martes, 31 de julio de 2012

Prólogo de nuestro libro sobre madres




Comparto con vosotros el prólogo del libro que Susana González Sancho y yo hemos escrito. Un honor que la periodista de la Nueva España, Pilar Rubiera, nos haya redactado la introducción.

SER MADRE, UN VIAJE EXIGENTE Y GLORIOSO

Pilar Rubiera

“Recuerdo un día lluvioso de invierno. Una gran colada de ropa que no acababa de secar y otra montaña de ‘trapos’ esperando que alguien les pusiera la plancha encima. Un montón de juguetes desperdigados por los rincones más inesperados de la casa; el chiquitín llorando sin consuelo porque era de poco dormir y el futuro adolescente exigiendo mi ayuda para hacer los deberes. Así comencé a convertirme en la adulta que nunca había deseado ser. Fue uno de los momentos –tantas veces se me repiten y se me han de repetir- en los que me estremeció la gran pregunta del libro de Rosa Regás ‘Sangre de mi sangre’: “¿Estamos preparados para lanzar al mundo un nuevo ser para que no sólo reciba los bienes y el amor que estamos dispuestos a ofrecerle, sino también un futuro donde un día tendrá que abrirse paso sin nuestra ayuda afrontando las dificultades, las injusticias, los ataques que nosotros ya conocemos, ya hemos sufrido y tal vez sigamos sufriendo?””

Esta es una de las muchas reflexiones que propone el libro “Madres In-Perfectas” sobre la maternidad, del que son autoras las periodistas Susana González Sancho y Berta Suárez Hevia. Casadas y madres de dos hijos cada una de ellas, se conocieron en un curso profesional e inmediatamente conectaron. Ambas, en situación de paro laboral, se sentían atrapadas en una maternidad que, pese a ser “lo más importante de sus vidas”, aseguran, les generaba en ocasiones inseguridad, sentimiento de culpa y frustración. El libro habla de madres y de hijos, no ignora la figura del padre, pero aparece más desdibujada en el acontecer diario. Susana González Sancho se detiene en el embarazo, el parto, la lactancia, la relación de pareja y los primeros meses que siguen al nacimiento del bebé que, en el caso de su primer hijo, la niña Lucía, fueron tiempos en los que dormir era un lujo que no podía permitirse. La madre está sola ante el reto de la crianza. Susana sintió que fracasaba como tal cuando el pediatra de su hija le escribió en un papel: “Lo mejor para Lucía es que su mamá le deje de dar el pecho”. ¿La razón?, los fármacos que debía tomar para combatir la depresión que padecía no eran compatibles con la lactancia natural. “Cuando ya fui mamá, eché de menos que alguien me hubiera explicado lo duro que es criar a un bebé día tras día, lo difícil que es pasar noches enteras sin dormir”, dice. 

Berta Suárez Hevia se detiene en las difíciles relaciones con un hijo adolescente guerrero. “En las aguas turbulentas de la adolescencia que, salvando las circunstancias sociales, se remueven del mismo modo, generación tras generación, hay momentos en los que un sentimiento parecido al odio aflora en las relaciones con nuestros hijos. Después de “odiarnos” un ratito, la batalla de la intolerancia suele darse por finalizada, agitando por ambas partes la bandera blanca del perdón. Un abrazo que templa las voluntades, que apenas unos minutos antes parecían indomables. Intentamos buscar el punto medio de nuestros argumentos y el punto de vista humorístico suele hacer el resto. ¡Nada era para tanto! Dejamos de odiarnos hasta la próxima contienda y el pequeñín termina de romper barreras imitando a su hermano: “Quero poné un pisin en las seja””, escribe Berta.

Un hombre no queda embarazado. Es la mujer la que acoge en su vientre durante nueve meses al futuro ser humano y, en ello, hay algo glorioso. Cuando, en el nacimiento, el cordón umbilical se corta y el niño o la niña alumbran a la vida, el viaje comienza .Y nunca sabes adónde te llevará. La maternidad te condiciona radicalmente. Es un derecho, es un patrimonio y un vínculo de por vida. Y nada de todo ello te asegura que la aventura va a salir bien. Decía la escritora estadounidense Hill Churchill que no existe la madre perfecta pero hay un millón de maneras de ser una buena madre. Ya lo dice le refrán: “madre no hay más que una”. Para bien o para mal.

