martes, 2 de diciembre de 2025
Cuando Dulia frañía ablanes
En las fechas cercanas a la Navidad, Dulia se ponía a frañir ablanes pa facer les casadielles. Sin relojes ni calendarios, con mirar al cielo sabía que eran las siete de la mañana, y que faltaban tres semanas para que llegara la Noche de juntarse toda la familia. Por lo demás, entre golpe y golpe, meditaba sobre lo poco convencida que estaba respecto a que una mujer hubiese parido al hijo Dios, porque su experiencia le decía que los milagros escondían casi siempre trampa.
Además, Antón, con quien compartía xergón de fueya alguna madrugada, le había explicado que en Belén ni siquiera nevaba. El amigo erudito había sido su verdadero amor; ese del que nunca se percataron las malas lenguas, las mismas que murmuraban a sus espaldas que bañarse en la Plana de Sabina en enagua, conversar con amigos hasta la madrugada o beberse un vasín de anís en el chigre, no era propio de una mujer decente. Aquellas opiniones a la lavandera, que tenía las yemas de los dedos gastadas de tanto frotar en las piedras de la Riega de Limueria por míseros salarios, le importaban más bien poco.
Aún así, entre incredulidades e incoherencias, Dulia admitía que era guapo lo del Nacimiento cubierto de escarcha, y con un nenu de protagonista, que haría a todos los seres humanos iguales. Ella, cuyas hábiles manos sí que eran capaces de convertir el agua en vino, hacía su propia decoración de la liturgia con “paya y panoyes".
Era la única tía soltera de una gran familia, y se empeñaban en reunirse en su humilde casa porque decían que olía a "Navidá". Tal vez el motivo del preciado aroma fuese que su chimenea jamás se apagaba en invierno, que cocinaba tan lento como exquisito o porque contaba las historias más mágicas. En su leyenda quedó grabado el atractivo de su risa espantadora de penas, y su compañía seductora.
Enfín, fácil de imaginar a Obdulia Iglesias entre esa clase de personas que te abrazan y te reinician (haciendo uso del actual lenguaje). Por eso, todos reservaban tayuela alrededor de su fuego.
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