miércoles, 30 de noviembre de 2016

Ojos que arropan


"¿Quién investiga en tus ojos?" (Mujeres de ojos grandes, Ángeles Mastretta).


Por ese cúmulo de casualidades que suele ser la vida, en este mes morado (que también es el de la luna más grande y los días más cortos), me he topado con historias vivas de mujeres de ojos que hablan y arropan. Al mismo tiempo que -tal vez el inconsciente me llevó a él- encontré un libro que ya tenía en la lista de "a dónde van las cosas que se pierden". Se titula "Mujeres de ojos grandes", y cuenta historias de féminas que tienen en común la felicidad circunscrita a las paredes de su casa. Pero más allá de su dedicación a la cocina, a su marido o a los niños, siguen latiendo en ellas sus singulares personalidades.

Curiosamente, también por estas mismas fechas (preludio de unas navidades que, aún volviéndose más tristes según aumentan las ausencias conservan esa burbuja de ilusión), nos llegan las frases grandilocuentes y poco reflexivas de determinados varones, que siguen encaminadas a decirle a las mujeres cual el su papel. Como si nada se hubiese movido y las chicas necesitasen seguir siendo tuteladas de algún modo. No han entendido nada quienes piensan que hay un perfil de mujer perfecta establecido ni quienes se olvidan que mujeres hay tantas como individualidades, independientemente de a qué dediquen su vida; unas veces elegida esa opción libremente y otras por circunstancias de las más variopintas. No necesitamos que nadie nos defina continuamente, unos desde la atalaya de las ideas menos progresistas y otros desde plataformas que pretenden ser más conservadoras. El papel de la mujer no necesita que nos lo expliquen como si fuésemos alumnas, por mucho que reconozcan que algunas son aplicadas. Todos son conscientes de sus palabras porque saben lo que va a aparecer en el titular, por mucho que después hablen de información sesgada: que si "son unas amargadas", que si "hay que feminizar la política, que si "las mujeres deben volver a donde nunca debían de haber salido". Qué antiguo todo esto.

Decía que me he encontrado con mujeres especiales este mes de Noviembre que recién terminó. Y una de ellas fue la escritora Ángeles Caso, mujer de ojos grandes y mirada que habla. Para los que comparten la idea de que la cara es el espejo del alma y convienen en que una mirada dice más que un ensayado discurso, les diré que los ojos de Ángeles son de esos en los que Mastretta también hubiera podido pensar para su novela.  Hay ojos especialmente evocadores, ojos que arropan, que transmiten sentimientos intensos, independientemente de su forma y color. Si a eso acompañan un tono de voz aterciopelado y unas declaraciones de mujer que pisa fuerte, sin dejar la sencillez a un lado, entonces merece la pena salir de tu casa un atardecer frío para ver en directo a la autora de "Contra el viento",  y para oírla contar cosas como que en sus novelas deja trozos de su alma, mientras que lo lectores buscan esa parte de si mismos que encuentran en las historias que les conmueven. La asturiana también nos confesó que su amor por la literatura le viene de los antiguos cuentos que su padre le contaba cuando era niñas; fábulas que la emocionaban tanto que la hicieron desear transmitir ese sentimiento a través de las cosas que ella escribía. me suena. También nos explicó Ángeles Caso en la Fundación 16 de 24, con  una conferencia bajo el título "Convirtiendo sueños en realidades", que no existe una literatura femenina, solo historias que hace suyas cada lector si llegan a lo más profundo de su ser. Asimismo la también autora de El peso de las sombras",  aseguraba que tampoco hacen falta los grandes escenarios de un serio despacho para hilar las palabras con la misma precisión que cualquier otra mujer hace encaje de bolillos, amasa el hojaldre, enseña la raíz cuadrada a sus alumnos o limpia la lámpara del salón, sin que ninguna de estas cosas sea excluyente. De ahí que la historiadora vigilara muchas veces sus garbanzos mientras escribía las línea que tal vez fueran Premio Planeta, al tiempo que su hija la interrumpía en lo mejor de la inspiración para preguntarle por un problema de sus tareas escolares. Caso, que firmaba su última obra "Ellas mismas", llegó a cada uno de los asistentes al acto con la empatía de quien ya está un poco de vuelta de florituras y frivolidades, con un sencillo blusón verde oliva, un pantalón negro y un reloj de pulsera como todo adorno, y un semblante en calma como toda ostentación.

