"El hombre feliz es aquel que, siendo rey o mendigo, encuentra la paz en su hogar" Johann W. Goethe
Con las palabras ocurre como con las relaciones personales: a veces pierden su esencia de tanto malgastarlas. También con la Paz, en latín Pacem, para variar el sonido. Por cierto,que Pax pacis fue una de las primeras palabras que nos enseñaron a declinar cuando la lengua de Julio César era aprendizaje obligatorio; por lo demás un guiño este título a mi querida amiga Beni, profesora de esa lengua madre. Amor, Amistad , junto con Paz es posible que sean algunas de los términos más utilizados en prosa, poesía, teatro, frases célebres, canciones... o cualquier otro medio con que se pretenda transmitir un mensaje. Debido al frecuente recurrir al vocablo que hasta tiene denominación de Nobel, tengo en el archivo de mi memoria -que ya no es la que era, dicho sea de paso- multitud de expresiones conocidas para usarlas, cómo no, en el Día Mundial de la Paz. Son esas frases que se van inmortalizando acerca del estado personal o colectivo que tan fácilmente se profana con pensamientos palabras, obras u omisiones. De entre las que recuerdo ahora me quedaría, además de con la del inicio, de Goethe, con una muy práctica que asegura que, la mayoría de las veces, compensa más tener paz que tener razón. Será por aquello de que la batalla mejor ganada es la que no se empieza.
Luego, los que nos educamos en infancias de misas de Domingo y Fiestas de Guardar, no olvidamos la despedida del cura en cada oficio: : "Podéis ir en paz". O, en mitad de la ceremonia, aquella mecánica letanía de "mi paz os dejo, mi paz os doy", repitiendo por millonésima vez lo que dicen que dijo Jesucristo. Sin olvidar lo de "podéis daos fraternalmente la paz", con lo que si te tocaba alguien no grato al lado siempre aparecía la mutua duda de si tender o no la mano del vecino o vecina. Se suponía que en ese recinto sagrado se debían de aparcar odios y demás pecados. De hecho, es posible que muchos tuvieran esa intención, pero una vez traspasado el umbral, a la salida, no había quien controlase las vísceras y uno volvía a sus buenas o malas costumbres de amor y odio.
Blas de Otero pedía la paz y la palabra en su conocido poema, y Benedetti hablaba de paz recordando a Salvador Allende: "Para matar al hombre de la paz, para golpear su frente limpia de pesadillas, tuvieron que convertirse en pesadilla. Para vencer al hombre de la paz, tuvieron que congregar todos los odios, y además los aviones y los tanques...". Un ídolo de nuestros quince años quería hacernos creer que amaba a alguien con la paz de las montañas, y los hippies de la década en la que muchos de nosotros nacimos tenían la paz y el amor como su grito de guerra. Pero una de las mayores evocaciones de la palabra que hoy se celebra es la que transmite un niño durmiendo, que también cantaba Mocedades.
Como todas las bellas palabras, les sonarán totalmente superfluas y huecas a quienes padecen las consecuencias de unas guerras, unos fanatismos y unas injusticias en las que no caben poemas. De poco sirve dibujar la paloma de la paz mientras que la miseria se ceba con millones de seres humanos, a los que nos asomamos de reojo, y como si deseándoles la paz fuese suficiente para disfrutar de nuestros privilegios con menos sentido de la preocupación, cumpliendo así con nuestra insignificante parcela de solidaridad. Enfín, el Día de la Paz, como todos esos días que se celebran con mayúsculas no es el alimento que la parte más desafortunada del mundo necesita pero, mientras la invocamos el efecto mariposa de los pensamientos siempre tendrá alguna buena consecuencia. Y, también a modo de consuelo, siempre podremos pensar en el título de la película protagonizada por Coronado: "No habrá paz para los malvados", aunque no sé yo.
Luego, está uno de los halagos más bonitos que se pueden decir de otra persona: "transmite paz". Conozco a unas cuantas con esa gran cualidad. También están a los que ponemos un puente de plata cuando se van, deseándoles que lleven tanta paz como dejan. Pero este no es el caso...
Fotografía hecha por Carolina Gutiérrez García, desde la paz de las montañas de Faidiellu.(Parque de Redes),a comienzos de la pasada primavera.
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