"En mis noches de infancia, mi primera ilusión y mis cuitas de amor. Son recuerdos del alma. Una tarde me fui hacia extraña nación, pues lo quiso el destino...."
Mi primer recuerdo de Noelia me conduce a verla sentada en una hamaquita rosa, donde su madre la colocaba mientras hacía las tareas domésticas en su casa de fin de semana de Soto; un lugar que sin ningún tipo de lujos siempre estaba reluciente, con las puertas abiertas y un plato de comida para cualquiera que llegase de visita; la mía era frecuente porque estábamos muy cerca y me encantaban las comidas que Mery hacía en días de verano. Si me esfuerzo un poco me llega el aroma de los buñuelos con un toque de canela que eran el postre por excelencia en aquellas sobremesas de vacaciones escolares, después de aquel primer plato de "fréjoles con patates" de nuestros minifundios, que ahora se ha convertido en un lujo para los amantes de la comida sana. De la mesa, con un colorido mantel de hule que permanecía instalada durante los meses de los días más largos en la anteojana de La Canella, como la magdalena de Proust, recuerdo las rodajas de limón con clavo que formaban parte de la decoración para espantar bichitos inoportunos en las tardes de calor. Apenas comenzó la pequeña Noelia -la última de tres hermanos- a recorrer sola los pocos metros que la separaban de mi casa del Caalón, ya le decíamos: "eres igual que una vieyina".
Ciertamente era espabilada y madura como pocas.Con la sonrisa siempre dispuesta -es de esas personas que al reír arrugan con toda la gracia su nariz- unos ojos grandes, vivos y oscuros, que ha heredado su hija Daniela, un cuerpo menudo -Ernesto siempre nos decía que las que crecimos poco teníamos "otru tantu baxo tierra"- y un remango de envidiar, cuando llegaba Noelia a nuestra casa, brillaba el sol. Cantaba mucho y "En mi viejo San Juan" era su melodía favorita, en el paso a una adolescencia que comenzaba a llamar a su puerta,pero que no cambió para nada su esencia. Fue esa la época en la que más disfrutamos con ella de las excursiones a las montañas limitírofes. Alguna vez nos acompañó mi padre y nos alentaba, cuando ya no podíamos más: "¡Nerviu!",nos decía con su voz de paisano curtido en otras pendientes más duras.Y es así como continua su vida mi querida amiga, ahora que está en el ecuador de la cuarentena, se ha casado -intuyo que ha sido madura hasta para elegir bien a su pareja, lo que le aporta otro tanto por aquello de que "quien no acierta en casar ya no tiene en qué acertar-, es mamá de una jovencita que apunta maneras de chica igual de espabilada que su progenitora y desarrolla un trabajo acorde con sus cualidades. No dudo que esos chicos que cuida en un piso tutelado no han podido tener mejor suerte porque, cuando me cuenta cosas de su vida laboral, detecto que pone en ella el corazón.
Leía hace poco que cada uno de nosotros tiene al menos trece personas -ya veis ese número tan poco valorado- que te quieren como eres, sin condiciones, en tus horas mejores y peores, y que te extrañarían mucho si un día desaparecieses de su vida. Solo por eso, continuaba el párrafo, ya uno tiene motivos para levantarse cada día. Son esas gentes a las que te une el famoso hilo invisible; indestructible y de la medida de toda nuestra existencia. En algunos casos te pasas meses, incluso años enteros sin verlas, pero las sientes cerquísima en todo momento; seguro de que su buena energía hacia ti te llega a través del tiempo y la distancia como si estuviesen a tu lado.Quizás a algunas de ellas nunca les hayas dicho abiertamente que las quieres, que las admiras, que forman parte de de cuanto eres, que te enseñan a crecer. Deberíamos de hacerlo de cuando en cuando,como nos aconseja siempre el sociólogo #Jordigranet en sus conferencias sobre la autoestima.
Noelia, que cumplió años esta semana, me pidió que le volviese a poner mi felicitación a través de las redes -hemos de reconocer que mucho han hecho estas ondas por la publicación de los buenos quereres- ya que se había borrado la que la envié. Decía algo así como que era tan "guapa"que hasta uno de los mejores cantantes le había hecho compuesto la letra de una canción. Le contaba también que formaba parte de los mejores y los peores momentos de mi vida, y que por eso y muchas cosas más le deseaba que todo le fuera bonito. Ya que hube de repetir lo escrito, le dediqué un poco más de tiempo en contárselo. Dado que la mañana de hoy me pilló sentimental -barrunto que los estrógenos comienzan con los estragos o quizás porque la nieve que asoma nuevamente me pone mostálgica - le escribo un poco más extenso cuánto la quiero, y le recuerdo una de esas frases tantas veces repetidas por nosotras: "eres de casa".
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