"Sécate eses lagrimines con el pañuelín de seda, luego dime adiós con él y guárdalu hasta que vuelva" (Canción asturiana).
La mayoría de ellos no eran de seda, y tal vez la generación del kleenex no los haya usado nunca. Pero eran un regalo obligado para Reyes, Santos y cumpleaños, además de un complemento que no podía faltar en el vestuario. Yo recuerdo que, allá por los siete años, me dejó media docena de esos lienzos infantiles el Ratoncito Pérez bajo la almohada. Alguna perreta armé aquel día -tal vez porque el regalo no era el esperado- y las pequeñas telas de algodón con impresiones de personajes de los cuentos de hadas desaparecieron como por encanto, para no volver jamás. Aún espero encontrar los "pañuelinos" un día de esos en los que "buceo" en la nostalgia de los viejos rincones.
Todavía quedan pañuelos de tela por casa, y con ellos se me amontonan los recuerdos de la ropa nueva de mi padre cuando iba a algún lugar para el que había que ir mejor vestido -una boda, un entierro, una visita al médico, un viaje a la ciudad...- Para esas ocasiones se reservaban los más nuevos; los de la inicial bordada eran todo un lujo. No faltaba para ese tipo de eventos el pañuelín sobre la cama, primorosamente planchado por unas manos femeninas (así era entonces), con el especial aroma a la colonia masculina por excelencia de la época.
Por otra parte, a veces, alguien perdía o dejaba olvidado un pañuelo y surgía una historia inolvidable. También estos paños -más exquisitos cuanto más alto era el poder adquisitivo del portador o portadora- fueron delatoras pistas de algunas deslealtades y otros tantos secretos, que pretendían guardarse bajo siete llaves. Asimismo, las suaves telas de cuatro picos secaban las lágrimas -las de la pena (especialmente conmovedor es el gesto de secar el lloro de un prójimo) y las de la risa-, daban un cierta seguridad y servían para dar la bienvenida o decir Adiós. Las hemerotecas, las cajas de fotografías antiguas y los libros de historia están plagadas de imágenes de despedidas masivas con los pañuelos al viento. Eran aquellas despedidas masivas de los emigrantes o las de los niños de la guerra, que ahora han resucitado con noticias nuevas e historias parecidas.
Si nos adentramos en el tema, existe además un interesante código del pañuelo y todo un repertorio de poemas y canciones que lo han usado de protagonista. Hasta se equiparaba el complemento que las reinas solían llevar de encaje y siempre en la mano izquierda, con el mismísimo mundo; del que todavía suele decirse que es un pañuelo.
Saludos, que uséis vuestro pañuelo para las lágrimas de risa, si es que aún conserváis la costumbre de llevarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario