lunes, 28 de mayo de 2012

Para Ana

"Que el maquillaje no apague tu risa, que el equipaje no lastre tus alas, que el calendario no venga con prisas, que el diccionario detenga las balas...
Que el corazón no se pase de moda, que los otoños te doren la piel, que cada noche sea noche de bodas, que no se ponga la luna de miel." (Joaquín Sabina)




Hoy te regalo de nuevo palabras; las flores las dejo para el fin de semana, si es que la lluvia no las marchitó. No importa, siempre renacen. Mientras tomo este primer café de la mañana  pienso en algo nuevo para decirte. A ti, que sabes casi todo de mí, y a pesar de ello me quieres, recordando esa célebre frase de amistad.... Pero a fuerza de intentar ser original me faltan teclas  para alguien con quien comparto en directo muchas cosas de mi mundo.

Dicen que no todos los enamorados son novios; también pueden ser amigos. Y algo de cierto tiene la frase. ¿Qué sentimiento hay más dulce que el recuerdo o la compañía de aquellas personas  que nos hacen palpar que somos importantes para ellas y nos echan en falta cuando no estamos?. 

También cuentan que los halagos no se devuelven, se pasan... Yo te paso éste: "te queremos  porque eres auténtica y transmites cosas buenas". (Y te gustan la rosas aunque sean con "rau cortu", añadiría con un toque cómplice que tu entenderás). Sé lo más feliz que puedas y, si puedes sonreír cuando algo se tuerce, cómo no hacerlo en las mañanas que la vida se presenta con mejores perspectivas."Que el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada", escribió Bécquer para quienes tienen ese encanto...
  
Sabed mujeres que la vida comienza siempre que una se sienta bien consigo misma. Que todas las de "taitantos" estuviesen como tú.... Un abrazo












Filias y fobias: dos caras de una misma moneda


"El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo" ( Alain)

Elena rodeaba el camino más directo a su trabajo para evitar bordear el precipicio que ofrecía unos doscientos metros de vacío. En realidad nunca supo si lo que le daba miedo era la atracción por lanzarse a los brazos de aquel abismo magnético o el terror a ser involuntariamente precipitada a él. De ahí su fobia a los barrancos, tan intensa como la angustia que también le provocan los espacios cerrados.

Los reptiles se llevan la peor parte de entre las fobias humanas. Hay quienes no pueden tener cerca a una  serpiente -ofiidofobia es la palabra científica para definir esa sensación- ni en una fotografía. Alguna clase de roedores, arácnidos y gusanos tampoco salen nada bien parados de las aversiones personales; junto con las del pánico a quedarse encerrados en lugares tan diversos como un ascensor, un sótano o la fortaleza de una buhardilla.

Los precipicios y alturas en general también figuran entre los pavores más comunes de la gente  La profundidad de una sima corre paralela a la angustia que les apodera al imaginarse la consecuencia de un solo paso hacia adelante. Fobias a presenciar heridas abiertas o sangre humana, a los objetos inservibles, a la humedad, a padecer determinados sentimientos; y un malestar muy actual, la fobia a no tener ningún puntito rojo en las anotaciones de las redes sociales. Son muchos de los temores que me han llegado dando un paseo por el mundo de los rechazos inexplicables.

Uno de mis buenos amigos tiene auténtico horror al compromiso de pareja. Esa  renuncia a su libertad y todo lo que eso conlleva paraliza cuantas relaciones comienza este chico en edad de hacer nido, cuando sus aventuras amorosas amenazan con hacerse estables. "Es lo que hay. Si te decides por un dulce tienes que renunciar al resto. Será sin embargo tú pastel, único en el mundo para ti", le decimos cuando pide consejo.

De entre todas mis fobias -se me han revelado unas cuantas más de las que contaba en mi haber después del viaje por este tema- me quedaría con el terror al vacío que me produce asomarme a un despeñadero.Tal vez un profesional del subconsciente nos diagnosticara a quienes padecemos estos rechazos que nuestros temores están directamente relacionados con el talud de los sentimientos. Esas percepciones que entre el cielo y el suelo nos amenazan, en ocasiones,con pánicos difíciles de superar.


