jueves, 20 de diciembre de 2018

Queridas mujercitas

Ya decía yo que esa vieja letanía que repito a hijos, marido, familia, amigos y extraños, provenía de alguna frase lejana que quedó en el disco duro de mis recuerdos. Sobre todo cuando se aproximan las fechas de la lotería por excelencia, les suelo repetir que son más ricos y más felices de lo que ellos se creen, o como dijo Naeole: "A menudo las cosas que deseamos y no conseguimos no son más que la forma que el destino tiene de proteger lo que tenemos y no podemos perder".
Al poco de escuchar hoy en la radio hablar del clásico Mujercitas -en la Ser harán una adaptación radiofónica del cuento la mañana del próximo 25-, aproveché la salida diaria para hacer la compra y me acerqué a la biblioteca. Dicho sea de paso, es un lugar en el que me gusta pasar un ratín muchas mañanas porque; además del ambiente tranquilo, principalmente a esas horas tempranas, y ese aroma  que desprende a fantasía, a historia, a cuentos..., la bibliotecaria siempre me recibe con una sonrisa, me llama por mi nombre y me pregunta cómo estoy .... Os parecerá que me conformo con poco, pero deteneos un momento a pensar cuántas personas hacen esas tres cosas al mismo tiempo a lo largo de vuestro día. Pues a por Mujercitas me dirigí, después  de dejar finiquitados los quehaceres cotidianos básicos. Toni Garrido me vendió  tan bien la historia de Meg, Jo,Beth y Amy, mientras sacaba la ropa de la lavadora que, en cuanto acabé de tender -el cielo prometía un rápido secado-, decidí repasarla. Aquellas vivencias de solidaridad entre una madre y cuatro hermanas que caminaban hacia la madurez en unas condiciones relativamente difíciles adornó tantas de mis tardes  cuando era una nena, primero en forma de libro y después, ya con tele en blanco y negro, en forma de película, que se me figuraba un déjà vu de lo más entrañable.

-¡Cuéntanos otra historia mamá...!.
La señora March sonrió y comenzó enseguida:
- Érase una vez... cuatro niñas a las que no faltaba la comida ni la ropa necesaria, y tenían no pocos placeres y comodidades, así como buenos amigos y unos padres que las querían mucho, pero ellas no estaban satisfechas... Esas niñas querían ser buenas (apunto que el concepto de bondad va variando con el tiempo y no es lo mismo ser una mujer buena ahora que hace más de un siglo), y se hacían magníficos propósitos, pero eran incapaces de mantenerlos y al final acababan diciendo: "solo con que  tuviéramos esto", o , "Si simplemente pudiera hacer aquello", olvidando lo mucho que tenían  y todas las cosas agradables que, de hecho, hacían. Así que le pidieron a una anciana un hechizo que las hiciera felices, y la mujer les dijo: "Cuando os sintáis desgraciadas, pensad en lo bueno que os rodea y sed agradecidas".

Pues de ese capítulo me debió de quedar grabado a fuego el consejo, dado a cuatro chicas con personalidades tan distintas y con unas vidas tan diferentes a las nuestras, pero con la esencia de las mujeres de todos los tiempos. Con el libro ya sobre mi mesa, y mientras acababa de guisar el pollo para el arroz; otro déjà vu en mis olores de infancia, ojeaba a saltos los capítulos y pensaba en mis otras Mujercitas: las de mis historias medio inventadas y medio recordadas -Constantina, Santa, Carmen, Catalina, Rosina...-, y las actuales -Ana, María, Carolina, Nuria, Sonia, María José, Beni, Amelia, Belén, Noelia, Silvia, Irene, Pilar, Rosa, Susana, Isolina, Bárbara, Paz., Suny, Aurelia, Lucía, Miriam, Marisa, Elena, Virginia, Ángeles, María Teresa, Eva, Trini, Consuelo,...-; incluso las virtuales, muchas de las cuales forman ya parte de otra de las caras de mi poliedro.

En ellas encuentro algo de la  fantasía, la bondad, la valentía, la delicadeza, la timidez, la elegancia, la sabiduría, la fuerza, la coquetería,el atrevimiento, la rabia, la rebeldía, la picardía, el inevitable pesimismo.... de la historia escrita hace siglo y medio -en un contexto mucho más condicionado por la intolerancia-, por Louisa May Alcott,  y representadas posteriormente por actrices de la talla de Katharine Hepburn, Elizabeth Taylor, Susan Sarandon o Winona Rider, entre otras grandes mujercitas.

Feliz Navidad, Mujercitas y Hombrecitos -que también tenéis vuestra réplica en otro libro-, y permitíos el lujo de volver a ser niños leyendo un cuento dulce, al pie de la chimenea. Por lo demás, si tenéis cuatro auténticos amigos, ropa y calzado cómodo, comida para entretener el hambre, una senda para caminar, una casa confortable cuando regreséis, un café al amanecer y salud para disfrutar de todo eso, ya os ha tocado la lotería...