Mientras coloco las fundas de la almohada, de puro algodón blanco, con florinas bordadas, trato de adivinar en cuáles serían los pensamientos de la abuela de mis hijos mientras daba puntadas perfectas a esas labores . Argentina las cosió en aquellas tardes en las que se aprovechaba el sol de los meses más fríos en los corredores y galerías de las casas de aldea. Estaban destinadas al ajuar de sus hijos, como se hacía antiguamente. Pero, lista como era, tal vez barruntase que las modas serían muy otras cuando llegara la época de su uso. Lo de las bajeras ajustables, la telas de planchado rápido y los colores más sufridos apenas empezaba a utilizarse por entonces en la ropa para el hogar. Es posible que mientras sentía el tibio aire en su perfil -que tenía algo de la extraña melancolía de Ingrid Bergman-, pensara que hubiese podido conocer más mundos que el de las montañas que la acompañaban desde que nació, de haber vivido otras vidas u otras circunstancias.
Nosotros podemos palpar ahora algo de ese pasado a través del espíritu de los objetos que van pasando a través de las generaciones, fruto de unos tiempos en lo que todo se hacía más despacio y más pensado; de ahí su sello imperecedero y su encanto. Muchos de ellos podemos recuperarlos gracias a que alguien decidió guardarlos por si acaso.
Años después, cuando las mujeres ya no somos ni la sombra de lo que fueron nuestras antecesoras, con libertades bastante más limitadas y un destino escrito casi siempre por ajenos -ella hubiese querido ser maestra y su padre la sacó del colegio para comprar "un prau"-, Rosa y yo comentábamos el uso que aún puede darse a esas obras de arte arrumbadas en muchos armarios. Ella ha convertido en originales visillos unas sábanas de lienzo de su suegra, y la muchos cabeceros de las camas actuales son reciclajes de antiguas puertas de castaño.
Daría para muchas palabras la cantidad de objetos a los que puede darse un segundo uso, práctico y elegante. Internet está plagado de tutoriales para darnos ideas. Me consta que muchas personas hacen maravillas con la madera, con las cajas de madera, con el objeto más insospechado. Todo es cuestión de imaginación y buen gusto, y ese talento innato que tienen muchas personas para las manualidades.
Un abanico de objetos con alma nos esperan en nuestros trasteros o desvanes. Una vez reciclados ya no tienen precio. En eso debía estar pensando Don Gustavo Adolfo Bécquer cuando escribió: "Del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidada, silenciosa y cubierta de polvo, veiase el arpa ¡Cuánta nota dormía en sus cuerdas, como el pájaro duerme en la ramas, esperando la mano de nieve que sepa arrancarlas ¿Ay!, pensé; ¡cuántas veces el genio así duerme en el fondo del alma, y una voz como Lázaro espera que le diga: "levántate y anda! .
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