Del mismo modo me causa desasosiego la negrura amenazante de una ola embravecida. Tal vez esa circunstancia tenga que ver con muchas de mis recurrentes pesadillas. Me adentro en algunos de los sueños en el vértigo de lanzarme al horror de unas aguas profundas y oscuras, casi siempre para buscar en ellas a alguien querido. Me despierto con la percepción de haber pasado por el infierno de todas las sensaciones. Por ello comprendo muy bien a quienes me contaron su rechazo a las aguas no cristalinas, donde además no pisan tierra firme.

La búsqueda en las antípodas de las fobia, las filias; esas atracciones desmesuradas hacia determinadas personas, animales, situaciones o cosas, aportan asimismo nuevos descubrimientos: la existencia de la abasiofilia (atracción por las personas cojas), la acrofilia (atracción por las personas altas), algofilia (atracción por sentir dolor), agonofilia (atracción por la lucha con la pareja), agorafilia (atracción por los espacios abiertos),etc. Y otras cuantas, tan insanas como sus contrarias.

El agujero negro que suponen las exageradas reacciones ante las dos caras de una misma moneda -filias y fobias- me conduce al poema titulado "El Pozo", de Pablo Neruda: "A veces, te hundes, caes en tu agujero de silencio... y apenas puedes volver, aún con jirones de lo que hallaste en la profundidad de tu existencia...".

La última moda de las fobias, la aporofobia (alergia al pobre) es, en mi opinión, la más peligrosa de todas las manías, por la injusticia y el peligro que lleva implícitos. Hasta una próxima. El primer café cargadito de la mañana me espera. ¿Cafetofilia podría ser?.


Fotografía: Una gran ola en el mar del Occidente Asturiano. . Autor: Rascacheiro.




domingo, 20 de mayo de 2012

¿A dónde irán las cosas que se pierden?


"Dichas que se pierden son desdichas más grandes". (Calderón de la Barca)

Hay quien dice que son los trasgos quienes las hacen desaparecer, aunque  tal vez solo sea que hay temporadas en las que te dispersas de manera especial con las cosas materiales. Ya sabéis, los estrógenos, las hormonas, las circunstancias, el tiempo... Yo que sé, el caso es buscar un culpable para el despiste.  Llevo tres días buscando un zapato del pasado verano. Estoy a punto de desistir porque no me queda ningún rincón de mi pequeño piso donde mirar. Dada como soy a deshacerme de lo inservible seguramente se habrá ido en alguna bolsa del reciclaje. Pudiera ser que al mismo lugar que la camiseta de algodón azul de mi hijo mayor, ya tres meses desaparecida, o el  penúltimo recogedor de mano que adquirí en la tienda oriental.  Mi amiga Marta anda buscando todavía el huevo cocido que perdió hace unos días en su cocina de muebles metalizados. Por su parte Ana continúa boquiabierta tras el hallazgo de su monedero destinado a la calderilla ligera el día que descongeló su frigorífico. Tarea que lleva a cabo meticulosamente el primer lunes de cada tres meses. 

Me consuela saber que mi casa no es el único hogar donde desparecen objetos varios: prendas íntimas, cucharillas, llaves, tapas de los recipientes herméticos, facturas, tickets de compra, cortauñas, pinzas de depilar, gafas... Una larga lista de enseres, de entre los que se llevan la palma los calcetines .Quien no tenga o haya tenido algún calcetín desparejado que tire la primera piedra. Se les va apartando en un ladito de la cajonera por si llegara aparecer su otro gemelo. Hasta que llega el momento de retirarles definivamente de la circulación. El capítulo de hoy se centra en los bienes que fundamentalmente perdemos dentro de nuestros domicilios particulares porque la lista se haría interminable si atendemos a lo que se extravía en general. "¿Vienes tú?",suele preguntarme el padre de mis hijos cuando emprendemos viaje. A buen seguro que algo menos humano he de perder siempre para alimentar mi fama.

En esa edad madura en la que algunos hombres y otras tantas mujeres sucumben a la necesidad de atrapar la atención  sexual de alguien con bastante menos años, el tío carnal de una de mis confidentes llegó a casa sin su dentadura postiza. En didícil, si no imposible, se convirtió la película inventada para narrar la pérdida a su atónita familia. El verdadero guión fue que había estado pasando una juerga con un amigo y dos jovencitas en la playa, mientras su esposa confiaba en que estaba trabajando. El azar de una ola enrevesada le marchó con su carísimos dientes que, lógicamente, nunca aparecieron.  

