lunes, 28 de mayo de 2012

Filias y fobias: dos caras de una misma moneda


"El hombre que tiene miedo sin peligro, inventa el peligro para justificar su miedo" ( Alain)

Elena rodeaba el camino más directo a su trabajo para evitar bordear el precipicio que ofrecía unos doscientos metros de vacío. En realidad nunca supo si lo que le daba miedo era la atracción por lanzarse a los brazos de aquel abismo magnético o el terror a ser involuntariamente precipitada a él. De ahí su fobia a los barrancos, tan intensa como la angustia que también le provocan los espacios cerrados.

Los reptiles se llevan la peor parte de entre las fobias humanas. Hay quienes no pueden tener cerca a una  serpiente -ofiidofobia es la palabra científica para definir esa sensación- ni en una fotografía. Alguna clase de roedores, arácnidos y gusanos tampoco salen nada bien parados de las aversiones personales; junto con las del pánico a quedarse encerrados en lugares tan diversos como un ascensor, un sótano o la fortaleza de una buhardilla.

Los precipicios y alturas en general también figuran entre los pavores más comunes de la gente  La profundidad de una sima corre paralela a la angustia que les apodera al imaginarse la consecuencia de un solo paso hacia adelante. Fobias a presenciar heridas abiertas o sangre humana, a los objetos inservibles, a la humedad, a padecer determinados sentimientos; y un malestar muy actual, la fobia a no tener ningún puntito rojo en las anotaciones de las redes sociales. Son muchos de los temores que me han llegado dando un paseo por el mundo de los rechazos inexplicables.

Uno de mis buenos amigos tiene auténtico horror al compromiso de pareja. Esa  renuncia a su libertad y todo lo que eso conlleva paraliza cuantas relaciones comienza este chico en edad de hacer nido, cuando sus aventuras amorosas amenazan con hacerse estables. "Es lo que hay. Si te decides por un dulce tienes que renunciar al resto. Será sin embargo tú pastel, único en el mundo para ti", le decimos cuando pide consejo.

De entre todas mis fobias -se me han revelado unas cuantas más de las que contaba en mi haber después del viaje por este tema- me quedaría con el terror al vacío que me produce asomarme a un despeñadero.Tal vez un profesional del subconsciente nos diagnosticara a quienes padecemos estos rechazos que nuestros temores están directamente relacionados con el talud de los sentimientos. Esas percepciones que entre el cielo y el suelo nos amenazan, en ocasiones,con pánicos difíciles de superar.


Del mismo modo me causa desasosiego la negrura amenazante de una ola embravecida. Tal vez esa circunstancia tenga que ver con muchas de mis recurrentes pesadillas. Me adentro en algunos de los sueños en el vértigo de lanzarme al horror de unas aguas profundas y oscuras, casi siempre para buscar en ellas a alguien querido. Me despierto con la percepción de haber pasado por el infierno de todas las sensaciones. Por ello comprendo muy bien a quienes me contaron su rechazo a las aguas no cristalinas, donde además no pisan tierra firme.

La búsqueda en las antípodas de las fobia, las filias; esas atracciones desmesuradas hacia determinadas personas, animales, situaciones o cosas, aportan asimismo nuevos descubrimientos: la existencia de la abasiofilia (atracción por las personas cojas), la acrofilia (atracción por las personas altas), algofilia (atracción por sentir dolor), agonofilia (atracción por la lucha con la pareja), agorafilia (atracción por los espacios abiertos),etc. Y otras cuantas, tan insanas como sus contrarias.

El agujero negro que suponen las exageradas reacciones ante las dos caras de una misma moneda -filias y fobias- me conduce al poema titulado "El Pozo", de Pablo Neruda: "A veces, te hundes, caes en tu agujero de silencio... y apenas puedes volver, aún con jirones de lo que hallaste en la profundidad de tu existencia...".

La última moda de las fobias, la aporofobia (alergia al pobre) es, en mi opinión, la más peligrosa de todas las manías, por la injusticia y el peligro que lleva implícitos. Hasta una próxima. El primer café cargadito de la mañana me espera. ¿Cafetofilia podría ser?.


Fotografía: Una gran ola en el mar del Occidente Asturiano. . Autor: Rascacheiro.




4 comentarios:

  1. Preciosa entrada. Me has impresionado con tu entrada. Primero por nombrar la sima ¿Me ahogo nada más leerlo! Tu estás causando en mi, conciencia de mi yo. Antes yo me consideraba una persona con ciertos miedos ¡Vah nada del otro mundo!¡Y resulta que no! Reconozco ponerme fatal en los lugares altos, la sima me causa terror, un puente colgante, un puente que entre tabla y tabla se vea el fondo o una simple escalera de las de agujeros en el escalón ¡No puedo subir por ellas! Una montaña alta... No se si tiene algo que ver que en mi entorno solo hay llanos, y en mi pueblo ni una leve inclinación. Y me doy cuenta de que no sufro mucho por ello porque simplemente no me las encuentro.
    ¡De aquí no me muevo! jijiji
    ¡Besitos Berta!

    ResponderEliminar
  2. Yo tengo claustrofobia desde pequeña que me quedé encerrada en un ascensor, alguna vez, subo, respirando, con los ojos cerrados y deseando que acabe pronto. De hecho, alguna vez he llegado a meter la compra en el ascensor y yo he subido las escaleras corriendo para coincidir con ella. Aunque soy una claustrofóbica peculiar, me encantan las alturas, mi primera casa fué un 9º. Eso si, cuando el niño va conmigo en el ascensor, se me quitan los miedos para que vea que su madre es una supermama aunque por dentro, vaya tiritando y temblando.

    ResponderEliminar
  3. Yo sueño muchísimas veces que se me caen los dientes... Que me caigo por un precipicio, que me viene una ola gigante encima... Una vez hice una entrada sobre este tema... Buenísima entrada bebe.. Muackkkkk

    ResponderEliminar
  4. Las fobias y las filias las tenemos tod@s por eso es muy importante aprender a vivir con ellas.

    Buen artículo.

    ResponderEliminar