En todo este trayecto hay mucho trabajo, gran responsabilidad, renuncias y rutina. Y hartazgo en ciertos momentos. Susana y Berta también hablan de la carga que supone la crianza y educación de los hijos para la mujer frente a un papel más ausente del hombre. Las cosas, dicen, empiezan a cambiar, pero son necesarias otra actitud y mentalidad, propuestas serias que den contenido a la llamada conciliación laboral y familiar. “Que me disculpe mi compañero de fatigas –cabe la remota posibilidad de que sólo sea una percepción mía- si afirmo que, en más momentos de los que me gustaría, tengo la impresión de que la resolución de problemas educativos respecto a nuestros hijos es de mi entera exclusividad”, escribe Berta. ¿Cuántos hombres serían capaces de dejar sus ambiciones profesionales por quedarse en casa criando a los hijos?, se pregunta Susana.

En el relato, con final feliz, hay espacio para el humor, como cuando Susana cuenta el primer viaje con su hija de tres meses a Cádiz o los preparativos de un día de excursión de toda la familia, o cuando Berta escribe sobre la fracasada vasectomía de su marido ante un falso testigo. Otras catorce mujeres hablando de su experiencia como madres ayudan a entender la aventura de educar a los hijos. Lo resume con gracia una de ellas al recordar una conversación con una amiga en la que ambas despotricaban contra sus hijos. “¿Qué podríamos hacer?” le pregunta una a la otra otra. La respuesta es tan sincera como certera:”Quererlos, chica, quererlos”.

“………..” es un libro en el que muchas mujeres se sentirán reflejadas. Habla del hecho cotidiano de ser madre, la más importante de todas las profesiones, según decía la activista estadounidense Elizabeth Cady Stanton. Y añadía: “Exige más conocimiento que cualquier otro asunto”.













lunes, 30 de julio de 2012

Del estigma de ser de pueblo al orgullo de vivir en la aldea

"...Mi pueblo son sus gentes,

hombres y mujeres que labraron el surco,
aquellos que partieron en pos de un sueño
y los que dejaron los vientos y las flores
para abrazar la tierra y sus orígenes..." (Pepe cercas)


Hay un denominador común entre los que compartimos la huella de ser de aldea que nos ha concienciado en la pertenencia a una casta diferente. Una mayoría de estas generaciones pasadas, que nada tienen que ver con la integración en la sociedad más moderna de las actuales, teníamos las mejillas más rosadas, los deditos menos finos, la vestimenta no tan a la moda, el lenguaje marcado y la idea del mundo un tanto reducida. Se veía la tele -los afortunados que empezaba a tenerla- en una silla en la cocina y se hacían los deberes en ese mismo rincón. Características éstas acrecentadas en la postguerra de nuestros padres y abuelos. Por entonces un viaje a la ciudad se convertía en toda una aventura que el cine, la literatura y la televisión se encargaron de inmortalizar.

Cuarenta años atrás, alguien que conozco muy de cerca se  fue a comprar unos zapatos a la capital de provincia. Como el gusto  por la calidad  nada tiene que ver con la forma de vida, eligió un par de los de más valor. "Estos zapatos son muy caros", le apostilló la dependienta con ausencia de diplomacia. "Yo nun i dije en ningún momentu que quisiera unos baratos", le contestó con rapidez mental aquel hombre de piel curtida por los aires de altura, que siempre cuenta esta anécdota cuando sale a relucir el tema de cómo engañan las apariencias. Tal vez alguien con aspecto menos rudo hubiese tenido que pagar la mercancía a plazos. Si por algo se caracterizaba a la gente de los pueblos era por ser poco deudores."Compro y pago, vendo y no cobro", es otra famosa frase de un tratante de ganado de mi tierra.

