Juan Amable Calvo partió de Caleao
a Arizona en 1972.En ese año, el comienzo de la transición española parecía algo
más cercano y en Estados Unidos el presiente Richard Nixon proponía una renta
básica universal para trabajadores y
parados con unos ingresos de menos de 750 que no pudo llegar a plasmar. Por su parte, Nino Bravo estaba a punto de
popularizar una de las canciones que mejor llegó al alma de nuestros
emigrantes: América.
De Arizona, donde había llegado
con un contrato de trabajo en un rancho para cuidar ovejas, pasó a Tampa,
ciudad situada al oeste de Florida, donde reside en la actualidad.
El primer trabajo en el condado de Hillsborough fue en una
empresa láctea. Luego pasó a una compañía de gas, donde se jubiló. Del primer traslado Juan Amable recuerda sus miedos,
ya que “me escapé de Arizona sin cumplir el contrato laboral y lo pasé bastante
mal hasta que resolví mi problema de residencia”, explica para la Crónica de Redes. Fue en
esa ciudad, la tercera más poblada de Florida, done conoció a su esposa; una cubana llamada Aida, con la que tuvo dos
hijos, Juan Carlos y Lissette, que ya le han dado cuatro nietos. A sus
descendientes les cuenta historias de épocas pasadas en un lugar que a ellos ya
se les antoja muy lejano.
Otro de los obstáculos que hubo de saltar este casín de
Caleao fue el idioma, aunque asegura que “me fui defendiendo, además en Tampa
hay muchos hispanos”. La presencia de dos vecinos casinos, ya jubilados
también, le hacen sentir más de cerca la tierra que le vio nacer. Higinio Portugal, nacido en Caleao y Angelina
Pérez comparten este tiempo de descanso con Juan. Todos ellos añoran a sus
gentes y algunos de sus platos y costumbres. Aún cuando los frijoles
negros, la carne de cerdo y los plátanos
fritos no están nada mal, este emigrante
que ya siente la tierra de Florida como
suya también, de vez en cuando comería gustoso una sopa de hígado, con un trozo de queso casín y
dulce de manzana, como postre. Por eso
aprovecha el tiempo de visitas a Asturias para degustar esos manjares milenarios,
entre los que también Juan enumera a las truchas coyanas del Río Alba.
Desde que las redes sociales hicieron el milagro de borrar
distancias en tiempo y espacio, vive casi a diario las novedades que van surgiendo
en su aldea del Parque de Redes. De ese modo, casi puede tocar la nieve, oler
las primeras flores de la primavera y tocar la hierba seca que los lugareños
recogen en verano. Asimismo es conocedor de las reformas que van cambiando las
antiguas casitas del pueblo del que partió cuando apenas era inimaginable que
la vida mejorase tanto para sus habitantes.
En el cómputo de sus aspiraciones, Juan Amable Calvo afirma
que “puedo decir que se cumplieron mis expectativas porque nunca me faltó
trabajo y encontré una familia de la que me siento orgulloso”..
El pueblo de Caleao al fondo
El pueblo de Caleao al fondo
Eran valientes, a la par que listos
ResponderEliminarMaravilla historia, admirable!!
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