Por estas cosas que nos cuentan mujeres relevantes, y porque la grandeza de una mirada no está en el tamaño de los ojos, ni tan siquiera en su forma o su color, hay personas que la transmiten de manera especial. Son ese tipo de seres humanos que no necesitan tirar del resentimiento, de la vanidad ni del desafío cuando te hablan. Y ya que hoy va de mujeres, muchas de las que conozco transmiten esa cálida valentía a través de sus actos, que acompañan de palabras oportunas. Suelen usar solamente las necesarias, las imprescindibles para no herir, las suficientes para hacernos crecer. Son hembras que, aún cuando algunas puedan jugar al despiste de parecer débiles al ataque, no sorprenden con la valentía de aguantar siempre el envite y utilizarlo a su favor. Son de esa clase de hembras que confesarían, sin ser cierto, amar a otra mujer, se volverían de otra raza, pasarían por mendigas o se declararían prostitutas con tal de defender de un maltrato o una mala crítica a sus congéneres.

 "Las mujeres tienen el privilegio de elogiarse sin escandalizar", leo en el libro de Mastretta. Algo es algo.








miércoles, 23 de noviembre de 2016

De empatía también se muere

"Esperar que la vida te trate bien por ser buena persona es como esperar que un tigre no te ataque por ser vegetariano" Bruce Lee
De una tiempo a esta parte estamos oyendo hablar más que nunca de la inteligencia emocional, de las neuronas espejo, del rapport, del PNL, del mapa que no es el territorio, etc... Reconozco que me fijo especialmente en ese campo de la inteligencia práctica tras el reencuentro con mi antigua amiga Mónica Pérez de las Heras (toda una especialista en comunicación), para cuestionarme determinadas actitudes propias y extrañas. En efecto, hay una serie de herramientas directamente ligadas a la empatía -esa capacidad para ponerse en la piel de otra persona-, dirigidas a hacer más fáciles y útiles las relaciones sociales e intentar captar mejor los sentimientos ajenos.  La puesta en práctica del conocimiento del lenguaje no verbal escanea más eficazmente las emociones que todo un máster en otras sesudas disciplinas.

A pesar de todo lo anterior,  uno siempre tiende a su esencia, y hay detalles que se nos olvidan a la hora de nuestros éxitos y fracasos ante la sociedad. Así que, en más ocasiones de las que quisiéramos, tendemos a nuestra mismidad como la cabra tira al monte, por mucho que sepamos de kinestésicos, visuales y auditivos... Es por eso que los que somos de mucho explicarnos seguimos dejándonos llevar por el impulso y nos encontramos contándole nuestra vida o justificándonos ante el empleado del ambulatorio, a la cajera del supermercado  o al panadero. Después llega el efecto retardo y te preguntas: -"¿para qué demonios -podéis cambiar demonios por lo que estáis pensando- le di tantas explicaciones, acaso necesito que me absuelvan siempre?". Por otra parte, hay un dicho popular que reza aquello de "si eres de miel te comen las abejas", amén de ese otro que también sabréis: "de bueno a tonto hay un paso". Por tal motivo el exceso de empatía -tomada la definición en la parte de bondad que conlleva- puede también ser negativo.No debemos confundir ser empático con ser excesivamente amable o cercano.Y en ese punto es donde más resbalan quienes se esfuerzan en exceso en agradar a los demás. Está muy bien lo de ponerse en el lugar del otro sin juzgar, intentar comprender sus emociones, saber leer en su mirada, en sus gestos, en el tono de su voz, en su postura corporal; hasta nos servirá egoístamente para nuestro bienestar en la comunidad. Pero igual de bien estará saber en qué momento debemos no dejarnos llevar por los zapatos del prójimo. Decir hasta aquí llegué, saber contestar con un no sin sentirnos culpables o incluso atreverse a expresar una opinión totalmente contraria a la de nuestro interlocutor también forma parte de nuestra salud mental; incluso de la física..