Hubo un tiempo en que incluso algunos aldeanos fueron objeto de burlas sonadas por los habitantes de núcleos mayores, pero no siempre quienes rieron primero rieron los últimos. Conocido es el percance de unas mujeres que bajaron por primera vez en su vida a la ciudad -ahora a tres cuartos de hora,- que por entonces se les antojaba lejanísima de su caserío. Cuando se disponían a comer unos pasteles en un negocio de la localidad, unos graciosillos les sugirieron posar para hacerse una foto que les enviarían a su casa; con una falsa cámara. Pusieron su mejor cara de domingo las "ingenuas" campesinas, y siguieron degustando sus dulces ajenas a las risas originadas . Al tiempo de pasarles la factura, con el mismo gesto que habían hechos la foto se despidieron amables: "Vendremos a pagalo tou xunto el mismu día que tengamos los retratos".

Complicado deshacerse por completo de esa marca aldeana que empieza a retornar como un símbolo de status. Muchos de los que vivimos a caballo entre la ciudad y nuestras raíces en algún pueblecito seguimos sitiéndonos unidos por algo intangible como es el pertenecer a una estirpe de manos ásperas por el trabajo en el campo, que conocía cada recodo del sendero de los valles y todas sus fuentes, además del nombre de las cumbres de las abundantes montañas. Trataban de de tú a tú a los animales y al resto de la naturaleza y aún en su tosquedad tenían parcelas de ternura. Nos sentimos ahora orgullosos de esos antepasados que un día se sintieron perdidos en la gran ciudad, con unas madres que no lucían el refinamiento de horas de peluquería y paseos por variopintas tiendas y unos padres que se sentían extraños en ropajes poco habituales en su cotidianeidad. La ropa de domingo era para los días festivos y aún con ella parecían menguados cuando la llevaban a lugares donde se sentían más chiquitos. No se si con la madurez o con el avance de los tiempos, nos percatamos ahora que no cambiaríamos la sencillez de nuestros antepasados por el encono de otros. No obstante, hubo una época en la hubiéramos deseado que nuestra progenitora hubiese lucido el cabello enlacado y nuestro papá se pasease entrajeteado y oliendo a colonias caras por las reuniones del colegio.

Inexplicablemente para muchos, nos daban un poco de envidia quienes vivían en la colmenas que, al fin y al cabo, son los pisos de ciudad, con independencia del lujo de los mismos. Era un cierto complejo de escasez de refinamiento que, de algún modo continúa en algún rinconcito de nuestras neuronas. Ese algo posiblemente inexistente nos hacía sentirnos inferiores a los chicos y chicas de población, más duchos en el manejo de las modas y otros instrumentos de las urbes que en última instancia no pasaban de la superficialidad. Una vez intimados con ellos y sus circunstancias, incluso les aventajábamos en desparpajo y conocimientos. Pero eso se demostraba con la timidez de quien siempre se encuentra desubicado y en desigualdad de condiciones.

Existió una etapa, cuando el progreso comenzó a unificarse, que en las aldea se construían o renovaban las casas imitando a las de nuestros vecinos de la ciudad. Del  mismo modo la decoración interior emulaba cocinas y salones de cualquier piso de la villa, aunque a posteriori se empezó a demostrar que se puede vivir confortablemente conjuntando tradición y progreso. Comenzaron también a llegar otro tipo de alimentos; no siempre más sanos que los cocinados con los cuatro ingredientes básicos de la tierra. Mi padre intercambiaba el bocadillo de chorizo o jamón casero que se llevaba a la mina por otros que sus compañeros en el tajo llevaban de su poblado. Los embutidos ya elaborados en fábricas representaban algunas de aquellas novedades cuya calidad no siempre iba a juego con su estética. Hace ya unas décadas que volvieron  las casas de piedra, los materiales nobles, las cocinas de leña, los corredores y las chimeneas en los salones. Se retomó el lenguaje autóctono y algunas costumbres dignas de ser protegidas.

