jueves, 16 de febrero de 2017

Arena en los pies

Días de esos en que todo nos parece un muro infranqueable; algunas mañanas o tantas tardes en las que se te acumulan, a partes iguales, las tareas, las decepciones, los no entiendo nada, las incógnitas; y  hasta los dolores físicos, una entrevista de Gema Nierga a Irene Villa, como  la que he escuchado en la radio, le da la vuelta a la tortilla.

Cuando tenía 12 años  perdió las dos piernas y tres dedos de la mano, a consecuencia de un atentado terrorista. Aquel octubre ETA había colocado una bomba bajo el coche en el que viajaba con su madre, quien también sufrió graves mutilaciones. Fue un error fatal -lo hubiera sido de todos modos-, el atentado no iba dirigida a ellas, pero explotó certero en sus vidas. Veintiséis años después, Irene Villa Gozález, trata de hacer entender a la gente la importancia de luchar porque nadie consiga borrar el brillo de sus ojos -el que ella sin duda tiene a raudales-, y pide que se valore la sencilla sensación de sentir la arena de una playa bajo los piés; una de las cosas que más desearía, ya imposible para ella

Qué inyección de positividad las palabras de una mujer con una trágica experiencia a sus espaldas, y unos efectos colaterales físicos y psicológicos que, en un principio, la hicieron desesperar. Ahora es esquiadora alpina paralímpica con varios trofeos en su haber, y un ejemplo para muchas personas con barreras físicas.

La ahora periodista,  Irene Villa  -que quiso ser juez en un principio para perseguir las injusticias, aunque después le aconsejaron que el Periodismo era otra forma idónea de proteger al débil y contar al mundo lo que sucede- afirmaba hoy en la Cadena Ser que está agradecida a la vida por tantas cosas buenas que le va dando. Tres hijos varones -"lo de la niña no ha podido ser, no se puede tener todo", afirma con humor-, un marido que la ama y la convicción de que hay muchísimas personas buenas -famosas y anónimas- que le han mostrado su apoyo y su ayuda desde que padeciera los estragos del terror hasta ahora que ya es toda una mujer de 38 años, son el trampolín para seguir luchando y teniendo ilusiones.

"Los terroristas solo son gente que cayó en una trampa", por eso afirmaba la también psicóloga que no los odia a ellos ni a nadie. De hecho, Irene -en este caso parece más que una pura coincidencia que su nombre signifique paz  en griego-, asegura no tener ningún rencor tampoco a quienes, de cuando en cuando, hacen públicos insultos y vejaciones hacia ella por las redes sociales. Esta mujer, admirable a todas luces, aconseja " inmunizarse contra las ofensas; incluso compadecerse de las personas de quienes proceden los insultos porque me lleva a pensar qué clases de cosas llevarán dentro de su alma, y me inspiran pena".

Por otro lado, la escritora madrileña aseguraba que puedes considerarte un auténtico psicólogo cuando llegas a entender a tus enemigos, lo que te deriva en una singular forma de empatía, incluso hacia ellos,  porque acabas entendiendo sus razones, para esa enemistad hacia el prójimo, lógicamente sin justificarlas jamás.

La autora de "Saber que se puede", dejaba constancia en las ondas que una de sus melodías de cabecera de su vida es la de "Color esperanza", porque es un canto a la superación, a la positividad y a la importancia de vivir con alegría y seguridad en uno mismo porque no hay barreras que uno no pueda saltar si se lo propone y porque lanzarse cada día al mundo con una actitud positiva hacia los demás y una sonrisa consigue hacer más fácil nuestra vida y la de los demás, por aquello de que "quien ríe más, soporta mejor el dolor"

En el tema del amor, y ya que ayer fue el día de los corazones rojos por excelencia, la mujer cuyo valor hace sentir pudor a quienes se quejan o nos quejamos por nimiedades, confesaba con humor que cupido le desbarató todos los planes porque su marido Juan Pablo era  todo lo que ella había descartado en una posible pareja: más  joven y de otro país. Su buena relación vino a demostrarle que nunca se pueden hacer planes ni juicios previos.

Finalizo con una preciosa declaración de amor, la que le dedica su esposo, al que incluye en su lista de ángeles en la tierra, en la parte final de la entrevista radiofónica: "Es un momento especial cuando ayudo a Irene a bajar una rampa, porque cualquier excusa es buena para abrazarla".