No podemos caer bien a todo el mundo. Y no por ello debemos sentirnos desgraciados, lo que no significa gestionar con inteligencia las emociones ajenas. A un cincuenta por ciento de nuestros prójimos -los más empáticos algo menos, pero no mucho-  no les vamos a caer bien, pongámonos como nos pongamos. Con un ejemplo basta: si una persona que destaca en algún campo, tal que una estrella de la canción, un nobel de literatura o un deportista de élite, tienen tantos detractores como admiradores, qué podemos esperar los simples mortales. Tampoco debíeramos pretender que nadie nos juzgue, aunque nos esforcemos en hacer las cosas lo mejor posible. Para bien o para mal, todos nos estamos juzgando todo el tiempo.

Por todo lo anterior, en lo que sí debemos esforzarnos es en gustarnos a nosotros mismos. Cuando el Pepito Grillo interior nos dice que algo está bien, lo está. Asimismo, valoremos ese cincuenta por ciento con el que sí conectamos y nos valora. Para el resto basta con usar la educación, y si acaso la distancia. También convendría usar en beneficio propio determinadas críticas, que el enemigo da buenas pistas y servirán para mejorar. Enfín que "les pulgues piquen a quien tien tiempu pa rascales", que dicen en mi tierra. Por supuesto que algunas pulgas no merecen ni nuestro tiempo ni nuestra atención. Sin olvidar que determinados juicios son a la parte, no a nuestro todo, por lo que no hay que dramatizar. Total, nos juzgarán igualmente y  tenerlo muy en cuenta no nos aportará más que malas energías, a la par que agotará las mejores de nuestras fuerzas, que podríamos emplear en causas más rentables. Luego, está ese miedo a que nos ocurra ese momento fatal en el que metemos la pata y acabamos una relación preciada por un momento de excesiva confianza, sinceridad o simplemente por ser auténticos. Si por un motivo pequeño se destroza una amistad tampoco era tan fuerte; así que exclavitudes sentimentales las justas y necesarias.

Paro los reincidentes que buscan todo el tiempo la aprobación ajena, y que pecan de empatía, toda la comprensión. El término medio es difícil de conseguir, pero Mónica dice que no imposible. Por lo demás, entre los tontos de puro buenos y los malos sin remedio, me quedo con los primeros . A fin de cuentas, la bondad es una muestra de inteligencia y "el único signo de superioridad", a juicio de Beethoven

Sed buenos pero, a poder ser, no moráis en el exceso.

Imagen: @Rascacheiro


miércoles, 16 de noviembre de 2016

¡Qué viaje tan feliz!

"... La travesía nunca termina sino que es recordada una y otra vez a partir de vitrinas con recuerdos..." (Pat Corroy)
Empiezo a escribir este artículo sobre el viaje a Madrid con mis vecinos de Sobrescobio (y otros pocos de Caso, Laviana y Oviedo) con la misma sensación de cuando, en los años de colegio, nos mandaban hacer una redacción de la excursión de fin de curso o las vacaciones de verano (algunos esto último lo teníamos como un copia y pega porque los que vivíamos en la aldea viajábamos más bien poco). Nada que ver con la forma de vivir de ahora en la que el viaje ya es patrimonio de una mayoría, y lo de visitar otros lugares una normalidad. Sin embargo, algunas de las personas nunca habían estado en la Villa de los chulapos, y tal vez fueron las que disfrutaron doblemente de la excursión.  Sentí como algo propio la cara de ilusión de una mujer -la misma que la de una niña- cuando vio a lo lejos la ciudad o el momento en el que divisó el Palacio Real, con sus jardines inmensos, sus espacios abiertos y llenos de luz, y su historia en la que se superponen siglos de hazañas de numerosas dinastías reales.        


En la vitrina del recuerdo del viaje a la capital, para ver también las tripas de la televisión, aparece en primer lugar un oscuro amanecer de sábado en el que cogimos el bus rumbo a #QTTT. Uno nunca sabe,cuando inicia una travesía más o menos larga, el devenir de la aventura, pero os aseguro que nos dejó un buen sabor de boca. Al menos eso fue lo que se detectó en el ambiente y las opiniones que me hicieron llegar.

