martes, 1 de octubre de 2019

Una coyana por Oslo

"Un libro, como un viaje, se comienza con inquietud y se acaba con melancolía" (José  Vasconcelos)

Un viaje inesperado, a uno de los lugares que siempre soñé con visitar, pero que jamás pensé que haría realidad, me reafirmó en la idea de que los sueños tienen una forma extraña de cumplirse. Nunca con el itinerario ni el orden en el que uno los imagina.

"¿Qué es lo que más te gustó?", me preguntó mi compañero de viaje a Oslo, a la vez que sangre de mi sangre, la última noche en Noruega.

"Pues todo -he de reconocer que soy de entusiasmarme con facilidad- aunque , si tuviera que elegir, me quedaría con alguna islina de los fiordos, y sus casinas de cuento de hadas, donde huele a bosque coyán. Será que la cabra tira al monte", le respondo.

Como el sol salía más temprano por allí, una mañana me adentré  por un barrio obrero de Oslo. Vamos, que tomé un sendero menos transitado, quizás también por aquello de que la conciencia de clase tira mucho. Por otra parte, Decía Rudyard Kipling que "lo primero que hay que hacer para descubrir un país es olfatearlo". Por Toyen olía a curri, a comino, a cardamomo, a nuez moscada, a canela, a jengibre, a cúrcuma... Pero tiene los mismos servicios que el centro de la ciudad: aparcamientos para bicis en cada portal, puntos de recarga para coches eléctricos, carril bici, tranvía, servicio de patinetes de alquiler, muchos parques y zonas verdes; además de buenas comunicaciones, y a Munch a la vuelta de la esquina, que el arte no entiende de clases sociales. Asímismo, se nota que es una ciudad de origen de pescadores, que creció sin olvidar de dónde venía,como deberíamos crecer todos;más que nada porque tal vez algún día nos vemos obligados a volver a ellos..Ahora este país nórdico está considerado como uno de los de mejor calidad de vida del mundo, lo que viene a demostrar que lo sencillo no está reñido con lo excelente. 


Una tarde, que me aventuré a ir sola al supermercado sin mi partenaire, más ducho en inglés, en estaciones de metro, en pases de autobuses, en billetes de tranvías... (De repente, te sorprenden tus propios hijos, porque tardamos en darnos cuenta las vueltas que ya nos dan en algunas situaciones). Por una circunstancia sin importancia, relacionada con mis genes del despiste de los Hevia, conocí a una joven Noruega, Justine, que con su ayuda me demostró la educación y el espíritu solidario y desinteresado de los lugares que se quedan en uno. Pero esta es otra historia..

Regresé con la sensación de que Oslo es un sitio tranquilo, con gente sencilla, que camina sin prisa por la ciudad. Lo describiría como un pueblo grande, rodeado de espacios naturales, donde muchas personas van por el centro con botas de montaña, y visten de forma cómoda y práctica, porque tienen a tiro de piedra la naturaleza; el Dios que más adoran. Se nota que están contentos con su tradicional forma de vivir. No sé si será cierto, pero escuché que se atrevían a dejar las puertas de sus casas abiertas porque la delincuencia es muy baja en Noruega. Viven como en una gran aldea, pero con todos los beneficios del progreso. Pueden coger el metro para ir a esquiar ahí al lado, y cuando hace menos frío disfrutan de espacios verdes inmensos, plagados de parques para niños, desde donde divisan la ciudad y sus fiordos. Comentan que hasta la familia real, que observa al pueblo desde una colina privilegiada, es muy cercana con sus ciudadanos. Y, cómo no, también está escrito que la igualdad entre hombres y mujeres, la conciliación familiar y el respeto por los derechos sociales no es un cuento de Andersen. 

Por algo opinó Tomas Johnson que "Todos los viajes tienen sus ventajas. Si el viajero visita países que están en mejores condiciones, él puede aprender cómo mejorar el propio.Y si la fortuna lo lleva hacia peores lugares, quizás aprenda a disfrutar de lo que tiene en casa"

Tal vez los que hayáis estado allí habréis visto cosas diferentes, por aquello de que "Los viajes son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”, que escribió Fernando Pessoa o como diría Aldoux Huxley: "Viajar es descubrir que todos están equivocados sobre los otros países". Enfín , que si un día me pierdo, igual es que regresé a la tierra que aún tiene reminiscencias de fuertes leñadores, de pescadores antiguos y piratas feroces, que posiblemente no eran tan malos. 

Ahora, desde mi aldea global, que me esperaba como la almohada casera que valoras más tras la ausencia, revivo los momentos tan amables del viaje; tan guapos que tengo que narrarlos en mi blog, como todos los asuntos importantes, esas pequeñas cosas que van moldeando tu vida para bien.


Imagen: En la ópera de #Oslo,que emula un bloque de hielo emergiendo del mar.

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