lunes, 9 de junio de 2025

El arte de escuchar

«En el futuro habrá, posiblemente, una profesión que se llamará oyente... Acudiremos al oyente porque, a parte de él, apenas quedará nadie más que nos escuche. Hoy perdemos cada vez más la capacidad de escuchar... Escuchar es un prestar, un dar, un don. Es lo único que le ayuda al otro a hablar.» ("La expulsión de lo distinto"). Esto es lo que dice el filósofo y ensayista alemán, Byung-Chul Han, Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025. Por otra parte, el arte de escuchar, se refiere a la práctica de prestar atención total a lo que dice otra persona, mostrando interés y empatía, sin interrumpir ni juzgar. Es un proceso que involucra tanto oír las palabras como comprender la intención y el significado detrás de ellas. Simone Weil, escribió al respecto que “escuchar a alguien es ponerse en su lugar. Es una atención intensa, pura, desinteresada, gratuita, generosa…” Rosa caminaba un día en soledad y se topó con una pareja de ancianos que le preguntaron por una dirección. Tras darles las explicaciones, y después de pasear unos metros a su lado, se encontró contándoles sus más profundas angustias vitales. Incluso lloró sin pudor, derramando lágrimas atrasadas. Ellos Fueron sus desconocidos oyentes, unas personas que tal vez jamás volvería a ver y, sin embargo, su lenguaje corporal, con su actitud serena, sus rostros bondadosos, su caminar tranquilo… Enfín, un cúmulo de percepciones, le dio pie para confesarles sus íntimos sentimientos. Pensaba, tiempo después, que no conseguía saber cual fue la tecla que la impulsó a tal derroche de confianza con unos auténticos desconocidos, en aquel momento de un atardecer de mayo, en una acera de una gran ciudad. Además de la actitud confiable de sus interlocutores, tal vez tuvo mucho que ver el hecho de que no sabían nada de su intrahistoria, de que fueron meros observadores de sus lamentos desde la objetividad del desconocimiento mutuo. Sin posibilidad de juicios, porque solo vieron en ella a una mujer que necesitaba que alguien la oyera en ese instante puntual. Asimismo, quién no conoce a personas que, sin preguntarnos apenas, nos invitan a contarles, a sabiendas que no utilizarán nuestras confesiones para herirte después. Que te atienden para comprender, no para contestar. Que solo están ahí para sostener. Todos podemos ser los oyentes de alguien. Solo hace falta escuchar sin juzgar.