"Al grano, ¿qué nos cuentas de los famosos de la tele?", seguramente estaréis pensando los seguidores de algunos de los artistas, personajes y personajillos de la pequeña pantalla. El tiempo se acorta cuando presencias un programa en directo. Nada es lo que parece desde el plasma de nuestro salón, algunas cosas están excesivamente idealizadas y, en cambio, otras muchas nos sorprenden para bien. Por otro lado, lo de ver a personas que nos resultan familiares después de tantos años entrando en nuestras vidas por los distintos medios de comunicación, es un arma de doble filo. "¡Qué fina y qué guapa está Teresa Campos!". "Cómo me gustó Beatriz Cortázar; es aún más elegante que como se ve en la tele". "¡Menudo tío el Calleja, no nos extraña nada que Teresa lo mire con cara de gustarle para yerno!". "Guapa hembra y qué bien canta la Tamara".  "Siempre es agradable escuchar los boleros de Los Panchos,  será por aquello de que si tú me dices ven...". "Mariñas, con su jersey lleno de bola y su eterno foulard, en su línea"."El torito tal cual". "La sobrina de la Pantoja es mona, pero no entendemos cual es su trabajo para tanto caché"."Cómo engaña el plató,  en directo es poco más que el salón de una casa", son algunos trocitos de comentarios de los visitantes, que hicieron un Sálvame paralelo a Qué Tiempo Tan Feliz. "Pero... Podrían ser algo menos distantes con el público, al fin y al cabo es quien les da de comer, y tampoco son dioses  ni descubrieron ninguna vacuna -y aunque así hubiese sido- como para no dirigir, aunque sea, un educado saludo". . "Mereció la pena asistir, ahora podemos ver la tele desde otro punto de vista, y se nos hizo corto y entretenido, sobretodo porque esperábamos el plato fuerte de Melendi para el final".  No nos decepcionó el asturiano con su porte de chicarrón del norte, su sonrisa franca y su nuevo estilo personal y musical.

                                                                                 " Melendi añadió el ingrediente principal"



Precisamente por esas cosas de la sencillez y la cercanía humana, mi comentario personal va para Edmundo Arrocet, más conocido como Bigote y actual compañero sentimental de Teresa Campos. Nos sorprendieron tres cosas de él: "Su elegancia, su simpatía y su humildad". Tal que así  que fue, junto con Melendi, el único que nos habló y nos miró. Enfín, que no se pide que nos inviten a comer a su casa, y se entiende que no pueden hacer excesivas concesiones a la confianza, pero un pequeños gesto, una mirada cómplice... El pilotito rojo y el telepronter se ve que eleva mucho de la realidad, aunque el trabajo verdadero lo hagan quienes están tras las cámaras: realizadores, redactores, etc..., que por cierto sí que fueron más cercanos. Como podéis imaginar, los comentarios en el viaje de regreso dieron para mucho.                                                        



Coyanes y coyanas por la Calle Mayor







Nos despedimos del plató, el mismo del controvertido Sálvame, con el buen sabor de la voz y la actitud de Melendi. Los encargados de seguridad nos acompañaron por el largo pasillo hasta la salida de Mediaset con la mejor de sus sonrisas, algo tendría que ver que uno de ellos fuese de origen asuriano. "Volveréis", nos dijeron. Tal vez, porque el tiempo se nos pasó volando y pasamos un buen rato. Ya sabéis eso de "si te hizo feliz, no fue un error".      

                   "Yo la recordé con coletas y calcetines blancos, saliendo de su colegio. Hora punta en el Metro..."

Algunas de las jovencitas de taitantos se perdieron un rato en la noche madrileña, y a la mañana siguiente Gran Vía nos esperaba con un sol radiante y una temperatura de primavera.Quien veía la ciudad por primera vez -pocas- disfrutó doblemente. Nos quedamos en el corazón de la misma. Ya sabéis, las distancias son grandes en esos lugares y la media de edad no estaba ya para maratones. Yo recordé viejos tiempos, lejanos ya, cuando vi por primera vez la calle de la Princesa, la Puerta de Alcalá, el Madrid de los Austria, Sol, el Mercado de San Miguel, la Plaza Mayor...Cuánto ha llovido desde entonces y, sin embargo, parece que no ha pasado el tiempo desde que bajara de Cea Bermúdez, pasando por Moncloa, en dirección a la Facultad, con ilusiones y decepciones, a partes iguales, aún sin cumplir  Las más animadas se acercaron al rastro con Jacinto, un vecino de Sobrescobio que vive en Madrid  y alargaron el paseo un poco más. Desde aquí le agradecemos su colaboración. También las gracias para mis dos amigas -Ana y Ana Rosa- que acompañaron al subgrupo del Plan B.