Santos, seres mitológicos (en Asturias los trasgos se llevan muchas de las culpas de los extravíos del material casero) y otros entes a medias entre las creencias y la imaginación, son invocados cuando la búsqueda de bien se vuelve una misión imposible.  "Cinco euros a San Antonio si me aparece el abanico".  "Al calvario subiste, el breviario perdiste, Jesucristo se lo halló y tres voces te dio ¡Antonio!, ¡Antonio!, ¡Antonio!, da tres pasos para atrás y al niño Dios te encontrarás, y tres cosas le pedirás: que lo perdido sea encontrado, lo olvidado sea acordado y lo ausente que sea presente". "San Cucufato, San Cucufato, te ato los huevos al trapo. Hasta que no me encuentres (nombras el objeto perdido) no te los desato", son algunas de las letanías procedentes de la tradición, a  las que nos agarramos como a un hierro ardiendo ante la necesidad de localizar algo.

Es posible que pasado el tiempo un buen día se encuentre el anillo de compromiso con nuestra primera pareja la soleada tarde en que estamos desmotando la casa que durante unos años se ha compartido con la segunda. Un alto porcentaje de "desparecidos"  no volverán a caer jamás en nuestras manos. La parte positiva de su infructífera búsqueda será que aprovecharemos para organizar aquellos rincones en los que hemos husmeado; abandonados a su suerte desde tiempos indefinidos. Y en ellos tal vez encontremos algún tesoro de cuya búsqueda habíamos desistido. Se celebra como si te hubiese tocado una cifra importante en la lotería  cuando encuentras un billete de 50 bien dobladito en el bolso de una chaqueta pasada de moda que se moría de aburrimiento en el fondo del armario. Y,además, no  tienes que pagar el 20 por ciento al Estado

Hasta el olvido más inexplicable tiene recorrido y destino cierto. Por eso no tomemos a la ligera cuando alguien nos diga: "si me pierdo que me busquen aquí". Al igual que nuestras prendas y esas otras pertenencias materiales, muchas personas necesitamos perdernos de cuando en cuando, aunque volvamos rápido para no dejar nuestro calcetín desparejado. Me viene a la memoria una canción sobre esas otras pequeñas cosas no contables que se pierden por no haber sabido protegerlas en el momento adecuado: " ...A  dónde se va ese abrazo si no llegas nunca a darlo. Dónde irán tantas cosas que juramos un verano....". 

No se me pierdan.





martes, 15 de mayo de 2012

Es un secreto...


"El que confía sus secretos a otro hombre se hace esclavo de él". Baltasar Gracián
 Aún cuando se afirma que los ojos, sin hablar, confiesan los secretos del corazón, tan cierto es que cada ser humano es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras. El secreto mejor guardado será, por tanto, aquel que uno no se permite pensar ni a sí mismo.

Todos tenemos, en mayor o menor medida, nuestros misterios. Estos enigmas habitan la parcela más valiosa de nuestra intimísima libertad. Su revelación constituye la pérdida de esa osadía que forma parte de nuestro mundo más escondido, compuesto de placeres, pesares,deseos. recuerdos, sueños y fantasías. Toda una gama de reservas clasificadas en personales, familiares, profesionales, de pareja, de alcoba, de amistad, etc... asimismo de los secretos a voces. Además de la distinción del enfoque por razón de sexo. Dejó apuntado La Bruyère que "el varón guarda mejor el secreto ajeno que el suyo; la mujer, por el contrario, guarda mejor su secreto que el ajeno".

A cualquiera le gusta ser el receptor de una confidencia. Pero muy pocas las personas capaces de guardarla eternamente; de ahí la afirmación de que "lo que quieres que otro calle no se lo cuentes a nadie". No vamos a pretender que alguien guarde un secreto cuando nosotros no lo hemos podido guardar. Por ese motivo toda expansión de un recóndito personal es culpa exclusiva de quien lo ha contado primero.

