Había una vez un camión que recorría los parajes del Alto Nalón, allá por la década de los 60. El transporte más emblemático de Caso hacía las veces de trineo en invierno, de AVE en verano, de descapotable en primavera, de avión en otoño, y de burrito sabanero en Navidad. Así podría empezar uno de esos cuentos que a todos los niños solían mandarnos escribir en la escuela por "Advientu". También de aquella acostumbraba a ser el regalo estrella un libro bonito. En el caso de las chicas la temática iba de hadas,brujas y princesas, qué se le va a hacer, lo de las hijas de reyes, las inocentes doncellas, los magos, las hadas madrinas y demás hacía juego con una época de ideales menos reivindicativos de la igualdad y la libertad femeninas. Claro que eso era antes, porque ahora entre la mayoría de los niños de ambos sexos y de los jóvenes triunfa lo audiovisual y las "inocentes mujercitas" ya hace rato que nos enteramos de que "Cenicienta no pedía un príncipe, solo quería una noche libre y un vestido". Muchos niños de entonces recordarán haber jugados con dos latas vacías de bonito, atadas con un alambre, "dos figos con pates", a modo de animales y unos palos que hacían las veces de viajero. "Hoy pido ser Toribín", era la frase más pronunciada cuando empezaba el juego por los caminos de las aldeas casinas. Son las tendencias actuales las consecuencias de la nueva era digital; una época además en la que muchas chicas conducen toda clase de vehículos y en la que ya no nos resulta imposible imaginar a una reina maga manejando un gran camión.
Pero la Navidad era la época en la que más brillaban los neumáticos de aquel camión. Transportó durante las décadas de Cuéntame los regalos de Reyes de muchos niños y niñas de Caso y Sobrescobio, y en alguna ocasión el propio conductor hizo el papel de uno de Sus Majestades de Oriente. Eran unos juguetes que nada tenían que ver con los actuales -lápices de colores, cuentos, muñecas y muñecos pocos sofisticados, juegos de platos y de tacitas, cocinas de cartón piedra, alguna -pocas- bicicletas, peonzas, trenes de hojalata, maletines escolares, pizarras y pizarrinos. Algún televisor ya adentrados los setenta, ropa para los días de fiesta, zapatillas, madreñas y tal vez algún que otro par de zapatos de charol. Cómo no, algún pequeño se pediría un autocar-camión como el de su vecino Toribio para llevar un día a sus paisanos y paisanos a aquellos lugares de lenguas y costumbres diferentes, de los que le hablaba su abuelo en las noches de inviernos nevados.
A buen seguro que Transportes Poli habrá llevado a muchos vecinos y vecinas de esas montañas alejadas del mar a conocer ese horizonte infinito, tan distinto de la silueta de sus montañas. Tal vez en él hayan comenzado historias de amor que llevarían a la existencia de las vidas que ahora viajan a países lejanos en el mismo tiempo y con la misma sensación de distancia que sus antepasados bajaban a las capitales cercanas. Me consta, asimismo, que de esos viajes a lugares con más medios para estudiar, han salido grandes profesionales con los que nos topamos o nos hemos topado, que no en vano reza el dicho: "el casín más tontu abogau". Y casi con toda certeza que habrá transportado el célebre casín algún pellizco del premio de la Lotería que mañana puede traer la suerte a alguno de vosotros aunque, como acostumbro a decir, seguramente ya la tenéis.
Aprovecho para desearos a tod@s una Feliz Navidad porque, a pesar del abismo entre las comunicaciones de antes y las de ahora, la ilusión sigue teniendo la misma esencia, y esta época en que inauguramos el solsticio de invierno no deja de ser un pretexto más para renovarla.
Daria para un buen libro las peripecias vividas por ese camion y su dueño. En el viajaron reyes, virgenes y carpinteros, mulas y bueyes, y hasta Dioses recien nacidos.
ResponderEliminarAquí está la página abierta para quien quiera aportar alguna vivencia especial de la historia de ese camión. Muchas gracias por leer mi cuento. Un saludo.
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