Ya a la vuela, Castilla con sus típicas puestas de sol, nos acompañó hasta nuestras montañas. Muchos de los lectores pensaréis que la noticia de este viaje no es para alargarla tanto. Pero yo os recuerdo aquello de que "viajamos con la intención de volver a nuestras vidas con algo nuevo, da igual la longitud de la distancia, el viaje siempre es un soplo de aire fresco que nos reconcilia con lo que dejamos atrás".Por otro lado,  si nos sentimos en algún momento perdidos en el "turullo" de la gran ciudad, donde sus habitantes caminan más seguros y expertos por la vorágine del tráfico y de la multitud, seguramente ellos envidiarán la paz de unos pueblos en los que se escucha el agua del río, el búho en la noche, los jilgueros por las mañanas y el único sonido de la lluvia repicando en los cristales cuando llueve. Imposible también lo tienen en la gran urbe el poder de elegir la gratificante soledad de esas sendas verdes de nuestra tierra como era.

Hasta el próximo. Ha sido un placer compartir con mis paisanos y paisanas un fin de semana por los "madriles".







martes, 8 de noviembre de 2016

El perfume del maltrato

No vayáis a pensar que siempre tuvo esas ojeras marcadas, ni su piel fue tan cenicienta en otro tiempo. Tampoco supongáis que sus andares cansados no fueron un día los pasos de una joven llena de vida, con el cabello brillante y claro, cuyas greñas se le escapan ahora a través de una fina coleta canosa. Ni mucho menos tatuaba en sus párpados sombras de la gama más oscura, que dan aires de muerte a su mirada. Las manos, esas manos callosas y ásperas, de uñas asimétricas, fueron un día finas y elegantes como las de la mejor pianista. Hubo primaveras en las que sus ojos brillaban y su mirada transmitía una paz para nada parecida a la desconfianza que ahora refleja. Pero todo eso fue un día, antes de que conociera a un hombre que cambió para siempre su presencia, su apariencia y hasta su esencia.