Hay, sin embargo, personas más propicias a que les sean confiados los secretos. Existe un poso de confianza  en ciertas miradas que seducen a la confesión como el sol a abrir las ventanas. Podríamos decir que ahí entran en juego las categorías de la amistad. Cuando consideras a un prójimo digno de hacerle cómplice de una oculta intimidad es que la hermandad ha alcanzado su grado superior. Esa es la razón por la que León Daudí consideraba a un buen amigo aquel para el que nuestra vida no tiene secretos y, a pesar de ello, sigue queriéndonos. No obstante, por mucha que sea la camaradería, quien confía un secreto a  otro hombre se hace de algún modo su esclavo.
.
Enfín, a pesar de que hasta los más oscuros de los hermetismos privados tengan su absolución, mejor guardarlos de vientos externos como una forma de sabiduría; lo contrario sería locura. Hasta es posible que ese placer oculto que nos producen ciertos sentimientos insondables, deje de serlo una vez que se hace público;

 No hace falta tampoco saber todos los secretos que esconde el silencio porque eso probablemente nos haría más infelices. Igualmente consta en  algún lado que "si quieres guardar bien un secreto escríbelo en un libro". Donde no se nos ocurrirá ponerlo jamás es en las redes sociales. Hoy alguien me ha sugerido que hable de esto. Es nuestro secreto...


Imagen: Mujer con abanico  (objeto confidente de muchos secretos) , de Renoir .    









lunes, 14 de mayo de 2012

Manías: ¿Quién no las tiene...?



Zidane ha vuelto a aparecer en el banquillo con su pantalón roto. Se especula sobre si será una superstición...








Manías…¿Quién no tiene -al menos- una?. Las hay para todos los gustos. Y, salvo las inconfesables, nadie se avergüenza de sus pequeñas o grandes rarezas.
 Según el diccionario de la lengua española, la manía es una preocupación fija y obsesiva por algo determinado. También se define como costumbre extraña,caprichosa o poco adecuada. El odio, aversión y ojeriza forman también parte del término; junto con un desequilibrio mental caracterizado por una fuerte obsesión. Asimismo está la manía persecutoria. Cada cual que eliga la que prefiera.

Hasta Luis Migue hace gala de ellas. De los tics más notorios del cantante de boleros se detecta el de tocarse el cabello. Se lo perdonamos. Quién nos cantaría si no como nadie aquello de “No sé tú. Pero yo te busco en cada amanecer…”

Aunque científicamente la palabra obsesión sería la más correcta para identificar las manías de “andar por casa” -las auténticas formarían parte de una enfermedad mental- todos nos entendemos mejor con el vocablo popular.

En los temas domésticos se encuentra la lista de la mayor parte de las extravagancias. Los cuadros en el nivel exacto, los visillos parejos hasta en la última vainica, las perchas mirando todas para el mismo sitio, la taza del inodoro bajada, las persianas al mismo nivel -una amiga de juventud era capaz de recorrer kilómetros si recordaba que no había dejado los listones de sus ventanas en el mismo número-,  las puertas de todos los armarios cerradas, etc….

También abundan las relacionadas con los miedos y las supersticiones. Mirar bajo las camas antes de acostarse ó al llegar a casa, no sentarse nunca de espaldas a una puerta, dormir siempre mirando hacia la ventana, evitar los recintos oscuros,  torcer la cabeza de cuando en cuando hacia atrás por si nos persiguen, no abrir un paragüas dentro de casa, cruzar los dedos ante una inseguridad, no pasar por debajo de una escalera, hacer siempre el mismo itinerario para acudir a los lugares habituales, y así unas cuantas más. El apartado de comentarios está abierto, por si queréis comentar alguna de vuestra cosecha.

Me quedó especialmente grabada la excentricidad de una señora que llamó hace un tiempo a un programa de radio que trataba este tema. Su manía era la de colocar las pinzas de la ropa del mismo color que la prenda que estaba tendiendo. En caso de que el trapo fuese de varias tonalidades, ponía la pinza de la gama predominante.Le costaba un disgusto si no tenía el gancho adecuado y removía Roma con Santiago para adquirirlo.

Palabra que una compañera de estudios volvió de Sevilla estupefacta con la chifladura de la familia de una amiga por la que había sido invitada. Antes de salir de casa, aunque fuesen a buscar el pan, si el domicilio quedaba vacío, cubrían todos lsus muebles con sábanas blancas.