En la actualidad vivir en un pueblo pequeño constituye todo un lujo, envidiado por muchos.Los accesos a las comodidades de la modernidad están al alcance de la mano.Por ello la balanza se inclina ahora por la libertad de disfrutar de una casita en medio de la naturaleza, saludar en directo a tus vecinos en cuanto te levantas, sentarte a media tarde en las inmediaciones de tu vivienda para disfrutar de una charla amigable con una fruta madura en el árbol y despedir el día mirando más de cerca la luna mientras escuchas sonidos del libre albedrío de una variada fauna sólo es posible si habitas en alguna de esas reservas naturales, ahora objeto de deseo. Quien tiene  la posibilidad de ir todos los días al gallinero, coger unas lechugas en la huerta, hacer un postre con sus propios frutos secos o disfrutar de un baño en el remanso de un río a tiro de piedra, tiene un tesoro.

 Mejores accesos al progreso social en general desmitificaron esa visión de sinónimo de pueblerín. Somos ahora  afortunados del disfrute de ambos mundos que se dan la mano a través de las distintas vías de comunicación.  Nuestros hijos pueden comprobar de primera mano que los huevos no salen del supermercado de la esquina o que los tomates no se reproducen en las estanterías de una gran superficie comercial. Es más, muchos firmaríamos por vivir de seguido en la aldea que un día nos vio nacer. El universo ya no tiene barreras para las fisonomías ni las mentalidades. Por eso, hay que colaborar, cada uno desde su parcela social, en el incentivo de aquello que haga más fácil la vida de la gente que decida quedarse en esos minifundios entre valles y montañas que van enraizando nostalgias y progresos.


Imagen: El pueblo de Soto de Agues (Asturias) cuando todavía las imágenes eran en blanco y negro. Autora  de la foto:  Ana María de Vásquez.

lunes, 23 de julio de 2012

Aquello que nos hace felices

"No se recuerdan los días, se recuerdan los momentos"


Tengo la costumbre de atrapar instantes. Los guardo en una carpeta de mi memoria para utilizarlos en caso de emergencia. Y mira que soy olvidadiza, pero en absoluto para lo intangible. Una sonrisa, un gesto entrañable, una conversación grata, una copa evasora, un gesto solidario, un elogio inesperado, la imagen de unos abuelos de la mano de sus nietos, un paseo tranquilo, un prometedor amanecer, una fiesta especial, un regalo oportuno, un lugar, una palabra, el primer olor de tus hijos, un café, una mirada cómplice, un sueño por cumplir, el saber que alguien existe  o ha existido... También son inolvidables los momentos que te hicieron sentir que el mundo era oscuro;  pero esa es otra historia. Ahora hablamos de esos pedazos de tiempo sin precio que vamos almacenando en la suma de  los días. Cuando nada es positivo en nuestros pensamientos rescatamos aquello por lo que un día fuimos felices. Ráfagas de plenitud que firmaríamos para que fueran eternos.

Un alto cargo del Principado de Asturias caminaba un día por uno de tantos parajes paradisíacos que tiene el Valle del Nalón. Escondida entre hayas, castaños, y robles apenas destacaba la sencilla cabaña de un lugareño que allí pasaba muchas de sus horas. Cuando llegó la ilustre visita se disponía a comer su rutinario manjar: arroz con patatas, rehogado con ajo y pimentón.. Un vasito -si acaso alguno más- de vino y pan con queso para el postre. El comentario realizado, después de la estancia breve, aunque de agradable conversación, pasaría a la posteridad: "Este hombre es más feliz que yo con todos mis lujos".

Y es que cada cual es feliz a su modo. Seguramente el momento más espléndido de una mayoría no sea la de comerse un humilde puchero ante la soledad de unas montañas serenas y una pradería exhuberante de sonidos naturales, pero el horizonte de cada dicha es respetable. Deteniéndonos a enumerar aquello que nos hace felices sorprende descubrir la cantidad de pequeñas cosas que colaboran a ello. Momentos cotidianos que pasamos por alto y solo extrañamos cuando nos faltan. Porque los grandes momentos son pocos y muy separados.