Hacía meses que venían observándose mutuamente, tal que así que ella sabía de memoria cuantas veces había dejado crecer la barba más de los tres días habituales y él conocía a distancia el olor de su perfume, a medio camino entre la rosa y la violeta. La tarde que los astros decidieron que diesen un fatídico paso hacia adelante fue un lluvioso Abril. El autobús no esperó a que la encargada de la perfumería de unos grandes almacenes diese tres pasos más rápido y el halcón aprovechó la ocasión que le brindó su presa. Se ofreció a llevarla hasta la casa de sus padres,a las afueras de la ciudad, con quienes vivía a sus treinta y cinco.  ¡Habiá soñado tantas noches con ese momento!. Al día siguiente,estaba solícito esperándola en su Audi a 3 DI  , cortesía de la compañía eléctrica en la que trabajaba con astucia, talento y dedicación. Recién cumplidos los cuarenta era un soltero de oro que no había desperdiciado el tiempo con la vida en general y con las mujeres en particular. Pero, a poco que uno fuese observador, tenía un raro gesto en la sonrisa que lo hacía sospechoso. Valeria recuerda que comenzó a temerle el mismo día de su primera cita oficial cuando, al despedirse, Carlos le ordenó autoriario: -"Llámame a las cinco,ni un minuto antes ni un minuto después". La experta en aromas que hasta entonces no había permitido a nadie que le diese órdenes injustas sintió un frío presentimiento en aquella imposición. Estuvo a punto de no llamarle, pero... tenía una mirada que la atraía de puro fría y ... ¡era tan guapo!. Siguieron con su cuento de novios más o menos normales. Nada particular en una historia de amor que comenzaba, salvo que en la segunda semana de encuentros Valeria ya no pudo ponerse la minifalda que le habían regalado sus amigas por su cumpleaños porque Carlos les insinuó que las mujeres que enseñaban las piernas por encima de las rodillas tenían algo de putas. No osó en las siguientes salidas ponerse la escotada camiseta de esa marca con reminiscencias imperfectas.  Su preferida porque tenía el mismo verde de sus ojos. Ya había tenido tiempo de comprender, en los discursos de las largas llamadas, con matices de detective, que no le gustaba que tuviese amigos, que riese a carcajadas, que bailase siempre que tenía ocasión, que fuese al cine, que cantara a viva voz -nunca pudo volver a tararear en su presencia las canciones de Amaia Montero que se sabía de memoria.Cuestión de suerte era su favorita: "Ahora que este adiós es tan valiente, ahora que se apagó la luz,  sabe Dios que es cuestión de suerte..."- ,que se perfumase en exceso, que hiciese uso de las redes sociales, ni que dejase insinuar la lunar de su escote.. Se fueron a vivir juntos al adosado que tenía Carlos al otro extremo del  barrrio más humilde de Valeria; un lugar de coches caros en los garajes, y poca comunicación entre los vecinos. No había calidad en aquel salón de cuadros caros y ausencia de flores donde por primera vez depositó sus maletas. Fue el mismo lugar en el que recibió el primer golpe en la mejilla, cuatro días después de haber colgado sus cosas en el lujoso vestidor. Había llegado del trabajo quince minutos más tarde porque fue a tomar un café con sus compañeros y en el momento que reía un gracia de de Manuel, sentado a su lado en la cafetería habitual, Carlos la vio al pasar desde el coche que tenía aparcado.La vigilaba todos los días desde antes de conocerle sin que ella se hubiese dado cuenta, aunque de vez en cuando notaba como un viento extraño que rozaba su nuca,  un presentimiento que jamás se había atrevido a confesar a nadie por si la tachaban de loca. Claro que los amigos con los que ella solía compartir jamás la juzgaban. De eso se dio cuenta quizás demasiado tarde. La obligó a dejar sus trabajo, y le controló hasta el más pequeño de sus pasos. Fue prisionera en una jaula de oro y vivió el infierno de la humillación física y sicológica. En su cara, una cicatriz en el labio superior cuenta la historia de la la última paliza, la que la llevó a marcharse definitivamente una mañana, tres años después de comenzar la pesadilla. Nunca olvidará que era lunes, porque -a diferencia de una mayoría- era el día que más le gustaba de la semana por aquello de los comienzos. El resto de la historia os lo podéis imaginar. La violencia es una espiral in crescendo y el machismo una enfermedad de difícil cura. En el centro médico cosieron su herida, pero no los estragos de su alma. Al menos, sigue viva, pero con la muerte de quien ha perdido la confianza, el interés y hasta las ganas de levantarse por las mañanas.No niega, aún cuando el horror borró casi todo lo bello, que vivieron amaneceres inolvidables y le hizo promesas tan de niño arrepentido que le impedían huir. Incluso alguna vez le pareció bueno.

Me contó su trozo de vida hace apenas dos semanas, cuando casualmente caminábamos en paralelo; ella en busca de un lugar donde asesoran a las mujeres en su situación, por el que me preguntó, y yo en busca de mi historia. Los trescientos metros que caminamos juntas me hicieron mirar más adentro a una de tantas mujeres que pasan desapercibidas por nuestro lado, y que esconden tristezas que jamás confesarán y tragedias infinitas en su cuerpo y en su alma.

La observé mientra se alejaba hacia la dirección que le había indicado. Cojeaba levemente, y llevaba roto el dobladillo trasero de su falda. Pero confié en encontrarla de nuevo vendiendo perfumes con olor a jazmín en uno de tantos centros comerciales de la ciudad. Quizás me animó a ese pensamiento la voz aterciopelada de Amaia, que salía de la radio de mi cocina apenas la encendí cuando llegué a casa: "Y ahora respira , mira hacia arriba, queda camino por andar, borra tus huellas, toma las riendas, solo es cuestión de caminar....". 

Asimismo acaricié pensativa el lazo morado tejido con encaje de bolillos que coloqué hace tiempo, sujeto mediante un clip, a la libreta de notas que siempre tengo en mi cocina. Es para  no olvidarme de las tareas en las que ahora también ando metida...