"La discapacidad no está reñida en absoluto con la felicidad"
Vivió la mayor parte de su vida
en el pueblo casín de Tanes, y pasó a la historia del municipio como uno de sus
personajes más populares. Una especial vis cómica, un sentido
extremado del orden, un amor incondicional por el Ejército y la Guardia Civill - no en
vano su padre era hijo del Cuerpo- y una divertida faceta de cantautor (“Ay
madre, madre, tiróme la jarra, tiróme la leche, tiromelo tou…”), hicieron de Manuel
González Pérez una leyenda entre quienes le conocieron y supieron de sus
hazañas.
Desde niño comenzó a sentar las
bases de esas historias que ahora pasan de padres a hijos cuando se recuerdan
capítulos de personajes únicas de la aldea.. Sus características físicas y
síquicas algo diferentes al común de sus contemporáneos nunca fueron un
impedimento para dar muestras de gran astucia. Especialmente conocida era su
manera de escaquearse de las tareas que sus abuelos, con quienes vivía, le
tenían dispuestas. La abuela Matilde picaba desde la cocina al suelo de la habitación
del nieto que tanto le gustaba dormir. Manolo abría un ojo, buscaba a tientas sus
zapatillas y las arrastraba un poco por la madera para que todos pensasen que
estaba levantándose. Al cabo de un buen rato, subía su abuela alarmada por la
tardanza y encontraba al chiquillo como un tronco con el calzado dispuesto para
repetir la faena por si lo reclamaban nuevamente.
Seguramente los antiguos
trabajadores de El Carbonero (ahora Alcotán) recordarán el día que dejó a uno de sus cobradores
–una figura ya desaparecida la empresa- “a pata”. Regresaba Manolo a Tanes,
desde Tudela Veguín, donde pasaba alguna temporada con sus padres, después de que su madre le pidiera, como
siempre, al cobrador –que conocía sobradamente al chico- que estuviese atento
para que se bajara en su destino. Manolo, buen observador y mejor imitador de
voces, se dedicó parte del trayecto a escuchar el diálogo entre conductor y
cobrador, quedándole claro que el vehículo arrancaba a la voz de "¡Vamonosss!". En el
pueblo lavianés de Muñera el cobrador se bajó a dejar unos paquetes como solía
hacer en todas las paradas. Manolo exclamó: "¡Vamonosss!" con una imitación de voz y
entonación perfectas y el conductor arrancó el autobús dejando a su compañero
brazos en alto en la parada. Un vecino tuvo que arrancar su coche para que el
trabajador alcanzase a su compañero en el próximo alto del autobús.
La iglesia y toda su parafernalia
eran otra de las curiosidades del célebre casín. Se pasó años mostrando su
deseo por conocer al Obispo, por lo que no sorprendió a nadie que el día que este
alto cargo del clero visitó el pueblo, el párroco del lugar –que sentía una gran
simpatía por Manolín- lo llamase para presentarle al prelado. -Mira, Manolín
esti ye el Obispo”, le explicó el cura. Con toda la naturalidad, el muchacho
miró de arriba abajo a aquel señor tan raro y exclamó: “¡Ay paxarón!,
sorprendido por la vestimenta y los adornos que llevaba aquel hombre tan raro; seguramente decepcionado porque no era aquella la imagen que él se había creado
del máximo sacerdote.
También sembró cátedra en la
cocina. Cuando tenía unos ocho años, y habiendo oído comentar que
las mujeres recién paridas debían
tomar caldo de gallina, decidió ir a casa de su vecina, que acababa de tener un
niño y se encontraba en la cama con el recién nacido. Soledad comenzó a oír
unos ruidos extraños (tras tras, tras tras…).. Bajó las escaleras y se encontró
con una gallina viva, metida en una cazuela sobre la cocina de carbón
encendida. El ave luchaba con todas sus fuerzas por salir de aquella prisión.
Los golpes que se escuchaban era la tapa de la olla que subía y bajaba cada vez
que daba un salto la gallina que Manolo había cogido en el gallinero de su otra madre.
La etapa final de su vida, y
obligado por las circunstancias a abandonar el pueblo donde tantas caleyas recorrió,
Manolo la pasó en casa de su único hermano. Una de sus últimas “trastadas”
la realizó un día que la mujer de Carlos le llevó a visitar a una amiga. Gran amante también de la pulcritud, el
protagonista de esta historia acostumbraba a peinarse –siempre traía un peine
en el bolso de atrás de su pantalón vaquero- y asearse en algunas de las casas
que frecuentaba. –“Nena voy al bañu”, le dijo a su cuñada Blanca. Como tardaba
en aparecer, entraron al aseo y se encontraron a Manolín cantando
bajo la ducha una de sus originales composiciones. que a veces arrancaba por rancheras, otras por tonada asturiana y en la mayoría de ocasiones con ritmo propio.
Sus innumerables aventuras darían
para escribir un libro de muchas páginas. Esto es solo un pequeño esbozo de algunas anécdotas que quedaron apuntadas en el cuéntame casín para rememorar a una de esas personas que siempre conseguía sacar una sonrisa a sus paisanos y paisanas, incluso muchos adoptaron como propia su evasiva de casarse siempre "pa mayo", y ahí siguen con la disculpa... Como a todos nosotros, a Manuel lo que más le importaba era lo mismo que en realidad le interesa al común de los mortales:que nos quieran más. Por eso repetía con frecuencia la archifamosa de entre sus frases: "¿quiéresme prenda?" (para los que desconocen el idioma del concejo de Caso, prenda es sinónimo de mi vida, cielo, cariño, etc...).
Hoy, a modo de despedida, otra expresión que acostumbraba a decir el célebre personaje del municipio más alto del Valle del Nalón: “Ta luego nena, mañana marcho p´al Ferral” (Cuartel militar leonés).
En la imagen, Manolín con una de sus poses preferidas.
Hoy, a modo de despedida, otra expresión que acostumbraba a decir el célebre personaje del municipio más alto del Valle del Nalón: “Ta luego nena, mañana marcho p´al Ferral” (Cuartel militar leonés).
En la imagen, Manolín con una de sus poses preferidas.
Por lo que leo, Manolín fue todo un personaje.
ResponderEliminarOí hablar de el y sus anécdotes. Todo un personaje
ResponderEliminarA mí me daba besos cada vez que Lu veia,gran Manolín,gente siempre muy añorada
ResponderEliminarHoy de cena,recordamos casi todas sus travesuras" entre infantiles y fuertementete piardiosas! Grande Manolin!
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