Cuando Ana se tira despreocupada al sol de media mañana no hay lotería que pueda compararse al bienestar que le producen los rayos sobre su piel. Marta elegiría sentarse con un buen libro -de esos que pesan en la mano- en la hamaca verde que todos los veranos instala en su jardín; sueña a través de otros sueños con posibles historias de heroínas presentes y pasadas. Viaja segura en el tiempo y en el espacio de otros mundos que bien podrían estar en este. Una cadena de amables segundos finitos que  ayudan a olvidar sus antípodas. El minuto más feliz para Manuela es aquel en el que calma su sed con una bebida fría, sentada a la sombra de un árbol cualquiera. Escuchar la lluvia aporreando los cristales mientras llega el merecido sueño nocturno tiene un valor incalculable para Francisco. Abre una parte de su ventanal y confiesa que en ese instante no pide nada más. Contemplar como amanece con un café y el sonido de fondo de la radio como cómplices silenciosos -ahora también se nos a unido el ordenador-, es uno de mis momentos preferidos. 



 Los vaivenes de la historia social,política y económica de los pueblos cambian, pero ojalá que perdure aquello que no puede fastidiarnos unas circunstancias pasajeras. Seamos recolectores de esas vivencias que nos impulsan a seguir adelante. Cada uno de nosotros le dará su color. Y gracias a estas redes sociales que difunden perspectivas algunos de esos tiempos felices pueden ser amplificados. Los otros ya los habremos llorado antes de conectarnos...



Fotografía: Un día de otoño en Soto de Agues, aunque podría ser Julio porque los instantes felices o los momentos amargos no entienden de estaciones.

lunes, 16 de julio de 2012

Cubanos por Caso y Sobrescobio

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Algunos analistas políticos dicen que la visita de Obama a Cuba es de pura diplomacia económica, otros que el Presidente de Estados Unidos trabaja ahora para la historia, con grandes viajes de grandes titulares. Una mayoría de expertos en movimientos de este calibre coinciden en que estos gestos siempre serán un paso positivo para tender puentes hacia el régimen castrista, que dejará de serlo en cuanto el Presidente Raúl abandone en breve el poder, según anunció el hermano de Fidel Castro. Por otra parte, Antón Losada, comentaba hoy en la Ser que de su experiencia como profesor en la Universidad de La Habana destacaría que "aunque muchos alumnos tomaban apuntes en papel de estraza, la cubana es una sociedad viva".

Y Justo cuando el Presidente Obama  aterriza en Cuba para estrechar la mano de los dirigentes de la isla, me llegan dos solicitudes de amistad desde ese lado del Océano. Son de Lourdes y Roberto, cómo no recordarles, aunque ella esté ahora algo más redondita porque su próxima maternidad le está dando un nuevo matiz  a su cuerpo. Por eso actualizo y repongo algo que escribí el verano que conocí a esta pareja quienes, al igual que Obama, no habían nacido aún cuando se inició la Revolución cubana. . El epílogo de la pincelada de su historia que yo escribí en mi blog fue el regreso a Cuba, meses después de haberse instalado en Oviedo. Lo que dejaron allí y la promesa de una nueva apertura económica para el país que les vio nacer, les hizo emprender el viaje de vuelta.

Todavía en la veintena de su vida, Roberto y Lourdes  han viajado esta primavera de Cuba a España, para quedarse. Su objetivo es el de encontrar unas condiciones de vida más acordes con su preparación universitaria y sus perspectivas vitales. Desde una estancia "provisional" en el asturiano Alto Nalón se han ganado la simpatía de muchos de sus habitantes. Su especial acento y la forma con que afrontan el reto de conocer nuevas gentes, diferentes contumbres y unas maneras de vivir en general que les son ajenas, han conquistado la predisposición al buen recibimiento del extranjero que ya de por sí tienen estas gentes del Parque de Redes.

Me gusta su conversación y su modo de contar acerca de su país de origen y sus desconocidos detalles. Es un placer escuchar tan directamente la opinión de unos jóvenes nacidos en La Habana sobre la historia de la controvertida Cuba, su presente y futuro; incluso la crónica sobre las diferencias gastronómicas, climáticas o culturales. Desmitificando tanto las malas como las buenas etiquetas de esa pequeña isla del Caribe, la visión del sentir cubano de a pie nos puede dar una idea de que las noticias que nos llegan,a veces, pueden desviarse mucho de la verdad. 

