Francesca se queda sola, les lleva a vivir una apasionada historia con fecha de caducidad.

Sin embargo, la seducción es necesaria en todos los órdenes de la vida. Vivimos seduciendo y dejándonos seducir: en la amistad, en el trabajo,en la cotidiana relación de pareja, etc... Hay que hacerse desear en cualquier circunstancia. Y, para quienes buscan desesperadamente una historia de amor, ésta puede surgir en cualquier esquina, ya sea real o virtual. "En un folleru (charco) encontré l´amor..." se escucha en una canción del dúo asturiano Nuberu.


Imagen: Fotograma de la película "Los Puentes de Madison", con Clint Eastwot y Meryl Strepp.