Hay días en los que haces tuya esa famosa frase de que "si no fuera porque sé que es flojera, me iría corriendo a Urgencias". Son esas mañanas en las que todo se te antoja absurdo, borras cuanto escribes, eliminarías todo aquello que hiciste público, rectificas continuamente lo que piensas, te ahogas en un vaso de agua y te pueden todos los males. Nada tiene un horizonte claro cuando te apodera la apatía. Te pones en el lugar de quienes luchan en otras batallas peores y piensas que están hechos de otra materia diferente. Hasta te da pereza aprenderte esas nuevas expresiones que vienen parejas a la actualidad como ya la famosa Lista de Falciani, con miles de defraudadores que sacan sus cuentas a la luz , aletargadas en fríos paraíso fiscales.Como si no tuvieras bastante con aprenderte las tuyas propias: :lista de la compra, de la comida diaria, de los propósitos para estar sano,de las metas para estar delgado, de los principios para tener una buena economía, de las retahílas para encajar bien en la sociedad, de las recomendaciones para que tu conciencia esté tranquila, de los pasos a seguir para que tu horno reluzca como el primer día, de lo imprescindible para el fondo de armario, de tu currículum laboral. de tus conocimientos digitales...; enfín de rodas esas aseveraciones que te acerquen a un sentimiento de perfección que habrás de nacer infinitas veces más para llegar a su borde. de todas esas Te minan la moral pensamientos como que lo que hoy es importante para ti, mañana pasará al olvido y te desasosiega pensar que,a partir de los taitantos todo irá a peor sin remedio. Y a peor puede ir porque no encuentras etu sintonía habitual en la radio; esa que tantas veces hace de amigo, confidente y amante, y tu blog se ve asaltado por una suerte de bichitos en forma de palabras de colores. Por otro lado, empiezas a pensar que ya haces acopio de recuerdos para sobrellevar los presentes, que inmortalizas instantes felices porque temes perderlos para siempre, y temes que las ilusiones se vayan alejando de tus madrugadas. Son esas horas en las que tienes que echar mano a la filosofía del derecho a no ser feliz, a no sentirte culpable por no hacer nada, a aletargarte en esa tu concha de tortuga que te protege de todo mal. Ni tus verdades son un refugio seguro cuando el remolino de tu pelo, señal inequívoca de que no es tu día, decide que se levanta indómito. Se te ocurre que serán ya cosas de las invisibilidad de los taitantos y no sabes si esa certeza te desmoraliza todavía más. Pero, luego, te encuentra en el ordenador las primeras líneas de un libro que un niño pequeño ha decidido escribir a medias con una amigo: La vida en un día, es su comienzo... Sonríes al verte reflejado en el espejo de sus ocurrencias y en el estado de esas ilusiones que apenas comienzan...
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