La tenue apertura al mundo de Raul Castro supone, a juicio de estos visitantes "un pasito hacia adelante en la democracia de nuestro país. El hermano de Fidel está dialogando más e intenta dar cabida a todas las opiniones". Sin embargo, aseguran que muchos cubanos siguen siendo fidelistas. "Sorprende  que, a pesar de los pasos al frente que está dando Raúl, el liderazgo de Fidel Castro sigue impoluto. No se puede negar que es un hombre de gran inteligencia y carisma; aunque sus esfuerzos por aplicar sus ideales -buenos en la teoría- le han llevado a cometer algunos errores", afirma Lourdes con su eterna sonrisa, su cuerpo esbelto y sus modales de chica bien educada.

Les preguntaba sobre el mito de la Educación y la Sanidad en Cuba, como su mejor carta de presentación al mundo exterior. "Lo que es innegable es que el analfabetismo ha desaparecido en la isla. La Sanidad es buena y  hay excelentes profesionales, pero al igual que ciertos apartados de la educación hay que pagarlos como en cualquier lugar. No obstante, ningún cubano se va a morir por falta de asistencia sanitaria o por hambre, a pesar de que es cierto que no tenemos un consumo tan abundante y variado como ustedes. Si hay tres libretas para todo el curso, tendrás que estirar el papel, o comprárselas de su bolsillo quien pueda".

Su verdad sobre los los cubanos que no pueden dejar el país es muy diferente de la que tenmos por aquí una mayoría. "No es cierto que no puedas salir de Cuba. Sin embargo, son múltiples las trabas que te ponen, si es que decides hacerlo, desde las propias Embajadas de los países solicitados. Como se barruntan que el cubano no irá únicamente de viaje turístico, les niegan el visado o se les exige una cantidad de dinero difícil de desembolsar", explica Roberto que está teniendo un éxito notable con los mojitos, aún cuando su profesión es la de Economista, asegurando con humor que " en el Festival Benéfico los cobramos a tres con cincuenta euros, pero si ponemos este precio en Cuba ya nos los podíamos beber todos los de dentro de la barra".

Desde su verano en el pueblecito asturiano de Soto de Agues, donde acompañan y ayudan a Flor que, dicho sea de paso, está encantada de haberles encontrado, esperan una salida laboral para no tener que regresar pronto al país que les vio nacer. Dadas las actuales circunstancias del nuestro, tal vez esa posibilidad no llegue. "Por eso hemos dejado las puertas abiertas. En Cuba tenemos nuestra familia, nuestra casa , nuestros amigos, y muchas más cosas buenas, que no vamos a olvidar. Somos como cualquier pareja joven que decide emigrar en busca de una salida profesional.". Asturias, y más concretamente el pueblo de Tanes, es donde Lourdes tiene sus raíces paternas, y por eso su destino actual.

De momento son alumnos aventajados en el aprendizaje de nuestras cocina y otras actividades. "El primer día que hice una tortilla de patata no me salió muy bien, pero ahora la puedo dar a probar a cualquiera", explica orgullosa Lourdes, a quien le hace de cerca la competencia su marido; deseoso también de aprender. A mí me han enseñado a hacer frijoles habaneros y algunas modalidades de su arroz. A la mujer para quien trabajan le sirven de revulsivo vital, especialmente cuando -al mostrar sus deseos de morirse porque ya no sirve para nada, próxima a cumplir los noventa- escucha de la boca sincera de esta encantadora muchacha, mezcla de sangre asturiana  y cubana, palabras como "para mi es usted muy necesaria, quién si no me iba a enseñar tantas cosas como estoy aprendiendo"

Espero continuar hablando con ellos otras muchas tardes. Es un placer escuchar de primera mano las vivencias de dos jóvenes procedentes de un lugar tan admirado por unos como denostado por otros tantos. Desde su formación vital y académica, muestran con palabras sensata una visión reflexiva del país que un día un joven revolucionario quiso que fuera el ideal del comunismo. Como a todos los ideales, su puesta en práctica los ha desvirtuado muchas veces, pero "una mayoría de cubanos no olvida que hemos sido y somos un pequeño país valiente que se ha enfrentado con honor al poderoso. Muchas cosas están cambiando. Esperemos saber quedarnos con lo bueno y adaptarnos con serenidad a lo nuevo. Sería un sueño que mi papá pudiera poner ese negocio propio que siempre ha deseado", asegura el chico con sonrisa perenne como rúbrica para sus esperanzas de juventud, que no dejan de ser las mismas que la de una gran mayoría de jóvenes de todo el mundo.




