lunes, 17 de diciembre de 2012

¿Tenemos la cara que nos merecemos?



"La cara no es jamás opaca del todo; el alma se muestra a través de sus muros" Huxley


¿Quien tiene cara de h... p... lo es?, nos pregunta un amigo. Aunque a nadie deja indiferente la primera impresión de un rostro,  también es cierto que si los encuentros con el dueño de la fisonomía se alargan en el tiempo es posible que, para bien o para mal, nuestra percepción de esos rasgos sea otra.

Pero ese primer impacto que nos causa una faz suele ser un pasapore seguro para nuestras empatías. La sonora afirmación del inicio tendría, no obstante, sus matices. Normalmente asociamos un semblante que se cruza en nuestro camino con otro u otros conocidos anteriormente y, a partir de ahí, llega la asociación de ideas.

Teniendo en cuenta esos atajos cognitivos, es innegable que hay  miradas de tal frialdad que nos hacen alejarnos leguas de la ruta de un ser humano determinado. Al igual que hay otros ojos que nos invitan a la más cálida de las cercanías. Existen semblantes que nos seducen a contarles confiados es más inescrutable de nuestros secretos. No importa que la piel sea amarilla, chocolate o blanquita. Ni siquiera el tamaño de frente, orejas y nariz  Más allá de la forma y el color se escapan sentimientos de los más variopintos registros. El lenguaje de una mirada suele venir a juego con la generosidad de la sonrisa, el desdén de unos labios o el estilo con que se contrae el entrecejo. Relacionándolas o no con nuestras asociaciones mentales, el alma se escapa por cada poro.

Cada quien tiene su interiorización de belleza y de bondad. Esa percepción determina la seguridad en uno mismo; incluso en un mundo virtual. Curiosamente, según Sergio Parra, "las cárceles de todo el mundo tienen un porcentaje más elevado de feos que de bellos. Las personas solemos acusar con mayor severidad al feo, y justificamos normalmente al bello. Algunos expertos en jurisprudencia están tan convencidos de que la belleza física es un condicionamiento en las salas de justicia que propugnan que los acusados de cualquier delito no aparezcan personalmente en el juicio o, al menos, que tengan derecho a que otra persona de belleza normal les represente".

Los primeros días de Facultad había un chico que no dejaba de mirarla. Pasado el tiempo llegaron a ser amigos." -¿Por qué me mirabas tan fijamente?", le preguntó. -"Eres igual que Reina (la de la Dama y el Vagabundo)", le confirmó el chaval. Aunque pudiera darse un parecido, el esquema mental del estudiante procedía más bien de una impresión subjetiva. No obstante, cuando la protagonista de la anécota llegó a casa aquella tarde buscó fotos del famoso largometraje de Disney. "Pudiera parecérseme. A ver donde encuentro ahora a mi vagabundo", pensó...   
 En el espejo que al amanecer nos espera no siempre vemos reflejado el haz que desearíamos. Una maldita tara nueva aparece alguna mañana. Bajamos otro poquito la luz y nos encontramos con esa cara que sigue ajena al paso del tiempo y de las calamidades. Otras madrugadas, seguramente pensemos en aquello que dejó escrito Schweiter " ...con cuarenta años tenemos el rostro que nos ha dado la vida, con sesenta el que nos merecemos".
 "Nunca olvido una cara, pero con usted haré una excepción", decía Groucho Marx. Pues eso, hay getas de las que huiríamos como del mismo demonio; otras en cambio nos conducen al mejor de los paraísos.

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