Manía también reseñable y , a mi modo de ver un tanto ofensiva, es la de una treitañera -ese dato es suficiente para que nadie se sienta delatado- que pasa compulsivamente la aspiradora, una vez que ya se ha marchado  la visita, aunque el aposento haya quedado tan impecable como a la llegada de los invitados.

La tía de Mariana sube desde el portal hasta su sexto piso -si se le antoja que el ascensor tarda sube a patita- en caso de que se le ilumine la mente  con la figura de una cucharilla del café sin recoger en el fregadero. Perjura que regresaría por tierra, mar o  aire desde cualquier punto del planeta si comete “el disparate” de dejar  el enser más insignificante a la vista de intrusos.

El temor a que “okupen” su  vivienda es la gran preocupación de Adelina. Cierra su carísima puerta blindada con cuatro vueltas de llave, aunque simplemente su destino sea tirar la basura. Otras cuatro veces da la vuelta y comprueba si de verdad ha dado ese número de giros en el llavín.

La limpieza obsesiva de las manos tiene más de un  autor. En el caso concreto de Martín, el PH debe ser inexistente en sus palmas. No soy exagerada al informar que se las lava más de cien veces diarias. A sus cincuenta años ya es imposible conseguir que toque cualquier persona, animal  o cosa sin que sus garras pasen posteriormente por el grifo.

Servidora, a pesar de ser más bien atea, me santiguo toditas las noches y, si me apuran, hasta el raro día que se cae una siesta. Aún cuando no soy muy coqueta, me pongo de mal humor si algún tono de mi indumentaria no combina según mi sentido de la armonía, aunque vaya a echar de comer a las gallinas. Y, no considerándome de las más ordenadas, me levanto del  sofá cuantas veces haga falta si hay alguna prenda de ropa o calzado fuera de su destino. Me siento relajada cuando me deshago de objetos inservibles (quienes me conocen personalmente se explicarán mi adversión hacia los “trastos”). No podría continuar el día si no dejo medio centímetro de café en el vaso,. Me siento fatal cuando no pongo los tiempos del microondas en números pares, y he llegado a vendarme los dedos porque, ante una situación de estrés, literalmente me los como.

Elena, mi ya insustituible amiga de Facebook , confiesa que “desde que descubrí la Red social mis manías de hogar impoluto han ido decayendo en equilibrio directo con mis buenos momentos navegando por internet…” Os dejo, que hace diez minutos que no miro los mensajes de mi ordenador. ¡Qué manía…! 

martes, 8 de mayo de 2012

Ya lo pensaré mañana...



"Empieza ahora mismo por dejar ese último bocado en el plato, si es que te has planteado perder unos kilos..." .

"Hoy no quiero pensar...ya lo pensaré mañana..." decía Scarlata O´hara en la célebre película "Lo que el viento se llevó". El síndrome de postergar es un mal que no sólo atañe a la mujer que también juró por Dios no volver a pasar hambre. Y es que dejar para otro día lo que podemos hacer hoy, o como alguien dijo dándole una vuelta de tuerca: "dejar para mañana lo que ayer dejamos para hoy" es un hábito nada aconsejable en muchos de nosotros.

Como para casi todo, hay libros de autoayuda que nos indican los pasos a seguir para vencer esa pereza mental o física que nos impide avanzar en nuestros pequeños o grandes objetivos, aunque ninguno insignificante. El último libro que he ojeado -Coaching para el éxito, de Talance Miedaer- trata de esos diferentes aspectos del no dejes para mañana. En él se hace una serie de reflexiones sobre el porqué de aparcar nuestras tareas, con su correspondiente solución: Si no te gusta una labor, delégala. Si no sabes cómo resolver un trabajo, pide ayuda. Si pospones por falta de tiempo, organízate. Si no llevas a cabo un cometido por causa de un bloqueo y necesitas que te empujen, busca una motivación iterna. En el caso de que necesites tiempo para pensar, haz mientras tanto otra tarea que te permita reflexionar. Todo es mejorable con auténtica voluntad, la verdadera ejecutora de cualquier proyecto porque tanto si crees que puedes como que no puedes estás en lo cierto,transcribiendo a Henry Ford.

