sábado, 29 de diciembre de 2012

La dama, el joven y la nevada


Mucho de lo que cuento en primera persona como si se tratara de una autobiografía es pura mentira. Ahora, que esas mentiras puedan tener una cantidad de verdad dentro, es otra cosa. (Rosa Montero) Pero ésta es una historia real y muy cercana a mis vivencias . ¡Feliz Año Nuevo a tod@s

Caminaba a pasitos cortos por los caminos de su aldea, como hacía siempre desde ochenta y tantos años atrás. Aquella mañana la helada había caído amenazante para quienes el frío de la nieve frenaba las energías. Para ella, endurecida en días de vientos peores y en "carámbanos" más duros, el paseo hacia el gallinero era un aliciente para comenzar con ánimo la rutina de un amanecer de diciembre. Dar de comer a sus animales era una misión para anteponer a aquel café que saborearía más tarde.

Chaqueta tirada de compromiso por encima de su menuda espalda, poco más gruesa que la rebequita de una tarde de Agosto, piernas al aire, curtidas por interperies varias, zapatillas de fieltro dentro de sus "madreñes", que apenas alcanzaban la numeración treinta y cinco,  y el primer palo que encontró para apoyarse, no fuera que un resbalón le fastidiase la existencia.

Con su inseparable cesta y un manojo de verduras bajo su mano derecha, mientras se apoyaba enérgica con la otra -para añadir una dato más a su individualidad era zurda-, se topó con un joven que no pasaba de la veintena. El único transeúnte de aquellas primeras horas heladas por la plazoleta llevaba una especie de largo moño anudado como si tal cosa y unos vistosos "pendientes" en las cejas. Unos vaqueros tres tallas mayores que su esbelto cuerpo y un abrigado anorak de plumas que no dudó en quitarse en cuanto vio a la anciana. "Tenga señora, póngase esto que yo tengo otra cazadora en mi coche y hace mucho frío", le ofreció con gesto amable.

La mujer en cuestión le sonrió sorprendida, rechazando la dádiva y anteponiendo su agradecimiento. "Vivo ahí mismo, y tengo unos cuantos abrigos; pero esta acción tuya, diz munchu de ti. Nunca serás una mala persona", le contestó aquella mujer pequeñita, a quien seguramente había confundido el chico, ya  nacido digital, con una "sin techo" de las que compartía reivindicativo por sus redes sociales. Nada extraño a juzgar por los ropajes desabrigados de la lugareña.

El "chico moderno" le devolvió la risa y le pidió disculpas por el malentendido. "Debí de haberme fijado en que su indumentaria era propia de una persona de aldea, curtida por el frío", le comentó a la señora que también llevaba un moño, aunque algo más canoso, mientras la acompañaba  por unos huevos que le regalaría por el conmovedor gesto.

Caminó con  "la dama del hielo" hasta donde el gallo cantaba impaciente y le pidió permiso para hacerle una cuantas fotos con su Smarphne última generación , rodeada de las gallinas que tampoco temieron la nevada para salir a picotear. La fría ventisca que continuó soplando fue testigo mudo de la  atemporalidad de dos corazones sencillos; poniendo música imperecedera a una moraleja que trascenderá a los vaivenes de otras modas pasajeras.