domingo, 17 de febrero de 2013

¿Sin lobos hay paraíso?


"Yera el inviernu avanzau y había tanta nevá qu'esti pueblu taba ya per to les partes bloquiau .En tós, los llobos baxaron en acechu d'el ganau; ya to güelu preparau y Colás cuatro mataron..." (Poesía de la tradición asturiana)

 Desde que el lobo ya no es el malo de los cuentos de hadas, el punto de vista sobre este depredador ha ido cambiando. También la proliferación de documentales con aspectos menos conocidos del fiero mamífero -de quienes Rodríguez de la Fuente fue su precursor- han colaborado bastante en que su fama de "asesino" se vaya derivando en opiniones más comprensivas

Sin embargo, para quienes viven del ganado y sufren los ataques , la cada vez más cercana presencia del cánido por dominios humanos significa una amenaza para su rebaño, al que además de necesitarlo para vivir, le tienen el cariño propio de quien le cuida, y le ve nacer y crecer.  Ni una buena indemnización -que no lo es en todos los casos- les compensa la rabia de encontrar a los animales devorados por estas fieras. Muchas de estas personas argumentan que "es muy fácil hablar desde la postura de quien no vive los siniestros en primera persona e intentan dar lecciones desde teorías aprendidas en los libros".


En los últimos tiempos se ha recrudecido la polémica por la presencia del lobo por montes y valles próximos a las zonas de montaña asturianas. Paralelamente a las demandas de los ganaderos porque se controle la expansión de estos familiares próximos del perro, los ecologistas luchan para que sean protegidos; una especie que aseguran "puede llegar a extinguirse al igual que el oso o el urogallo", además de sus argumentos hacia el respeto por la vida de cualquier animal.

La búsqueda de vías que aporten un equilibrio entre partidarios y detractores de la protección del cánido es ahora uno de los asuntos que está en las agendas de las administraciones públicas. De momento, las actuales no conforman a la cabaña ganadera. Llegar a una solución que agrade a todos pasaría por una política en la que el ganadero se sintieran más protegido y los conservacionistas sintiesen que el animal que un día Jack London elevó a la categoría de sagrado para muchos lectores, fuese tratado como un eslabón respetado en la cadena de la vida.

Los franceses, que siempre se caracterizaron pos su salidas filosóficas llegan a apuntar que si fuera posible "lo ideal sería educar al lobo para que no se comieses el ganado". Una utopía tan bella como aplicable a los humanos, si aceptamos que "el hombre es un lobo para el hombre", como afirmaba Thomas Hobbes. En el refranero asturiano hay otra filosofía respecto al delicado tema: "poner el llobu a cuidar  les oveyes"; extensible al ser humano cuando, al no pode con el enemigo, se alía con él. También otro dicho, que compara  al lobo con el hombre hastiado de todo dice que "el lobo harto de carne métese a fraile". No falta tampoco un chascarrillo para la fama de dominante del género femenino: "lo que al lobo hace a la loba le place". O aquel que da un consejo a los ingenuos: "loca es la oveja que al lobo se confiesa".

El cine y los cuentos modernos hicieron mucho porque las personas, esencialmente los niños, se aliasen a los animales humanizados. Desde que Bambi llamara angustiado: "¡mami, mami...!", Akela, del "Libro de la selva", fuese el sabio formador de Mogli o Comillo Blanco, el lobo gris, dejara en evidencia la crueldad de algunos hombres con los animales, etc... la historia de las relaciones con los irracionales salvajes ha dado un vuelco.

Los relatos que se narraban el las frías y ya lejanas lunas del invierno, atemorizaban a los niños con el temido lobo. Recordaban historias familiares pasadas de hombres y mujeres rodeados en la noche o en los amaneceres helados, por la amenazante mirada de una familia de ojos hambrientos y su aullido de ultratumba  que acechaba con sus fauces sangrientas en cualquier alto del camino.Y paralela a la fama demoníaca del animal, siempre transcurrió un halo de misterio y de inexplicable atracción. Muchos se apropian de esa personalidad fiera, protectora de su clan y decidida para compararla con valores envidiados en muchos hombres y mujeres. Que a alguien le llamen lobo o loba no es, ni mucho menos, el peor de los insultos.

Como el invierno es lo único que  nunca se lo comió el lobo, con la nieve y demás inclemencias de la estación las huellas de la bestia se descaran por terrenos más humanos, sembrando de enfrentamientos y teorías a los de una y otra orilla, que sin embargo no dejan de estar de acuerdo con la necesidad de que no desaparezcan las especies. De momento, poner a buen recaudo cada uno su rebaño, está siendo la mejor solución presente. Sin olvidar que la oveja de muchos el lobo la come.

Cualquiera de las posturas que se adopte, el perjuicio o el descontento siempre será para una de las partes. La mejor solución, como siempre, la menos mala.


Fotografías: Dos paisajes de Sobrescobio, tierra de lobos. Autoras: Suny Díaz y  Covadonga Fernández