Imagen: pueblo de Tanes, Caso  (Asturias).








miércoles, 11 de julio de 2012

Para gustos hay colores

"El color es un medio para ejercer una influencia directa sobre el alma". Kandinsky

Manuela me repite muchas veces que a medida que aumentan los gramos de su silueta acrecientan en su ropero las prendas de color negro. Empiezo hablando de este viso oscuro porque igualmente me lo apropio con frecuencia para mi look ordinario y extraordinario. El también llamado color del silencio suele aportarnos esa sensación de adelgazamiento; más mental que real. Nos encontramos cómodas con esa coloración discreta y eso es lo que cuenta. Asimismo , dada la actualidad podríamos decir que está de moda, muy a pesar de muchos, este matiz carbón hulla.

 El color, resultado de las ondas de luz al refractar sobre la superficie de un objeto, está presente en los sentimientos y la razón ; aunque el efecto de cada tono tiene mucho que ver con el aprendizaje cultural del sujeto, su estado de ánimo y su propia entidad. Sicológicamente, el pigmento es una sensación consciente resultante de la interacción de nuestros sentidos con la estimulación luminosa.


Las preferencias cromáticas no son las mismas para la ropa, para la decoración del hogar o simplemente para imaginárnoslas. Podemos amar el azul marino para nuestro fondo de armario, elegir el anaranjado como  tono predominante en nuestro hogar, el verde para un paisaje, y citar el rojo a modo de tintura por excelencia para nuestras exaltaciones más poéticas. Además de depender de momentos nuestra pasión por una u otra tonalidad .De todos modos, cada persona suele reincidir en el agrupamiento de sus colores: minimalistas en la vestimenta, tonos pastel para el interior de la casa,  verde para el paisaje y azul para sus sueños.O multicolor para su atuendo, anaranjado para su casa,  ocre para el paisaje y rojo para sus fantasías; por poner otros ejemplos.

Según el color con que se mira, un paisaje puede evocarnos una estación, una vivencia, un aroma, una canción o la situación más insospechada. A la par que nadie mira las cosas con la misma tintada, de igual modo podemos apreciar la limitación de la mente humana al comprobar que es incapaz de inventar un color nuevo.


A mi madre, y a casi todas sus coetáneas, les horroriza ese apego al negro que le tenemos alguna de las mías y yo. Les recuerda aquellas sombrías épocas de la dictadura de un duelo que había que exteriorizar obligatoriamente; como si para el luto hubiese color. Lo negro representaba para ellas y ellos la falta de risa, de baile y de canciones. Aunque "no hay color para el luto", como bien dijo Gómez de la Serna.Lo lúgrube estuvo una temporada unido al color que ahora representa la elegancia por excelencia. Y también alguien dice que "el más vistoso color nunca anuncia lo mejor".




En una de tantas encuestas realizadas un alto porcentaje se declina por el rojo y el azul,junto con sus derivados; mientras que el marrón se lleva la peor parte. A una mayoría de niños les encanta el amarillo; algo tendrá que ver su fama de incentivo para el aliento , la innovación y el exceso de actividad mental. Como contrapartida el color del sol produce agotamiento; estado muy normal en un inquieto estudiante del primer ciclo de primaria a las diez de la noche de un día cualquiera.

En este tiempo de catálogos y colores, quedémonos con ese bello verso de Benedetti: "Uno tiene en sus manos el color de su día...".


Fotos:  Una bonita pespespectiva del pueblo asturiano de Soto de Agues desde diferentes colores.
Autores: Toni Rodríguez, Santiago García, Jaime González y Alberto Coto.