domingo, 12 de junio de 2016

El Príncipe infiltrado


Todos los fines de semana, en el trayecto de Oviedo a Redes y viceversa, recorremos un buen trecho de carretera construida sobre las galerías mineras de la Cuenca del Nalón. "Aquí, en el Pozu San Mamés picó carbón  tu abuelo. Allí, en el Sotón, trabajaba su hermano de barrenista. En la mina de Llaímu, perdió la vida  el mayor de todos ellos, cuando tenía 18 años.  Es muy duro, sobretodo en el pasado, el  trabajo de los mineros; un ejemplo de lucha  y compañerismo laboral"  les repito, hasta aburrir, a mis hijos, que ya poco saben de la indiosincrasia minera. Otras veces,  les cuento un cuento de un Príncipe que fue minero...

Sucedió en el siglo pasado en la mina asturiana  de El Sotón, cuando en nuestro país imperaba la Dictadura franquista y en la Cuenca minera asturiana el sindicalismo reclamaba la nacionalización de la minas y la excarcelación de los detenidos políticos. El  Primero de Mayo de ese 1962 también las crónicas hablan de "un hecho admirable ocurrido en el Parque de Sama: los socialistas permitieron participar a los comunistas en uno de sus mítines".Qué cosas...  Por supuesto que  las redes sociales no podían dejar constancia de ninguno de esos instantes porque eran un universo aún por descubrir. De haber existido, la foto con el Príncipe minero hubiese sido viral.

Cuentan las crónicas de la época que Carlos Hugo de Borbón-Parma y Bourbon-Busset quiso vivir en carne propia la vida minera,  y comenzó a trabajar en el Pozo Sotón, con una identidad falsa. Se hizo llamar Javier, y alrededor de un mes fue un minero más. Dormía en la colonia residencial de la Plaza del Sotón, que con anterioridad había sido barracón y residencia penitenciaria -en la que a los trabajadores se les conmutaban penas por trabajo-, y formó parte de una plantilla de hombres que trabajaban en  condiciones laborales duras, y que picaban carbón y derechos con el mismo coraje.

Fue el último día de la estancia del tío-abuelo de Felipe VI,  cuando al salir de la jaula la prensa había invadido los exteriores de la mina, y el Candidato al trono de España tuvo que descubrirse, aunque algunos de sus compañeros ya sabían de su verdadero origen. Son los mismos que cuentan de él que era un joven sencillo,educado y simpático.  Enmendado el engaño,  esa última jornada en la Brigada de Camineros,  invitó a sus compañeros a comer al restaurante del pueblo casín de Coballes, negocio de referencia de la época, y ahora cubierto por las aguas del Pantano. Consta que pidieron fabada como plato principal y que el primo de Don Juan Carlos dio muestras de buen apetito -el trabajo duro suele abrirlo- y que repitió de ese primer entrante.

Pero qué sería de una buena  historia sin amoríos. Tampoco faltaron en ésta. El  "Sálvame" de aquellos años sesenta nos contaría que "Javier" tuvo amores con una chigrera de El Entrego. Nada que extrañar, porque el Príncipe tenía aires aristocráticos, aún con sus ojos pintados de carbón, y ese porte seductor en el que suele colaborar haber nacido en buena cuna, por mucho que nos neguemos al valor de la apariencia. Tampoco me cuesta imaginarme que la chica que visitaba en el bar entreguino lo hiciese dudar entre las princesas y las plebeyas, que ya sabemos que las segundas tiran mucho en nuestras monarquías. Y a buen seguro que le cantaría algo de la canción de moda ese año, "Amuleto de Cuatro hojas", con su porte de caballero inglés: "No quiero un trébol de cuatro hojas... tu amor vale todo el oro del mundo", emulando al gran Elvis Presley.

No le costó al Borbón congeniar con los representantes en estado puro de la lucha obrera -políticos, sindicalistas y trabajadores-, porque los Borbón-Parma eran el verso suelto entre la realeza europea. De hecho, el general Franco se deshizo en cuanto le fue posible de la saga, enviándoles al exilio sin piedad. Además, un cierto viraje al rojo teñía su sangre, de naturaleza azul. Como prueba, en las palabras que dejó escritas el Secretario General del Partido Comunista. Santiago Carrillo, reconocía que había establecido una estrecha relación con esta rama de los borbones, defensores a ultranza del carlismo, durante su estancia en París.

Carlos continuó con su aristócratica vida, primero de estudiante en prestigiosas Universidades y después como empresario de élite. Se casó con la Princesa Irene de los Países Bajos, con la que tuvo cuatro hijos y varios nietos -de los que algunos seguimos teniendo noticia por la prensa rosa, amarilla y demás colores-, y de la que posteriormente se divorció.

Aunque el auténtico cuento de hadas hubiese sido la vuelta de Carlos Hugo años después  al tajo negro, y que un anochecer de primavera se hubiese aparecido con una rosa roja para su princesa plebeya. Por supuesto que eso no sucedió, pero  en la visita guiada al Pozo Sotón,  nunca falta la mención a la estancia del Príncipe Obrero es esta mina asturiana. Así que observad bien a quienes os encontréis en vuestro itinerario cotidiano, que las apariencias engañan. Por otro lado, el rapport -un anglicismo muy utilizado en las clases de inteligencia emocional- ya véis que fue practicado cuando tampoco se era consciente de su utilidad. Ponerse en el lugar de los demás ayuda a entenderles y hacerse querer, aunque luego cada cual vuelva a su refugio; unos a los barracones y otros a los palacios...


Foto 1: Un primer plano del Príncipe Carlos Hugo de Borbón-Parma

Foto 2: Residencia de trabajadores en la plaza minera donde se hospedó el Dirigente carlista.

Foto 3. La imagen más emblemática del Pozo Sotón, por donde se bajaba en la jaula al interior de la mina.