Abril lluvioso, ventoso o soleado, no detiene la primavera en Redes, como no se detiene esa vida tan ligada a la naturaleza de bosques y montañas que atrae a lugareños y visitantes. Es la magia de una tierra que se lleva siempre en el corazón, por aquello de las raíces, los recuerdos y los afectos. Y, como cantaría Víctor Manuel: "todas son como tú, pero no te pareces a ninguna". Por eso agradezco al periodista lavianés, Carlos Cuesta estas palabras para mi página, un precioso preludio de primavera. Así nos ve él:
Carlos Cuesta. Periodista.
Carlos Cuesta. Periodista.
Todo el perímetro del Parque Natural de
Redes está sujeto a la realidad de la memoria, a esa memoria íntima que todo lo
inunda y lo conserva con verdadera nitidez en la mente y en la retina del
viajero verdadero. Su paisaje intenso, sus colladas, sus valles, sus ríos, sus
gentes, sus pueblos, sus hoces, sus majadas, su esencialidad vital y especialmente su alma perenne que atrapa en
segundos al visitante accidental.
Y
hablar de Redes es adentrarse en viejos episodios cargados de recuerdos, volver
a vivir historias de ámbito rural y montañés, descubrir entornos cautivadores y
perderse por los innumerables caminos que jalonan esta bella y animada Reserva
de la Biosfera. Y
en verdad, Redes forma parte de mi vida, de mis sentimientos y de mi geografía
sentimental ya que siendo un niño y acompañado de mi padre y de varios amigos
montañeros recorrí los amables vericuetos de estos espacios silentes y
boscosos, pude dormir en cabañas de pastores en la Vega de Brañagallones y a la
hora del fuego nocturno observar el ambiente de parlamento, camaradería y
familiaridad que existía en ese reducto de pasión y afecto entre cafés y el
sonido lejano de las esquilas del ganado. Por todo ello, Redes es mi expresión
sentida, mi contorno loable y una tierra que amo con nobleza, altruismo y
esplendor.
Hoy suelo acercarme a este territorio con frecuencia y disfrutar de esa
naturaleza brava, de su explosión luminosa, del color ambiental, de sus ríos,
sus alturas, sus roquedales y de esos momentos sosegados donde soltar una
parrafada con los parroquianos-en la plaza del pueblo o en el viejo bar de la
esquina- a la vez que te cuentan sus historias ganaderas y sus sensaciones
envueltas en saber y esfuerzo cotidiano. Y Redes con su panorama de toque
mágico y aceptación armónica, es lugar de equilibrio entre el propio paisaje y
el paisanaje, siglos de coexistencia del medio y del habitante y todo ha
llegado hasta ahora como siempre ha sido, natural, límpido, verde, acuático,
complejo, etnográfico y pasional. Y ahí reside la fuerza y la grandeza de estos
pagos del alto Nalón que buscan con ahínco ganar la modernidad sin perder su
realidad ancestral y su momento de raíz rural con el aprovechamiento y
explotación agrícola y ganadera.
Y
estos enclaves de los concejos de Caso y Sobrescobio-casinos y coyanes- tienen
el halo de la atracción geográfica. Todo un monumento natural que está ahí
presente y cercano para que el animoso viajero descubra paso a paso esas
virtudes montañesas, esas viejas historias de filandón, esas leyendas en torno
al fuego espiritual de las chimeneas en los difíciles y fríos inviernos, esos
epigramas de la vida misma en estos lugares de linaje y manantial. Y por
supuesto vagar por esos imposibles senderos ocultos entre la foresta amiga,
observar esa fauna generosa, huidiza y dinámica, oler la poderosa flora de los
hontanares y escuchar con devoción franciscana el murmullo impasible de los
regatos y cascadas que inundan estos espacios de salud y amabilidad. Y después
de rastrear picos, hoces y vegetación alpina se alcanzan pueblos con sabor local enganchados a las rocas como
Caleao, La Felguerina ,
Pendones o Bueres y más al llano como Campo de Caso, Bezanes, Rioseco o Soto de
Agues, lugares de parada y fonda que invitan a dar un paseo liviano por sus
callejas y plazas, todos ellos adornados con los típicos hórreos y paneras que
ofrecen una singular visión del universo tradicional y autóctono de su
arquitectura. Y si el apetito se presenta raudo, las casas de comidas de estos
sitios de montaña ofertan al visitante con lo más genuino de sus elaboraciones.
Y en esos cálidos locales nunca falta una sopa de hígado, un sabroso cabritu
con patatinos, cordero al horno, derivados del cerdo como el picadillo con
tortos o unas uñas estofadas, unos excelsos callos o la cocina de la venatoria,
sin olvidar el queso casín de la zona, las compotas, las galletas horneadas, los borrachinos o el bizcocho casero. Un abanico comensal
preñado de sabor, hechura femenina y platos de enjundia que hacen de Redes un
lugar con la impronta de lo bien elaborado y las sensaciones de vivir una
jornada poderosa y complaciente. Un paisaje, el de Redes, que parece de ficción
pero que sin embargo es real como la vida misma y ofrece al viajero la
fertilidad de una tierra abierta, magnánima y de fidelidad compartida. Esas son
mis sensaciones de un territorio vivo, aguado, asimétrico, montañés, gentil,
misterioso, habitable, sencillo, cinegético, turístico y hospitalario.
Fotografía: Desde Faidiellu, de Carolina Gutiérrez García.
Fotografía: Desde Faidiellu, de Carolina Gutiérrez García.
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