A su vez, cada apartado podría dividirse en micro casos con circustancias más concretas,ya que generalizar en exceso lleva a la confusión. De igual modo que si trataramos de incluirnos en algunos de los grupos que dividen a los seres humanos por su personalidad acabaríamos por encontrarnos en unos cuantos: los que lamen las tapas del yogur antes de echarlas a reciclar, los que se perfuman a husrtadillas en los grandes almacenes, los que lloran hasta en las películas de humor, los que se santiguan por si acaso, los que siempre hacen planes que no cumplen, los que compran helados en tardes lluviosas, los que se dan nuevas oportunidades para todo, los que sonríen aunque tuvieran más razones para llorar, los que creen que la bondad predomina en la tierra, o los que se comen hasta la espina de algunos pescados....  Y a continuación, los contrarios de cada caso .Imposible limitar los territorios personales.

Llegado el anochecer, ese momento del día que para algunos constituye el punto álgido de todos sus problemas, me encuentro en el estereotipo de quienes, ante una preocupación de cualquier índole,  sólo anhelan meterse en su camita, situarse en posición fetal y, a todo lo más, pensar que con la la luz de la mañana todo se verá de otro color. Soy también de los que evito hacer preguntas por miedo a una respuesta de antemano sabida; además de meterme en el cesto de deprimidos ocasionales, que pueden transformar en un reto imposible las tareas más cotidianas. A quienes nos paralizan determinados momentos materiales o sentimentales, nos gusta especialmente "pensárnoslo mañana". En estos casos siempre recuerdo las palabras de un profesor: "para subir una escalera sólo hay que comenzar por el primer peldaño".

Solución similar para cualquier tentación de dejadez sería la de comenzar por ejecutar las faenas que menos nos apetece para después disfrutar más de lo que hacemos con agrado o sin dificultad; incluso es posible que ,una vez decididos, encontremos que esa misión temida o aborrecida también tiene su parte grata.

Ya mentalizada de la necesidad de realizar los trabajos menos apetecibles, comenzaré con esos azulejos que necesitan algo de brillo; después me pondré con mi hijo mayor a revisar al amigo Descartes... -¡Buff ...que pereza! pensaba que esos entresijos filosóficos ya los había perdido de vista- . Por último, pero únicamente cuando haya hecho lo anterior, cogeré mi ordenador y me perderé por estos mundos virtuales... Hay que predicar con el ejemplo.


Imagen: Yoly Iglesias











viernes, 4 de mayo de 2012

Las madres que los parimos....


"Hay un solo niño bello en el mundo y cada madre lo tiene..." (José Martí)

Aunque hay una frase muy bonita que dice que "no hay cuerpo más bello que aquel que la maternidad ha deformado", el caso es que quienes lo hemos experimentado seguimos empeñadas en disimular curvas excesivas. No tiréis a la basura lencerías antiguas porque ahora son moda vintage y solución para muchos vestidos ajustados. Ante la imposibilidad de cumplir opciones como dietas o ejercicio físico, cabe la alternativa de la faja. Decía esta mañana Jaime Cantizano en la radio - de eso parece que "entiende" mucho el guapo peresentador- que esa criticada prenda femenina vuelve a estar de última moda, haciendo perfecto lo imperfecto.

Sin embargo...¿Quién  ha dicho que quisiéramos ser perfectas?. Sólo mujeres con unos hijos que son para siempre nuestra responsabilidad y a quienes amamos por encima de todas las cosas. Para todo lo demás, hembras cotidianas, con los multiples oficios que nos va enseñando la vida a fuerza de venturas y desventuras. Algunas están especializadas en tareas por las que son remuneradas y otras muchas se quedan  en la anécdota de la empresa que supone su existir.

"Altas,  bajas, guapas y feas, buenas y malas, y algún  que otro días sólo cansadas", que dice la canción. Pero fisonomías, personalidades y estados de ánimo aparte, la profesión de madre se nos da en los genes por añadidura. Posiblemente no desempeñemos siempre de manera correcta el papel exigido; sin embargo en lo esencial, el amor desinteresado y los mejores de los deseos, las mamás no tienen cotejo. Es una condición sin ensayos previos la de querer a tu descendencia, aún cuando no todo es de color de rosa, ni  tan siquiera celeste algunas veces.

Una señora me contó un día que sólo había envidiado una vez a alguien, cuando hacía unas semanas que se había ido su madre: a todos aquellos que aún la conservaban.


Incluso para quienes no conciben fechas concretas para la demostración de afectos,  os recuerdo que ninguna mujer está exenta de la necesidad de que la quieran un poquito más... Y, de recibir un regalo material, que no sea menaje para el hogar, ni siquiera una faja, sino ese "objeto" de deseo al que una mayoría solemos renunciar casi siempre...







jueves, 3 de mayo de 2012

Simplifica y ganarás


"Haz que el barco de tu vida sea ligero, cargado sólo con lo que necesitas: una casa familiar, placeres sencillos, uno o dos amigos que merezcan tal nombre, alguien a quien querer y que te quiera, un gato, un perro, y una pipa o dos, suficiente comida y el abrigo necesario, y un poco más de bebida de la que precisas, porque la sed es cosa peligrosa". (Jerome Klapka) 

¿Por qué nos produce un efecto relajante, además de un sentimiento de libertad, el desprendemos de esas pertenencia  inútiles que ocupan innecesariamente un sitio importante y acarrean desorden a nuestra vida?. ¡Qué bien estamos esos atardeceres en los que nos detenemos a mirar lo ligero que han quedado alguna estantería, armario o cajones varios que nos llevaban invitando a liberarlos del caos desde hacía un tiempo!.

Hay un libro -Simplifica tu vida- que releo de cuando en cuando. Una joya para quienes no somos excesivamente organizados o constantes en la distribución de nuestros enseres y nos sentimos agobiados cuando nos supera el desorden. Este manuscrito de Elaine ST. James nos acerca de manera práctica y clara al arte de aviarse para hacer nuestra existencia más fácil y sencilla.

"Eliminar los chismes y los cachivaches que desordenan su casa, su coche, su oficina y su vida supone dar un paso de gigante en el camino hacia la simplicidad. Para iniciar el programa de reducción del desorden, siga un pequeño lema: Si no lo ha utilizado durante un año o más, deshágase de ello",comienza el primer capitulo de esta obra, dedicado a la casa, en el que también podemos destacar algunos otros apuntes como el uso de bandejas para cualquier comida o bebida que salga de la cocina o en la inutilidad de hacernos acopio de más objetos de los que realmente necesitamos o no aportan algo práctico a nuestro trajín diario. "Necesitamos tan poco que, en realidad, siempre podemos prescindir de algo", señala la narradora.

El estilo de vida, las finanzas, el trabajo, la salud, la vida personal, temas especiales para mujeres (Hace unos años una peluquera me contó que cada mujer tiene, por lo menos, un peinado favorecedor, fácil de mantener, adecuado para su tipo de pelo y estructura facial . Ahora, en lugar de los veinte o treinta minutos que tardaba antes, tengo el pelo limpio y listo para salir en cinco minutos) y la simplicidad pura y dura son el resto de los asuntos tratados desde el más práctico punto de vista.

Otro de los apuntes con el que coincido del manuscrito es la sugerencia de levantarse una hora antes de lo estrictamente necesario. "Si nunca ha tenido la oportunidad de disfrutar de la calma previa al amanecer, le aconsejo vivamente que lo experimente mañana mismo. Le maravillará la riqueza, la paz y la sencillez que puede añadir a su vida", promete ST James cuando habla de lo positivo de esa hora adicional.

Hoy me he vuelto a acordar de ese documento de cabecera al decidir mi  ascenso al trastero, que  llevaba unos meses  reclamando mi vena simplificadora. Aunque, como también puede leerse en uno de los apartados de la escritora norteamericana "lo más fácil para mantener su vida libre de trastos es adquirir el hábito de no acumularlos". Seguramente muchos de vosotros no os veréis en la tesitura de aplicar el método de Eleaine porque -en algunos casos me consta- lleváis la disciplina como bandera. Para los que necesitéis de consejos, os recomiendo este catálogo para el orden y la suprema excelencia que es la sencillez, pero sin olvidar nunca las palabras de Einstein: "Hay que simplificar las cosas tanto como sea posible, pero no más...".

Podría añadir que también es importante organizar de forma inteligente nuestros pensamientos. Ese arte de echar a un lado lo que inútilmente nos atormenta.Vaciar la copa para volver a llenarla, parafraseando a Bruce Lee. Aprender a dar  la justa importancia a cada problema sería el gran secreto para comenzar a vivir sencillamente por dentro. Ligeros de equipaje, recordando a Machado.  .